Las pasiones alegres. Pablo Farrés. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Pablo Farrés
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Математика
Год издания: 0
isbn: 9789878341057
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de la uña de mi dedo meñique pero abarca un mundo completo. Lo veo ahora desde fuera y me asombra que mi vida entera tuviera lugar ahí dentro. ¿Cuántos mundos caben en el punto más diminuto del mundo?

      Hizo una pausa. Le mostró lo que pretendía extirpar de su cabeza. Era un pequeñísimo microchip del tamaño de un grano de arroz. Enseguida lo metió en un rectángulo de plástico que parecía funcionar como adaptador y enchufó el rectángulo en una computadora.

      Lo que entonces vio Roy tenía la fuerza de la electricidad. Las imágenes que el otro le mostraba en aquella pantalla eran las imágenes de lo que él mismo alguna vez había vivido y podía recordar perfectamente: se trataba de una playa brasilera donde habían ido con Marian y con Nolan cuando no tenía más de dos o tres años. El mar insistente, el short rojo de Nolan, Marian y su bikini azul marino construyendo para él un castillo de arena, mientras Roy tomaba caipiriña en un vaso de plástico: era como si tuviera frente a sus ojos la proyección de su propio recuerdo.

      –¿Reconocés el lugar, no?

      –Sí, claro, es una playa en Bahía.

      –Y vos ya estuviste ahí, exactamente en ese lugar, tomando el mismo trago mirando a tu mujer haciendo castillitos para tu hijo. Te puedo mostrar algunas cosas más –dijo y atrasó un poco la película.

      Entonces vio el aeropuerto brasilero, escuchó la música que pasaban en la radio del taxista que los había acercado al hotel, vio el anillo de oro reluciendo en la mano negrísima del conserje cuando les había señalado el ascensor que debía llevarlos al tercer piso y a la habitación 314, las maletas excesivas de su mujer, el auto amarillo que desde la ventana de la habitación podía observar estacionado enfrente del hotel, el cenicero hexagonal pegado a la mesa de luz, los rombos rojos y negros del acolchado, el número 24 titilando en el frente del aire acondicionado, una botella de champagne que los esperaba sobre una mesa ratona.

      –¿Recordás estas imágenes?

      –Sí, claro, yo estuve ahí con Marian y Nolan.

      –Sin embargo, lo que ahora estás viendo son mis recuerdos proyectados. Eso es lo que yo mismo veía antes de la extirpación en la superficie de mis ojos sin necesidad de ninguna pantalla. Te voy a mostrar algo más. Detengámonos en la mujer. Ahí la tenés. ¿La conocés bien, verdad? No necesito que me lo digas. Se trata de Marian, sin embargo, la mujer que estás viendo en la película era mi mujer. Los mismos detalles del rostro, la tonalidad de los ojos, exactamente la misma mujer.

      –¿Cómo conseguiste eso?

      –Ya te dije, lo que estás viendo es mi memoria completa, mi memoria extirpada. No solo se trata de nosotros dos, ahí afuera hay también un millón de personas que tienen el mismo recuerdo. Es un dispositivo genérico. Una misma película para todos, una misma memoria para uno y cada uno de los hombres. Todos vemos la misma mujer. A veces se hace llamar Nadia, otras veces Juliana. Puede llamarse Marian o Laura, Gea o Winnie, da igual, todos recordamos a una única y misma mujer como la mujer con la que compartimos la vida. Tuve que ser parte de todo esto, aprender cómo se hace la extirpación, tomar contacto con todos los desesperados que ya no soportaban ese engendro artificial que les habían implantado, tuve que aprender a escucharlos, seguirlos en su distorsión del mundo para darme cuenta que los recuerdos eran siempre definitivamente iguales. Hay otras memorias genéricas, con las imágenes de otras mujeres, otros paisajes, otras narraciones, pero siempre guardan una misma estructura de relato.

      –No lo puedo entender, ¿cómo podés mostrarme lo mismo que recuerdo?

      –Hagamos un juego básico y muy tonto. Voy a decir algunas palabras y vos intentá identificar las imágenes que aparecen en tu memoria: árboles - avestruz - perfume - barco en la tormenta - trueno - manzana roja - luces de una ciudad - el nombre de tu madre - zapatillas rotas - un perro muerto - una cuchilla sucia - el nombre de un amigo de la infancia - el mar - gotitas de lluvia sobre el pasto - un tren - el nombre de su mujer - una rata ahogada. Ahora voy a decir lo mismo pero más rápido: árboles - avestruz - carne podrida - barco en la tormenta - explosión - manzana verde - luces de una esquina - nombre de su padre - zapatillas rojas - un perro muerto - una cuchilla limpia - el nombre de un amigo de su padre - el mar - gotitas de lluvia sobre el asfalto - un tren - el nombre de su mujer - una rata ahogada. Y ahora más rápido todavía: árboles - ñandú - olor de perro mojado - auto bajo la tormenta - estruendo - manzana podrida - luces de un camión - segundo nombre de su madre - zapatillas rotas - un perro muerto - una cuchilla rota - el nombre de un lugar lejano - el mar - gotitas de lluvia contra la ventana - un tren - el nombre de su mujer - una rata ahogada. ¿Cuál es el nombre de tu mujer? Decime, ¿cuál es el nombre de tu mujer?

      –…No sé.

      – ¿Se llama Nadia, se llama Juliana, o se trata de Gea?

      –No sé, no puedo.

      –A todos les pasa. Nadie lo recuerda. Podemos saber exactamente qué hicimos con ella, qué ganamos, qué perdimos, en uno y cada uno de los instantes de nuestro pasado pero no sabemos cómo se llama. Si ahora yo te preguntara ¿cómo se llama tu hijo?, vas a responderme sin problemas. El dispositivo se acomoda al estímulo externo y responde a lo que le demandan. Yo te pregunto por tu hijo y el dispositivo reacciona trayendo imágenes de tu hijo y con ello su nombre. La rapidez con la que funciona genera el efecto de creer que sos vos el que lo recuerda. Pero hay un microsegundo de diferencia entre tu voluntad y el dispositivo que desnuda la farsa. Lo que hicimos recién fue saturar la capacidad del dispositivo. Vos podías recordar imágenes de la película pero cuando repetimos las palabras y las modificamos y cada vez más rápido obligábamos al programa a presentar imágenes, el dispositivo funcionó más lento, confundió imágenes y de pronto colapsó –entonces ni siquiera fuiste capaz de decirme cómo se llama tu mujer. En ese microsegundo que tarda el dispositivo en procesar el estímulo externo y vincularlo con una imagen de la película se juega todo y se hace visible el artificio. No es tu voluntad la que recuerda, es el dispositivo el que te trae el recuerdo.

      –¿Cómo se llama entonces?

      –Marian.

      –Sí, claro, se llama Marian.

      –Ahora te sentís mejor, el dispositivo volvió a acomodarse al estímulo externo.

      –Pero todavía no entiendo por qué recién no me podía acordar.

      –Si los recuerdos no son nuestros sino de la memoria artificial, cuando esta falla ya no hay modo de recordar por nosotros mismos. No tenemos memoria de la memoria. Más allá de la película, no hay nada, no hay película de la película. Nuestro cerebro es como una sala de cine vacía. En la pantalla, la película continúa sin nunca terminar, pero no hay nadie viéndola. Cuando extirpan el dispositivo te das cuenta que tu vida es la que tenés ahí en la pantalla. Dentro tuyo no quedó nada, es la sala de un cine abandonado; solo queda la mugre que dejaron. No es difícil caer en la tentación y dejarse morir lentamente durante otra vida contemplando aquello que fuimos. Hubiese podido pasarme el resto de mi vida viendo el transcurrir de todo mi pasado.

      –Si se trata de una película ¿por qué no veo mi pasado de forma lineal?

      –El dispositivo fragmenta las imágenes y con los fragmentos va armando constelaciones de recuerdos en tiempos mezclados y superpuestos. Pero existen distintos modos de acceso. Ahora estamos pasando la película linealmente pero también podemos acceder entrando a constelaciones separadas. Cada constelación es un fragmento pero que en sí mismo es un conjunto de imágenes en el que está contenida la totalidad de la película. En cualquier fragmento están todas las imágenes de la película pero mezcladas según la perspectiva del fragmento. No se contempla entonces un bloque temporal, sino simultáneamente la totalidad de la película. Lo llaman el acceso místico. Quizás se trate de un mal funcionamiento del dispositivo que de pronto mezcla la totalidad y la sintetiza en un mismo punto del cual ya no hay retorno. Toda la historia de un hombre en un único punto de su memoria: quizás se trate de una trampa de la Compañía, una estrategia controlada. Son cortes que se dan entre una imagen y la otra, son agujeros en la proyección pero también umbrales de revelación. Nadie –dicen– que haya