En el mes de febrero de 1980 Ahumada se incorporó a la recientemente formada Orquesta del Tango de Buenos Aires, dirigida por el maestro Carlos García, integrando en ella una línea de cuatro bandoneones, incluyéndose en el primer repertorio de la formación al tango Pa’mama, el mismo que su compositor grabara trece años antes con la orquesta que codirigía con Bonano. Los arreglos de este tema corrieron por cuenta del propio Ahumada.
En 1983, en la que sería la última actividad de su trayectoria artística, formó una orquesta integrada por músicos de la talla de Néstor Marconi, Leopoldo Federico y Julio Pane en bandoneones, José Colángelo en piano y Hugo Baralis en violín, con la finalidad de realizar grabaciones especialmente solicitadas desde Japón, país donde las mismas fueron comercializadas.
El perfil de Ahumada en su faz de intérprete del bandoneón fue analizado en profundidad por Horacio Ferrer, quien destacó en él «un exquisito temperamento, bello fraseo y purísimo sonido», agregando que como bandoneonista estaba enrolado en el estilo que iniciara su modelo, Pedro Maffia.
Además del mencionado tango Pa’mama grabado no sólo por las agrupaciones ya mencionadas sino también por la orquesta de Leopoldo Federico, Ahumada compuso los tangos El gurí, que Jorge Caldara grabó con su orquesta el 18 de junio de 1959, Ahijuna y A Anselmo Aieta, además de Tangueando con el contrabajo, escrito en colaboración con el intérprete de este instrumento Rafael Del Bagno, Dulce y romántica, Amor y soledad y De mis sueños, las tres composiciones escritas en colaboración con el pianista Carlos Figari. Se trata en todos los casos de composiciones instrumentales.
A su vez, fue destinatario del tango Retrato de Julio Ahumada, hermosa composición de Leopoldo Federico y Osvaldo Requena, que en sendas versiones instrumentales grabaron los dos compositores: una de ellas corresponde a la orquesta de Osvaldo Requena con solos de bandoneón de Leopoldo Federico y la otra a este último con su propia orquesta en un registro realizado en el mes de junio de 2000.
En relación a esta composición, Requena ha relatado que fue el sexto tango que escribió en colaboración con Federico, procurando con él «rendir un homenaje a uno de los mejores bandoneonístas que dio nuestra música popular, además de haber sido un hombre buenísimo y un mejor amigo. Incontables son las ocasiones en que hemos trabajado Federico y yo junto a él, llevando consigo el mejor y más preciado recuerdo».
Ahumada falleció el 4 de marzo de 1984, poco más de dos meses antes de cumplir 68 años de edad.
8. Aieta, Anselmo Alfredo
Bandoneonísta, director y compositor, nacido en el barrio de San Telmo, en la Capital Federal el 5 de noviembre de 1896.
De origen familiar muy humilde, concurrió a la escuela hasta los doce años de edad, comenzando entonces a desarrollar distintas actividades, como las de lustrador de calzado, mensajero y vendedor de diarios, con el fin de colaborar con el sustento de su familia.
A los catorce años ingresó a una fábrica de cigarrillos y los cinco años que permaneció en ella fueron simultáneamente aquellos en los que inició y luego perfeccionó sus estudios de bandoneón, abandonando ese empleo cuando juzgó que estaba en condiciones de ganarase la vida ejecutando ese instrumento.
Aieta respaldaba sus interpretaciones en su excelente oído musical y en una formidable capacidad intiuitiva para la comprensión de la música, por lo que sin poseer grandes conocimientos de la ella estaba en condiciones de realizar magníficas interpretaciones.
Esas naturales condiciones precisamente fueron las que le permitieron ser aceptado como discípulo, junto con Ricardo Luís Brignolo, por Genaro Spósito, El Tano Genaro, al que muy pronto superó en digitación y vuelo improvisador.
Sus primeras actuaciones las realizó en un café ubicado en Piedras y Cochabamba, para integrar en 1913 en un trío compuesto con Agustín Bardi y Eduardo Monelos, al que ingresó en reemplazo de Eduardo Arolas al haber sido este contratado por la boite Armenonville.
Estuvo luego en la orquesta del propio Arolas, y posteriormente, acompañado por los guitarristas Rafael El Rata Iriarte y Virgilio Carmona, conformó un trío para actuar en el antiguo Luna Park, que se encontraba situado en las cercanías del lugar donde luego se construiría el Obelisco porteño.
Por esa época fue convocado por intermedio de Rafael Tuegolls y Francisco García Jiménez para incorporarse a una de las orquestas de Francisco Canaro. Debía desempeñarse en el conjunto de este director que bajo la responsabilidad del referido Tuergols actuaba en el Casino Pigall, ubicado en la calle Maipú.
Su permanencia en esta orquesta se prolongó durante cuatro años y precisamente de esta época data su primera producción en común con Francisco García Jiménez, El huérfano, tema que Aieta compuso mientras actuaba en el mencionado local y que fuera dado a conocer en el año 1922.
Conforme lo recordara García Jiménez, el tema tenía su origen en un motivo inspirado en un valseado que el payador Martín Castro y otros guitarreros y cantores difundían en los boliches de San Telmo. De aquel valseado tomó Aieta el tema original, le dio forma y lo recreó talentosamente de modo tal que aquella antigua melodía pudiese ser objeto de interpretaciones por parte de los conjuntos típicos de la época. El paso siguiente fue solicitarle a García Jiménez que le colocara los versos para «que las chicas del Casino Pigall lo pudieran cantar al oído de sus ocasionales compañeros de baile».
En 1921 Aieta ejecutó solos de bandoneón en la obra Cuando un pobre se divierte, estrenada por Alberto Vacarezza, a la que se incorporó por intermedio de Enrique Delfino.
Al año siguiente forma su propia orquesta con la que actuó durante muchos años en el Café Nacional, presentándose también en los postreros tiempos del cine mudo en salas de la calle Lavalle y en otro recordado reducto tanguero, el café Germinal, además de la mayoría de los locales nocturnos y confiterías de la época.
Los años finales de la década del veinte y casi la totalidad de la siguiente, lo encontraron dedicado fundamentalmente a la composición. Es por eso que muchas de sus obras datan de ese período.
Así fue como recién en 1944 se presentó nuevamente como intérprete, ahora en la confitería Arco Iris, formando parte de un cuarteto evocativo al que se denominó Los caballeros del recuerdo, que integró junto Francisco Pracánico en el piano y Edgardo Donato y Domingo Donnaruma como violinistas.
En 1949 formó parte de otro cuarteto constituido para acompañar al cantor Héctor Pacheco en su labor como solista. Completaban el conjunto el pianista Armando Baliotti, el violinista Bernardo Sevilla y el contrabajista Luis Adesso.
Pacheco y su marco musical se presentaron ante los micrófonos de Radio Splendid y emprendieron luego una larga gira por distintas ciudades de las provincias de Rio Negro y Neuquén, a cuyo regreso actuaron en el café El Ateneo, recordado reducto tanguero de Montevideo.
Su labor como compositor es un legado muy importante que Aieta ha dejado al tango. Produjo alrededor de trescientos temas, el primero de ellos en 1912, al que tituló La primera sin tocar, expresión que corresponde al juego infantil del rango y que obtuvo importante reconocimiento.
Con posterioridad, buena parte de su obra más difundida contó con los versos del poeta Francisco García Jiménez, con quien constituyó en uno de los más célebres binomios autorales del género.
De la colaboración entre ambos surgieron luego del ya mencionado El huérfano que fuera la segunda de las composiciones de Aieta, Príncipe, en cuya elaboración también intervino Rafael Tuegols, tema que presentaron a un concurso organizado por la marca de cigarrillos Tango y