Política, ideología y poder aplicados a organizaciones. Jorge Etkin. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge Etkin
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789878358291
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diversas y reglas de juego que regulan la relación. Hay diversidad de opiniones, pero no todas tienen el mismo peso. En el poder opera una asimetría o desigualdad que hace prevalecer el criterio de ciertos actores, y ello cuenta con bases de legitimación (razones, recursos, contratos).

      La desigualdad significa que no todos los participantes tendrán las mismas posibilidades de hacer prevalecer su voluntad sobre la diversidad de opiniones e intereses, aunque el ejercicio del poder no consista en uniformar, disciplinar o esquematizar actividades. La existencia de posiciones de poder no anula la diversidad, sino que la procesa en el marco de una estructura que la estabiliza y orienta.

      Una relación puede derivar en lucha (contra la dominación) cuando es similar el peso relativo de las oposiciones, las tramas de fuerzas y los intereses en juego. La confrontación no necesariamente es lo buscado desde el poder porque no es lo requerido por una organización sustentable. Existen situaciones de ambigüedad, de transición o de crisis que generan inestabilidad y afectan a los lazos laborales. La estabilidad y continuidad de la organización compleja supone que haya expectativas compartidas, busca la cohesión, no reforzar brechas o imponerse por la fuerza. El poder incluye diversas formas efectivas, de acuerdo con los fines y las múltiples necesidades del sistema.

      El poder es uno de los caminos posibles en las relaciones humanas en el trabajo. En la lógica de este concepto (para construir una organización viable), el poder no significa contar con una visión negativa de la relación, ni con una actitud destructiva por parte del emisor, como tampoco un rechazo absoluto, una necesaria negación desde la contraparte. En la inteligencia de los esquemas de poder se acepta como rasgo el desnivel (de posiciones) o desigualdad (en cierta capacidad), y junto con ello una cierta resistencia (no pasividad). Todo ello en el marco de reglas de juego y pautas compartidas, con límites que establecen el espacio y los alcances de la relación. El concepto de poder, en su versión razonable en el marco de la organización viable, no está pensado para explicar la actitud represiva, la exclusión o el sometimiento, ni está asociado con la violencia. Si bien es posible una desviación emocional o no racional, en la realidad las desviaciones y abusos están asociados con la estrategia y la tendencia hacia la acumulación de poder para conseguir la apropiación de recursos y la imposición de fines grupales. La visión política del poder es un intento de buscar el equilibrio ponderado de estas tendencias.

      En su vertiente constructiva y necesaria, se habla del poder reconocido y aplicado para arbitrar y negociar los conflictos en el trabajo, superar la presión de los intereses de sectores particulares o impulsar el conocimiento por sobre los prejuicios y modelos mentales vigentes. En los procesos de cambio, la resistencia que actúa en los vínculos de poder también es la base de la actividad instituyente o transformadora de pautas sociales. El carácter de esta resistencia se asocia a la voluntad de poner límites a la relación, a mecanismos críticos y defensivos, así como a una posible actitud cuestionadora y generadora de nuevos criterios y formas de relación.

      b) Condiciones y resistencias

      Cuando se estudia el poder de directivos y referentes en acción no lo vemos en un solo sentido, sino en el marco más amplio de la relación (desigual) entre quienes quieren hacer prevalecer su voluntad y quienes lo aceptan (bajo condiciones). No se trata de una desviación sino parte de la diversidad de posibilidades en la relación humana en el interior de la organización y también con respecto a las interacciones con otras instituciones. En un extremo, el poder deriva en situaciones de sometimiento o dominación, pero no son formas compatibles con la idea de una organización sustentable. Incluso la gobernabilidad de la organización se refiere a relaciones en el marco de un orden establecido sobre bases de diversidad, pero también de legitimación.

      La relatividad del poder remite a la existencia de límites reconocidos, en el sentido de que la contraparte también cuente con capacidades que el emisor necesita para que la relación funcione, ya sea bajo la forma de persuasión, de autoridad o del ejercicio de fuerzas reconocidas pero no de sumisión. Porque la organización requiere de los participantes (bajo criterios de razonabilidad), de su voluntad asociativa, colaborativa, capaz de contribuir ante situaciones no programadas. El poder opera en un espacio definido, dentro de ciertos límites y con reglas que son reconocidos por ambas partes. Donde opera el poder, de manera formal o informal, programado o emergente, también se encuentra una resistencia que interviene en la determinación de los límites de la relación.

      La resistencia en la relación de poder reconocida se comparte como una capacidad crítica, incluso renovadora. No como una fuerza activa y siempre opuesta del receptor, sino como una relación que incluye la negociación de límites o razones alternativas, bajo reglas de juego conocidas. Solo en situaciones extremas se manifiesta como conflicto abierto (huelgas) porque existen otras formas de revisar la relación, aún dentro de una estructura formalizada. La idea de organización viable supone un marco de derechos y libertades que permite el análisis crítico de las decisiones. El exceso de centralización y alineamiento de las relaciones es una estrategia de poder que deriva en oposiciones y crisis que desestabilizan la organización.

      Tal como sostenemos en Identidad de las organizaciones (Jorge R. Etkin y Leonardo Schvarstein, 2011), “La resistencia se expresa en formas similares al poder, esto es, la amenaza de castigos (oposición física), el ofrecimiento de recompensas (oposición remunerativa) y el recurso de la persuasión (oposición ideológica)”. No son formas excluyentes y por lo general se aplican como una combinación, dentro de límites aceptables también por la dirección. En la realidad política de la organización es posible detectar la existencia de formas dominantes o estrategias de resistencia u oposición. No se trata de una negación como enfrentamiento o ruptura, sino de críticas o reservas a las formas de poder utilizadas. Esta dinámica del poder con debate abierto es parte de una relación dialéctica (oposiciones) enmarcada en procesos de superación.

      Este análisis ubica el poder en el marco más amplio de una organización viable; es decir, con posibilidad de desarrollarse a partir de sus propias voluntades y capacidades sin dispositivos autoritarios. En ese marco se acepta que en la relación entre poder y resistencia hay una realidad complementaria. El poder en la relación humana constructiva requiere reconocer y respetar los derechos y capacidades de individuos y grupos en la organización. Esto también implica que la dirección basada en el sometimiento y el resguardo de la impunidad no es compatible con el ejercicio responsable del poder que tiene en cuenta los efectos sociales de la relación.

      Desde la gestión directiva, este enfoque relacional razonable no es una expresión de voluntarismo, sino que tiene que ver con la idea de organización requerida, de ser indispensable para lograr la autonomía y el desarrollo. Objetivo nada fácil de alcanzar en un ambiente de diversidad de fines y confrontación de intereses. También es una advertencia sobre la incapacidad directiva de programarlo todo (no factible ni deseable) y por lo tanto un reconocimiento de la idea de “la racionalidad limitada” en las decisiones. Lo mismo es aplicable a la construcción de poder directivo, construcción que necesita de la motivación y transparencia de los procesos de comunicación.

      c) Estabilidad y dinámica

      Lo relativo del poder se refiere a sus efectos reales, no abstractos ni generalizables; es el análisis en un escenario o relación recurrente, donde el poder se ejerce y se entiende. Hablar del poder en términos genéricos, por ejemplo el de los accionistas, los directivos o el sindicato, permite identificar a los actores y nos informa sobre su posición relativa como actores influyentes en ciertas decisiones en el marco de la organización. Pero no refleja las formas, las estrategias, los temas concretos que operan en el poder. Saber que un sector detenta cierto poder es un marco de referencia y un llamado de atención, no explica su alcance. No refleja las fuerzas concretas que están construyendo o inhibiendo acciones.

      Las condiciones de recursos, tiempo y lugar aportan al análisis sincrónico, análisis que se focaliza en el ejercicio concreto, no como algo potencial o posible sino operando en situación. Y existe en un marco también definido, bajo la presión de la estructura y de los grupos de interés dominantes. Pero la explicación del diagrama de fuerzas requiere también un enfoque diacrónico de los procesos de poder. Una tendencia visible