– ¡Les pondremos una bomba en el culo a los vende patrias y a sus socios! Respondió el Rafa con un énfasis tajante.
– ¡Excelente! Afirmó el Presidente cruzando los dedos de sus manos frente a su cara, me agrada la franqueza y, por favor, si necesitan insultarse… háganlo cortésmente.
– ¿Cómo puede un cura de la Iglesia Católica estar al lado de un tira bombas? Denunció el General moviendo la cabeza.
– Le explicaré… respondió el sacerdote.
– Cuando veo que una aldea se muere de hambre, enfermos y sin medicinas, pienso que ponerme solamente a rezar es buscarme una coartada fácil para enfrentar el miedo y la incuria. En esos momentos creo que debo obrar… y mientras rezo debo buscar las medicinas y los alimentos. Y si no me los dan… ¡robarlos!
– Es lo que hacemos cuando asaltamos una droguería o un depósito de comestibles.
– Con toda franqueza, nos produce náuseas saber que mientras unos mueren de indigestión, otros mueren de hambre. He visto muertos de aburrimiento y muertos de cansancio…
– Padre Job… ¿a qué se deberá eso…? musitó Altamirano.
– Está todo tergiversado. La gente quiere cosas, cuando las cosas no se hacen para ser queridas, sino para ser usadas. ¡La gente es la que debe ser amada!
– He decidido estar de parte del hombre, no de parte de las cosas.
– Hemos olvidado que cada hombre es un fin en sí mismo, muy alejado de las ideas burguesas, del racismo, del maldito colonialismo y sobre todo del diabólico liberalismo capitalista. Mientras neguemos que el hombre sea un ser destinado a la trascendencia, habrá quienes piensen que hay hombres superiores, que el blanco es más digno ante Dios que el negro, y que podemos arrasar a los débiles cuando tenemos la fuerza bruta de nuestro lado.
– Explíquese… Pidió el presidente, sin dejar traslucir si no había entendido bien lo dicho, o como una atención a sus compañeros más afectos a los números que a la reflexión.
– Si tiene que optar un economista liberal entre producción y desocupación, entre rendimiento y vida humana, ¿qué elige? Siempre la producción, el rendimiento, el lucro. Sometiendo al hombre como un esclavo de las cosas irracionales.
– El comunismo es perverso porque, aunque prometa liberar al hombre del cepo capitalista, lo somete a la feroz prensa del Estado y del Partido, en un estado policíaco donde la libertad consiste en hacer lo que se les manda arbitrariamente desde el omnipotente Estado, y sobre todo, eliminando a Dios.
– Es muy difícil creer en la dignidad del hombre sometido al régimen comunista.
– Solo quien ve en la cara del hermano el rostro de Jesús no puede vivir en paz cuando lo escupen.
– Uhum… Murmuró el Presidente. ¡Resulta que todos los presentes anhelan lo mismo…! Pero por caminos diferentes…
– Parece que el Comandante del Ejército desea la paz y el orden interno, que es su responsabilidad. La guerrilla desea la Justicia y la Verdad, que son sus objetivos expresos. El Ministro de Educación busca eliminar la ignorancia… y yo los necesito a todos ustedes para hacer felices a los habitantes de nuestra patria.
– Por eso estamos aquí, peleándonos con palabras, para evitar derramamientos de sangre.
– A partir de este momento, formarán comisiones entre los antagonistas donde intentarán arribar a un entendimiento de fondo.
– ¡Mano a la obra! Encuentren un solo camino para llegar a lo que todos deseamos, sin capitular los ideales, pero cediendo cada uno lo justo en las formalidades: hagan esto por amor a todos los hombres de Andinia.
– A partir de este momento, dijo señalando a cada uno de los presentes, piensen: “La paz y la justicia en Andinia dependen de mí…”
Cuando el reloj marcaba las cinco y cuarenta de la mañana, una tercera ronda de café, esta vez con leche y bizcochos, apaciguaba los fuegos y allanaba las almas.
Capítulo 14
Intihuasi - Andinia
El sol del mediodía abrasaba la tierra, reverberante, generando una colosal pista de danzantes remolinos en la arenosa planicie. Diciembre, el padre del verano, descartaba sus días sobre la capital de Andinia con espléndidas auroras, plasmando un sol que asomaba curioso su orondo cuerpo, agazapado detrás de las verdes montañas del oriente. Caldeaba el aire y la tierra y fenecía glorioso envuelto en una silente sinfonía de colores; pincelando con sus veloces dedos de energía tenues fantasmas siderales.
Faltaban cuatro días para Navidad, única fecha que lograba atascar la sala de espera del Aeropuerto Internacional de Intihuasi. Ese fatídico día, arribó en el vuelo del flamante Mcdonnell Douglas de Lufthansa, originado en Fráncfort, alguien que decía llamarse Steve Hoffman.
Aparentaba tener unos 45 años, de mediana estatura y cuerpo atlético, un rostro agraciado de escultura griega, bosquejado con diferentes tonos almendrados en un arquetipo de armonía. Ojos pardos, tez bronceada y un pelo castaño levemente ondulado, le conferían una finura tal, que hacía pensar lo hermosa que debería ser su hermana.
El equipaje se reducía a un porta trajes Sansonite y una cámara Leica colgada displicentemente del hombro, sin estuche, con un reluciente lente Leitz zoom 35-200. Su porte de ejecutivo lo confirmaba el impecable traje azul-plomo, una gabardina beige terciada en su antebrazo izquierdo, lentes ahumados Metzler enchapados en oro, que mantenía colocados en la penumbra interior de la terminal aérea, y el costoso reloj Piaget de platino, semioculto en su muñeca; además de una sorprendente colección de tarjetas de crédito, absolutamente falsas, que asomaron de su cartera al extraer el pasaporte.
Los agentes de aduana ni siquiera revisaron el escueto equipaje, estamparon el sello de ingreso en el pasaporte alemán de la Comunidad Europea, con ese atisbo de misericordioso desprecio que evidencian cuando no molestan al pasajero.
Faltando tan solo cuatro días para Navidad, uno de los tres asesinos profesionales más cotizados del mundo, entró a Intihuasi como rata por las cloacas.
Steve Hoffman había nacido en Fráncfort el doce de diciembre de ese mismo año. Cumplía sus primeros nueve días de vida. Antes se había llamado Irineo Poletti… o Paul Wright… o Efren Lang… hasta llegar, en una interminable lista de efímeros alias a su verdadero nombre, si es que alguna vez lo tuvo, que algunos “clientes” creían conocer y ninguno estaba seguro que fuese genuino.
Ni siquiera él mismo.
Entre los asiduos comitentes figuraban las grandes Agencias de Inteligencia de los cinco continentes y las poderosas Compañías multinacionales. Steve Hoffman era un auténtico profesional free lance.
El poder exige disciplina y el orden limpieza… Si se entiende por orden la no alteración de los planes más rentables, aunque estos planes sean industrializar gas nervioso o procesar heroína… Y por limpieza, extirpar del medio las mentes que tuviesen la peregrina idea de oponerse o dificultar dichos planes. Naturalmente, al mismo tiempo que la mente, volaba el envase.
Clasificado con la máxima distinción en la escala de peligrosidad y eficiencia, era el ejecutor seleccionado cuando los trabajos sucios del más alto nivel debían quedar absolutamente impolutos. Sus víctimas no eran asesinadas. Simplemente se morían.
Nació en el planeta Tierra. Eso era de lo único que estaban todos convencidos, probablemente en algún paraje del centro de Europa, hipótesis basada tan solo en su dominio lingüístico de nueve idiomas, alguno de los cuales, como el húngaro y el checo, difícilmente lo hubiese estudiado por deleite o necesidad; además de la total pérdida de sus orígenes y documentación, supuestamente calcinada en algún bombardeo. Al llegar a la edad de la razón, se encontró en este mundo sin padres,