Luz de luciérnaga (2a edición) + Somos electricidad. Zelá Brambillé. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Zelá Brambillé
Издательство: Bookwire
Серия: Wings to Change
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013126
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levanté, decidido, y salí con las llaves de mi vieja camioneta. Manejé hacia su casa, tenía que saber qué estaba pasando y por qué huía de mí. Ya no estaba enojada por lo que había dicho Leila, entonces supuse que era por lo del beso.

      Aparqué y descendí de la carcacha. La casa de Carly era blanca, había decenas de plantas con pequeñas florecillas, en su mayoría, violetas.

      Después de dar un respiro lento coloqué mi puño sobre la madera para tocar, esta se abrió antes de que pudiera hacerlo. Los ojos marrones del papá de Carly me dieron la bienvenida, negó con la cabeza, indignado.

      —Tu camioneta se escucha desde hace dos cuadras. —Se hizo a un lado para dejarme pasar—. Llegó muy temprano por la mañana, está en su recámara.

      Me dispuse a subir las escaleras. Sabía que si tocaba su puerta no me abriría, así que simplemente abrí de un jalón.

      Estaba sentada frente a la ventana, se podía apreciar todo el vecindario desde allí, eso quería decir que me había visto llegar.

      —Dile que no puedo verlo, papá —soltó después de lanzar un suspiro—. Lo que sea, pero no quiero hablar con él ahora.

      —Soy yo. —Mi voz tembló. Su espalda se envaró y no respondió, así que me acerqué a ella con sigilo. Quizá besarla no había estado bien, no lo sabía, pero no me arrepentía. Sentir sus labios sobre los míos, su ardiente lengua tocando la mía se había convertido en la mejor sensación del mundo, había sido asombroso y aún seguía quitándome el aliento. Ya la había besado antes, pero esta vez éramos conscientes. Era caliente y húmedo.

      Coloqué mis palmas sobre sus hombros.

      —¿Por qué te fuiste de esa manera? ¿Es por lo del beso?

      —El beso fue un error —soltó tajante, mi pecho se hundió

      y mi corazón se llenó de grietas—. No va a volver a ocurrir.

      —¿Un error? —pregunté en un susurro. Ella se puso de pie

      y me enfrentó. Su nariz estaba roja, al igual que sus mejillas. Sabía por qué—. ¿Estuviste llorando?

      —Vete, Dave —pidió.

      —¿Qué estoy haciendo mal? —rogué. Necesitaba entenderla. Me había aventurado a besarla y quería respuestas. Una chispa nació en sus ojos miel, me hizo recordar a una fogata en pleno apogeo. En cualquier momento las llamas comenzarían a surgir y me devorarían.

      —¡¡Todo lo haces mal!! —gritó con rabia. Sus manos estaban temblando—. ¡¿Para qué me besaste, Dave?! ¡Era más sencillo antes!

      Su mirada se nubló, pronto comenzó a soltar lágrimas, ella lanzó un rugido exasperado antes de dejarse caer de nuevo en la silla. Analizando cada uno de sus gritos, me dejé caer en la cama con resignación y miré las estrellitas del techo.

      —Nunca te he reclamado nada, Dave, pero se supone que somos amigos y estos últimos días… —Hizo una pausa antes de continuar—. ¿Por qué nunca me defendiste de Amanda?

      Porque quería dejar de amarla, quería amar a otra persona porque nunca sentiría lo que yo.

      —Por imbécil —murmuré. No fue el mejor resumen de todo lo que sentía, sin embargo.

      —¿Por qué me besaste?

      ¿Cómo desviar esa pregunta?

      —Porque siempre he querido hacerlo.

      Un incómodo silencio nos embargó, se quedó pasmada.

      —¿Qué? ¿Por qué querrías eso? —musitó, aturdida. ¿No era obvio? Porque me moría por ella. Le lancé una mirada de soslayo, me estaba mirando anonadada. La sangre se concentró en mis mejillas y las calentó.

      —Solo lo quería, Carlene, me moría de ganas, ¿sí? —Me estaba exasperando—. Cuando una persona ama a otra...

      —Pero tú no me amas, Dave —dijo, interrumpiéndome.

      Quise lanzar carcajadas ante ese comentario tan absurdo. La había amado una vida, estoy seguro que si existí en otra época la amaba y sé que si reencarno la seguiré amando.

      —Claro que lo hago. —Dejé que nuestros ojos se conectaran. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal por su mirada escrutadora.

      Por algún motivo recordé el día que perdió la virginidad. Ella se derrumbó en mis brazos, dijo y repitió miles de veces que estaba arrepentida, que Richard no la había tratado con delicadeza y que tenía miedo porque él se había negado a usar protección. Yo estuve a su lado cuando se hizo la prueba de embarazo, la escuché soltar el aire después de ver la respuesta negativa. Deseé arrancar cada cabello de la cabeza de Richard, pero Carlene no lo permitió y, dos semanas después, lo encontramos en el bar con otra.

      No podía insinuar que no la amaba.

      No podía creer que todo eso estaba sucediendo por un malentendido. Leila supo manejar muy bien sus cartas, era una de las internas del bufete donde trabajaba. Nos acostamos una vez, al igual que muchas otras pensó que podríamos ser pareja, le aclaré las cosas y no se puso a gritar ni nada parecido. El día que pasó todo me dijo que había olvidado algo en mi habitación y que necesitaba esos papeles con urgencia. Cuando bajé las escaleras con los documentos ella estaba afuera de la cocina llorando sin parar. Me dijo que Carlene la había insultado y sacudido solamente porque le había dicho dónde comprar zapatillas. Sabía que Carly se ponía a la defensiva en ocasiones con las chicas y le creí. Sí, era un tonto.

      —Me equivoqué, decidí creer a una chica que no es mi mejor amiga, lo siento.

      —Sí, yo también —dijo con tono sarcástico—. Voy a decirte lo que creo que pasa: solamente me besaste para retenerme, ¿cierto? Te cansaste de las otras y ahora también quieres jugar conmigo.

      Me enderecé ante sus palabras. ¿Eso pensaba? Quise defenderme, pero no había terminado de despotricar en mi contra.

      —¿Por qué a mí, Dave? Puedes acostarte con cualquiera. ¿Para qué burlarte de mí? ¿Qué hice mal para que te olvidaras de todo lo que hemos vivido?

      Su dolor me sacó el aire, se levantó con la intención de salir de su alcoba, pero fui más rápido, así que la detuve por el codo y la giré para que me mirara. Su diminuta nariz tenía un tinte rojizo que combinaba con sus mejillas sonrosadas. Sus labios carnosos siempre me tentaban, cuando lloraba hacía cierto puchero que me incitaba a besarla.

      Abracé sus hombros y coloqué mi barbilla sobre su cabeza, Carlene no me abrazó, tampoco me apartó.

      —Te besé porque quería hacerlo.

      —Eso no basta —refutó—. David, regresa a tu casa.

      Con una sonrisa triste acaricié la piel de su antebrazo con cariño.

      ¿Cómo le podía confesar mis sentimientos si no creía ni siquiera en mis besos? Mis ojos se nublaron y mi garganta se cerró. Quería que supiera tantas cosas, que fuera testigo de cómo mi corazón se aceleraba cada vez que me miraba, cada vez que decía mi nombre. Quería decirle que me gustaba su manera de vestir y de caminar y que, a pesar de todo lo que decían, no había mujer más hermosa para mí. Moría por hacerle ver que no importaba el montón de chicas, siempre sería ella antes que cualquiera.

      Quizá mi cuerpo había estado con muchas, pero mi corazón, mi mente y mi alma solamente con ella. Pero no me atreví, una vez más lo guardé, sin saber cuánto más iba a poder esconderlo, pasaba el tiempo y crecía más; empezaba a sentir que me haría explotar.

      Se mantenía alejada y distante. No tenía idea de qué era lo que estaba ocurriendo en su cabeza y eso me estaba matando lentamente.

      Todo el camino al terreno de papá lo hizo con los auriculares puestos, los acordes de las