Gente de tango. Carlos Federico Torres. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Federico Torres
Издательство: Bookwire
Серия: Cultura
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789508441515
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permanencia con El Rey del Compás, la última de las cuales se realizó el 22 de diciembre de 1939.

      Entre ellas, quedaron recordados registros de Pensalo bien, Nada más, El temblor, Estampa de varón —primer tema en el que Mariano Mores aparece como compositor de la música—, No mientas, De antaño, Qué importa y Que Dios te ayude, entre otros.

      Echagüe permaneció con D’ Arienzo hasta finalizar el verano de 1940, cuando se desvinculó de ese director junto con el pianista Juan Polito, a fin de formar éste nuevamente su propia orquesta con Alberto como cantor.

      La nueva agrupación se denominó Los Reyes del Ritmo, actuando en radio Argentina y en el cabaret Bambú.

      La actividad del conjunto se prolongó durante la mayor parte de la década del cuarenta, aunque sin alcanzar los altos niveles de popularidad que otras agrupaciones obtuvieron en esos años dorados del tango. A mediados del año 1950, Echagüe volvió a la orquesta de D’ Arienzo, formando rubro de cantores al momento de su reincorporación con Roberto Lemos.

      Poco después, en reemplazo de Lemos reingresó Armando Laborde, quien se había alejado de la orquesta de D’ Arienzo para ingresar a la de Héctor Varela en una relación artística que no se extendió por mucho tiempo.

      Desde ese momento hasta el mes de marzo de 1957, en el que ambos se alejaron, Echagüe y Laborde formaron el más exitoso rubro de cantores que tuvo la formación de D’ Arienzo a lo largo de toda su trayectoria.

      De esta etapa quedaron, también para el sello rca Victor al que siempre estuvo vinculado D’ Arienzo, recordadas grabaciones con la participación de Echagüe que obtuvieron mucha aceptación popular en ese entonces, como fueron los casos de los temas Cartón junao, Barajando, La madrugada, La Tango —cuya letra le pertenece sobre música del bandoneonista Carlos Lázzari—, Olvídame, Este carnaval, Y suma y sigue, Sarampión, Trago amargo, Con todo mi corazón, Qué apuro tengo, Chichipía, Bien pulenta, El Nene del Abasto, Cambalache, Amarroto, Corrientes y Esmeralda, Farabute, Che existencialista, Pan comido, Las cuarenta, Qué mufa che y sus dos grandes creaciones: Esta noche me emborracho y El tarta, entre la muy abundante discografía que D’ Arienzo con este cantor registró en ese lapso.

      En marzo de 1957, Echagüe se alejó junto con Laborde de la orquesta de D’ Arienzo, con el fin de formar ambos su propia agrupación, contando para ello con el acompañamiento de la formación dirigida por el bandoneonista Alberto Di Paulo.

      En 1960, se incorporó por un corto período a la orquesta de Juan Sánchez Gorio, con quien ya había estado a mediados de los años treinta, compartiendo ahora el rubro de cantores con Julio Fontana.

      Con esta orquesta, el 22 de junio de ese año grabó para el sello Columbia el tango de Leo Lipesker y Reynaldo Yiso Me llaman el ronco, único registro que realizó con dicha formación, prosiguiendo luego la actividad que había encarado con Laborde, hasta la reincorporación de éste a la orquesta de D’ Arienzo en el año 1964.

      En 1968, también Echagüe retornó a esa agrupación, concretando de este modo su tercera y última etapa en las formaciones del Rey del Compás.

      En la segunda mitad de los años setenta, fue cantor de Los Solistas de D’ Arienzo, orquesta constituida luego del fallecimiento del Rey del Compás por músicos que se habían desempeñado con este director.

      Entonces, Echagüe formó un rubro de vocalistas junto con Osvaldo Ramos, quien también había integrado la orquesta de D’ Arienzo.

      Quedaron en su voz grabaciones con este conjunto de los tangos Canchero, Indiferencia —el mismo tema con el que debutara en el disco casi cuarenta años antes—, El hipo, Farabute, Trago amargo, Azucena de Buenos Aires y el vals Para ti madre, entre otros temas más, varios de ellos, como casi todos los mencionados, reiteraciones de registros discográficos realizados con la orquesta de sus grandes éxitos.

      Echagüe, quien siguió en actividad hasta los primeros años de la década del ochenta, murió el 22 de febrero de 1987, próximo a cumplir 78 años.

      109. Expósito, Homero Aldo

      Uno de los más importantes poetas del tango, perteneciente a la emblemática generación del cuarenta, había nacido en Campana, en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, el 5 de noviembre de 1918. Era seis años mayor que su hermano Virgilio, pianista y compositor con el que luego compartiera la autoría de una importante cantidad de temas.

      Desde su niñez, ya radicado en la ciudad de Zárate, al mismo tiempo que avanzaba en sus estudios siempre ayudaba a su padre en la confitería que éste poseía en aquella ciudad vecina a la de su nacimiento, colaboración que sólo finalizó cuando el negocio fue vendido en 1945, lo que le permitió a partir de ese año radicarse definitivamente en Buenos Aires.

      Luego de cursar el secundario en el Colegio San José de la ciudad de Zárate, comenzó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, por lo que frecuentemente hacía el trayecto en tren entre ambas ciudades.

      Dos años llevaba en la Facultad, cuando la enfermedad de su padre lo obligó a permanecer durante más tiempo en Zárate, para hacerse cargo de la confitería, abandonando, transitoriamente, sus estudios universitarios.

      Ya estaba decidido a terminar su inconclusa carrera universitaria, pero otro motivo, su ya intensa actividad como letrista de tango, lo alejó definitivamente de la Universidad.

      Corría entonces el año 1941 y de su reciente relación con Domingo Federico surge el primer tango producto de la inspiración del que luego sería un importante binomio: Yo soy el tango, que en ese mismo año grabaran las orquestas de Miguel Caló y Aníbal Troilo, con las voces de Alberto Podestá y Francisco Florentino, respectivamente.

      También de ese año son los versos de la milonga El naranjerito, cuya música pertenece a Héctor Varela y Alberto Nery, en la que fuese su única colaboración con el luego llamado As del tango.

      Esta milonga fue grabada casi de inmediato por la orquesta de Lucio Demare con su vocalista Juan Carlos Miranda, el primero de los cantores que lo acompañara en sus grabaciones para el sello Odeon.

      En los años siguientes, la producción de Homero Expósito es sencillamente excepcional. Fue el período en el que se generó el primer aluvión de grandes temas de este poeta.

      Así, de 1942, escribió la letra de Al compás del corazón, también conocido como Late un corazón, al que puede considerarse el primer éxito del binomio que conformó con Domingo Federico.

      Este tango fue grabado en ese mismo año por las orquestas de Miguel Caló con la voz de Raúl Berón, y por la de Carlos Di Sarli con Alberto Podestá, además de Hugo del Carril, quien lo hizo con glosas pertenecientes a Julián Centeya.

      También de 1942 son Libre, Tristezas de la calle Corrientes, Pedacito de cielo, Azabache, Dos fracasos y Pueblito de provincia, mientras que al año siguiente corresponden Percal, Farol, A bailar, Mi cantar, Pobre negra, Todo y Solo y triste como ayer, la mayoría de ellos incorporada a los repertorios de las orquestas tanto de Aníbal Troilo como de Miguel Caló y más adelante, a los desprendimientos de ellas: la orquesta dirigida por Astor Piazzolla que formara Francisco Florentino para su acompañamiento en lo que refiere a la primera y las agrupaciones de Osmar Maderna, Domingo Federico y Francini–Pontier en relación con la que dirigía Caló. En el caso particular de Libre, cuya fina música pertenece al pianista Emilio Barbato, integrante de la orquesta de Osvaldo Fresedo, la grabación correspondió precisamente a esta orquesta con la voz del mendocino Oscar Serpa.

      A su vez, Solo y triste como ayer es un tango que lleva música de Alberto Soifer, pianista y director que lo grabó con la orquesta que dirigía y la voz del cantor Roberto Quiroga en enero de 1943.

      Del año 1944, son tres temas insoslayables en cualquier reseña que se haga de esa década brillante: Trenzas, Naranjo en flor y Yuyo verde, los tres en cierto modo de factura muy similar entre sí.

      En efecto, se trata de variantes de una misma raíz temática, lo que permite considerarlos como un texto continuado