―No me refería a eso y usted lo sabe. ―El teniente hizo una pausa y la contempló con descaro―. Eres muy bonita. ―Habló en confidencia y decidió prescindir del título.
―Milady, es un placer volver a verla. Milord. ―El duque de Balzack, la peor pesadilla de Olivia se había acercado a la pareja con la clara intención de hacerse notar ante ellos. La joven se agarró más de lo necesario, y sin darse cuenta, al brazo de su acompañante. El teniente vio la incomodidad en el rostro de la dama. La naturalidad que la muchacha había exhibido hasta el momento se había esfumado para dar paso a una máscara de indiferencia que, si bien podría pasar desapercibida para cualquiera, Ryan la había notado por la presión que seguía sintiendo en su brazo. El contacto no lo disgustó en absoluto, dado que al teniente le agradó en demasía sentirse un punto de apoyo para ella.
―Balzack, diría que es un placer verlo, pero nunca he sido un mentiroso. ―Ryan, que no había dejado de observar la reacción de la joven, se mostró satisfecho cuando vio que ella subió tímidamente el labio superior en una sonrisa casi inapreciable ante su observación.
―Nunca me he tomado la molestia de intercambiar palabras con un don nadie que a lo máximo que aspira es a obtener una miserable comisión en el ejército. Le desearía suerte en la batalla, pero a mí tampoco me gusta mentir y estoy convencido de que no durará más de un mes. Es lo que obtiene al ser el heredero de reemplazo de un conde…
―Mejor es morir en el fragor de la batalla luchando por mi país. Al menos con mi partida a la guerra, mi honor hacia la Corona queda probado, que es más de lo que pueden decir algunos. ―Oli, que no era una mujer al uso, se dio cuenta de que ahí había un insulto velado.
El duque bostezó en un signo de claro desprecio. Se giró hacia la joven y le ofreció una mirada ardiente que hizo tensar al teniente.
―Lady Olivia, siempre es un verdadero placer observarla. Aguardo impaciente nuestra próxima reunión. ―Balzack tomó la mano libre de la joven y depositó un beso. Ella tuvo ganas de apartar su mano y abofetearlo. No pudo hacerlo porque todo el mundo a su alrededor comenzaba a fijarse en ellos. El duque había dejado tiempo atrás sus intenciones claras con respecto a la joven. No era el momento de hacer una escena en medio de la catedral.
―Lo mismo digo, excelencia. ―Sintió las palabras atragantarse en la garganta, pero pudo echar mano de su faceta interpretativa y consiguió engañar a todos los que la observaban. Odiaba a ese noble con todas sus fuerzas.
El duque se marchó y ambos siguieron el camino hasta situarse junto a Beth y Kirk. Los cuatro se tragaron toda la ceremonia de la boda en silencio. Olivia trataba de contener los nervios y olvidar el encuentro que acababa de protagonizar con el duque. Se centró en la tranquilidad que le ofrecía ese castaño que tenía a su lado.
Los votos fueron dichos, la novia lloró, el novio la besó y toda la catedral suspiró al ser testigo de uno de los enlaces más importantes de toda la alta sociedad. No obstante, lo único en lo que pensaba Olivia era en los mil y un malabares que iba a tener que hacer para evitar a Balzack en el almuerzo posterior y, sobre todo en cómo no sucumbir a la tentación de besar esos labios tan carnosos que exhibía impunemente el teniente Ryan.
Y así fue. El duque casi le respiraba encima y el padre de la joven poco podía hacer para disuadir al bastardo porque, James Arthur, actual conde de Grafton y progenitor de Olivia, era un hombre confiado al que esa comadreja había engañado para sustraerle numerosos pagarés que dejarían a la familia en la bancarrota. El conde no era un jugador compulsivo, pero gustaba demasiado el vicio del juego, por lo que acudió a una jornada especial en la que el duque de Balzack lo había organizado todo para tenderle una trampa a su padre. La situación era crítica porque los tres que residían en Londres, es decir su padre, su madre Marian y ella misma, tenían un pie en la calle y la indigencia estaba a la vuelta de la esquina. Desde luego el conde de Grafton no había compartido la desventura ni con ella ni con su madre. No hizo falta porque a la mañana siguiente una nota del malnacido llegó para Olivia. En ella se exponía el grueso de las circunstancias y en su benevolencia el duque estaba dispuesto a perdonar la deuda a la familia si ella accedía a ser su esposa. Hasta aquí todo podría considerarse una extorsión común, pero Balzack había ido más allá y solicitaba como medio de pago, además, que ella pasase una noche en su cama.
No es que el duque no fuese atractivo. No estaba mal según los cánones de la moda, pero lo que repugnaba a Olivia eran las tendencias y prácticas íntimas del duque. Se suponía que una dama casadera ―aunque fuese catalogada como una casi solterona― no debería estar al corriente de cosas que escandalizarían a todos los que en estos momentos estaban en la mansión de los duques de Shepar disfrutando de la fiesta nupcial. Pero lo estaba, oh, sí, ella era plenamente conocedora de todo lo que atañía a ese hombre porque valiéndose de su habilidad para disfrazarse y conocer ciertos secretos, se interesó por la vida de él después de que Balzack transmitiese a su padre sus deseos de casarse con ella.
El duque tenía treinta años y lo que hacía a las mujeres que compartían su cama era diabólico. En su opinión era un auténtico criminal, pues, ¿quién en su sano juicio disfrutaría infringiendo dolor severo a otro ser humano? Hacer el amor debería ser un acto de entrega, de devoción, no un castigo corporal sin el que el hombre no consiguiera alcanzar el placer.
Todo esto lo descubrió cuando trabajó durante dos días como lacayo en casa del bastardo. Ideó un fantástico plan para escabullirse de la atención de sus padres, aludiendo a que iba a visitar a Briana al campo y la familia nunca la descubrió. Su hermano hubiese estado orgulloso de ella, porque las enseñanzas de él le habían servido en infinidad de ocasiones. El pobre Angus estaba desesperado. Una sonrisa asomó en el rostro de Olivia al recordar el día en el que lo puso entre la espada y la pared para que le contase sobre la reunión secreta de espías que hubo en su propia casa. Ella se disfrazó también ahí de sirviente y su propio hermano no la reconoció.
―No deberías jugar con un hombre como Balzack. Es más, deberías alejarte todo cuanto pudieses de él. ―El teniente Ryan no había tenido intimidad hasta este momento para hablar con ella con mayor libertad. El baile que estaban compartiendo en estos momentos sirvió para hacerse confidencias.
―Lo sé.
―Es peligroso.
―También estoy al corriente.
―Entonces, ¿por qué no lo ahuyentas?
―No es fácil impedir que un hombre como el duque no consiga sus objetivos.
―¿Eres tú su objetivo?
―Dime, teniente ―ella correspondió evitando la formalidad en su trato―, ¿tienes siempre la tendencia de preguntar aquello que ya sabes? ―Le ofreció una sonrisa para restar un poco de importancia al asunto, aunque era más grave de lo que cualquiera pudiese suponer.
―Busca un buen marido.
―¿Es una proposición? ―preguntó audazmente… de pronto Olivia sintió que no le importaría valorar una petición que viniese de este hombre. Su intención fue la de ironizar, pero…
―Pudiera ser en otras circunstancias, pero soy un simple militar y por muy tentadora que resultes, no puedo eludir el deber que he contraído hacia la Corona. Además, no serviría para protegerte si estoy lejos.
―Me sorprendes, teniente. Creí que te burlarías de mí por la insinuación.
―Soy consciente de que tratabas de bromear y no de atraparme. Esa ha sido tu suerte hoy, porque de otro modo la que podría haber quedado atrapada en su propia trampa, podrías haber sido tú.
En ese momento la danza terminó y él la condujo hacia un lado del salón para tratar de seguir hablando con ella, pues fue capaz de oír la mente de ella trabajar arduamente para ofrecer una perfecta réplica. No debería haberla acaparado y más cuando sus intenciones eran tan evidentes para el público, porque mañana todos hablarían de ellos dos. Ella le gustaba. No pudo evitarlo porque Ryan se sintió cautivado desde