6 Las críticas al capitalismo desde estos sectores han dejado de pivotar exclusivamente en la lucha de clases entre capital y trabajo –a veces incluso se les ha reprochado haberse desentendido absolutamente de esta lucha– y han hecho hincapié en la problematización de los desequilibrios y relaciones de inequidad entre las regiones centrales y periféricas de la economía-mundo, entre hombres y mujeres, entre grupos étnicos y raciales, entre los seres humanos y la naturaleza. Es también propio de este tiempo el desenmascaramiento de la jaula de oro capitalista. Citando literalmente a Marcuse, “I am speaking here about liberation from the affluent society, that is to say, the advanced industrial societies. The problem we are facing is the need for liberation not from a poor society, not from a disintegrating society, not even in most cases from a terroristic society, but from a society which develops to a great extent the material and even cultural needs of man -a society which, to use a slogan, delivers the goods to an ever larger part of the population” (1968, p. 175).
7 Y ello no tanto como resultado de un pacto social o algo que se le parezca –como lo fue el keynesiano en otros tiempos– sino más bien como un consenso construido y custodiado desde ciertas élites y escuelas de economía que, revestido de legitimidad técnica universal, ha logrado impregnar el conjunto de las instituciones democráticas estatales e internacionales.
8 A lo largo de este texto intentaré evitar el término neoliberal, remplazándolo en la medida de lo posible por el término tardocapitalista; esto con dos propósitos: en primer lugar, esquivar esa recurrente representación del capitalismo actual como un sistema económico radicalmente diferente del precedente, figuración de la que tiende a derivarse una problematización parcial de las crisis vigentes, y seguir el hilo de continuidad que existe entre el capitalismo saliente de la Segunda Guerra Mundial y el actual; en segundo lugar, porque en realidad la deriva que toma el capitalismo en este periodo histórico no responde tanto a procesos de liberalización, como a procesos reguladores dotados de una nueva orientación, aceleradora de la tendencia consustancial del capitalismo a la concentración de capital.
9 Esto es, una transición hacia una sociedad verdaderamente posmoderna, regida, como diría Habermas, por “un principio de organización nuevo en la historia, y que no representa meramente un nuevo calificativo para la asombrosa sobrevivencia del capitalismo envejecido” (1975, p. 34).
10 Se reconoce ampliamente la influencia que tienen en estas transformaciones organizaciones tecnócratas y representantes de grandes intereses económicos, como la Escuela de Economía de Chicago o la Comisión Trilateral. La Comisión Trilateral se forma en 1973 por representantes distinguidos de círculos económicos (directores de bancos, grandes corporaciones, medios de comunicación, exdirigentes políticos, asesores tecnócratas) de Europa, Japón y Norteamérica, entre ellos, David Rockefeller (uno de los fundadores), Jimmy Carter, George Bush, Bill Clinton. El objetivo de la organización es promover la cooperación entre las regiones señaladas en relación con problemas comunes, contribuir a la comprensión pública de los problemas y proponer lineamientos, prácticas, políticas y medidas para abordarlos (Korten, 1996). Entre los productos de este organismo tuvo especial trascendencia el informe The Crisis of Democracy. Report on the governability of democracies to the Trilateral Commission (Crozier, Huntington y Wataniki, 1975).
11 Se trata de un modelo de gobernanza “implementado por una pluralidad de actores e instrumentos públicos, empresas privadas y asociaciones […] o redes informales (el “buen vecino”, la familia, etc.) que pasan a prestar servicios sobre todo” (Noguera Fernández, 2014, p. 142); de “una nueva división del trabajo regulatorio entre el Estado, el mercado y la comunidad” (Santos, 2003, p. 134), tanto en el campo de las políticas económicas como en el de las políticas sociales. Se refiere con ello al establecimiento de “una providencia residual y minimalista a la que se añaden, bajo diferentes formas de complementariedad, otras formas de providencia sectaria, de servicios sociales producidos en el mercado […] o en el llamado tercer sector, privado mas no lucrativo, y finalmente protección relacional comunitaria” (Sousa Santos, 2003, p. 134).
12 Algunas de las notas dominantes de la sociedad líquida de nuestros tiempos son la existencia nómada, el rechazo al compromiso y a toda forma de identificación con una clase o con un grupo social, la asunción individual del peso de la autoconstrucción o el fracaso y el existencialismo a la carta en un mundo repleto de opciones privadas de consumo –ocio, arte, moda, turismo, fuentes de conocimiento, formas de espiritualidad, relaciones humanas y sexuales, etc.– susceptibles de indiferentes e ilimitadas composiciones calidoscópicas (Bauman, 2003; Lipovetsky, 2012).
13 Recuérdese que este concepto fue desarrollado principalmente en el Informe Brundtland de 1987 y los textos normativos aprobados en la Cumbre de la Tierra de 1992, desde los que se ha levantado la estructura central del aparato regulador del capitalismo en las últimas décadas, hoy revisada y revalidada por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, concretada en 17 objetivos.
14 Asume como punto de partida que la pobreza y las estructuras sociales y demográficas de las poblaciones de la periferia constituyen, en cierto sentido, una de las causas de la degradación ambiental, al tiempo que, en determinadas ocasiones, la degradación ambiental se perfila como obstáculo para el desarrollo económico.
15 Ciertamente, la tesis sobre el inminente colapso del capitalismo no cuenta hoy por hoy con el soporte unánime de la comunidad científica, y los que la sostienen no pueden evidentemente ofrecer certidumbre sobre cuándo y cómo tendrá lugar o sobre cuáles serán sus consecuencias; pero desde distintas disciplinas se están formulando y contrastando pronósticos que de alguna forma ubican la crisis civilizatoria entre márgenes de incertidumbre bastante precisos (Fernández Durán, 2011; García Olivares y Solé, 2015; Latouche, 2009; Randers, 2012; Meadows, 2012).
16 Meadows, se recordará, es coautor del Informe del Club de Roma de 1972 sobre los límites del crecimiento y, por tanto, una figura de gran influencia en la articulación histórica del diagnóstico de la crisis ambiental.
17 Como expresa el propio Meadows (2012): “I am talking about longer-term resilience. I am talking about coping with the permanent loss of cheap energy or the permanent change in our climate and what we can do at the individual, the household, the community and the national level to ensure that–although we don’t know exactly what is going to happen–we will be able to pass through that period still taking care of our basic needs”.
18 Esta perspectiva acoge ecofilosofías bien diversas y en permanente diálogo, algunas más centradas en consideraciones éticas, otras en las relaciones materiales de producción y distribución de la riqueza: la ética de “nave espacial” de Boulding y la “ética de bote salvavidas”, radicalmente proyectada hacia el futuro e insolidaria con los presentes (Hardin, septiembre