Luego de terminar su frase, abrió la puerta y salió de la habitación.
Nolan quedó un poco incómodo y dijo―: A veces se pone así, sobre todo cuando trabajamos con el FBI o con otras agencias externas. Tiene un problema con el control… Pero eso queda entre nosotros tres.
Chloe hizo un gesto como si cerrara la boca con un cierre.
–Lo entiendo. Ahora, ¿podemos tener la información de contacto de la limpiadora? Me gustaría ir a visitarla antes de que se haga muy tarde.
CAPÍTULO CINCO
Rosa Ramírez vivía en un apartamento justo al borde del extremo más bonito del centro de la ciudad. Cuando recibió la llamada de Nolan, parecía deseosa de ayudar a Chloe y Rhodes. Eran las 16:30 cuando llegaron a su apartamento, y era claro que ella había ordenado para recibirlos, incluso había preparado café y había puesto unas galletas sobre la mesa ratona.
–Sra. Ramírez ―dijo Chloe―, ¿hace cuánto tiempo que trabaja en la casa de los Fairchild? Según lo que me han dicho, ellos se han mudado a la ciudad hace cinco semanas.
–Es correcto. Respondí a su aviso en línea que decía que precisaban ayuda en la casa. Incluso fue una semana antes de que se mudaran aquí. Querían que todo estuviera listo para cuando se mudaran, eso incluía una empleada doméstica. Incluso los ayudé a desempacar algunas de sus cosas.
–¿Parecían apreciar la ayuda?
–Sí, se notaba que no estaban muy acostumbrados a que la gente quisiera ayudarlos.
Chloe se sirvió un café a pesar de que estaba tratando de reducir su ingesta de cafeína. Ella quería que Rosa se sintiera tranquila, un testigo que se siente cómodo, generalmente puede recordar cosas que de otra manera no recordaría.
–¿Alguna vez discutió con alguno de ellos? ―pregunto Rhodes.
–No, ni una vez. Ellos incluso aceptaron mi tarifa sin negociar, aunque les pasé una tarifa un poco más elevada de lo que normalmente cobro. Jamás me dijeron algo negativo ni me levantaron la voz.
–¿Y entre ellos dos? ―preguntó Chloe―. ¿Alguna vez los vio discutiendo?
–No, estuve pensando en ello, pero no puedo recordar ni una sola discusión. Pero recuerde que esas cinco semanas que trabajé con ellos, solo los vi juntos dos veces. Generalmente, Mark estaba viajando por negocios.
–¿Sabe dónde iba en esos viajes de negocios?
–Iba a muchos lugares. Pero creo que se basaba sobre todo en la cosa este: Boston, Washington DC, Nueva York.
–¿Sabe si a Jessie le molestaba eso?
–Si le molestaba, lo ocultaba muy bien. Ella se mantenía ocupada, muy ocupada. No sé si se llegaba a dar cuenta que su marido no estaba.
–¿Cómo se mantenía ocupada? ―preguntó Rhodes.
–Bueno, el vecindario en el que viven está lleno de gente importante. O en realidad, si les soy completamente honesta, de gente que se cree que es importante. Jessie estaba tratando de encontrar un lugar donde encajar. Estaba probando suerte en todos los círculos sociales, clubes de jardinería, recaudación de fondos, intentaba ayudar en la organización de eventos de gala locales, todo ese tipo de cosas.
–¿Se comprometió oficialmente a alguna de esas actividades?
–No que yo sepa.
–Sra. Ramírez, sé que entiende que necesito preguntarle dónde estuvo las primeras horas del día que encontró el cuerpo de Jessie Fairchild.
–Sí, lo entiendo ―dijo suspirando―. Era un viernes y los viernes me tomo la mañana libre. A veces duermo y me pongo al día con mis programas de televisión favoritos. Otras veces, aprovecho para hacer mandados. Pero este viernes, estuve en la biblioteca una parte de la mañana.
–¿Alguien la vio allí? ¿Alguien podría confirmar su historia?
–Sí, vacié algunas de mis viejas cajas almacenadas y doné un montón de viejos libros de bolsillo a “Amigos de la Biblioteca”. Los llevé en uno de los carritos de la biblioteca e incluso ayudé a la asistente de la bibliotecaria a guardarlos.
–¿Recuerda a qué hora fue eso?
–Claro, creo que llegué cerca de las diez y media. Salí de allí a eso de las once o un poco más tarde. Luego conduje hasta la casa de los Fairchild.
–¿Se detuvo en algún lugar antes de llegar?
–Sí, me detuve en Wendy’s para almorzar.
–Y cuando llegó a la casa… ¿vio algo extraño o fuera de lo común?
–No, nada. Lo único fuera de lo común fue cuando vi a Jessie en la cama con su atuendo de salir a correr.
–La policía nos ha dicho que su marido estaba en la ciudad, y no en un viaje de negocios. ¿Sabe si eso es verdad?
–Creo que sí. Normalmente me avisan cuando Mark no va a estar. Pero en lo que a mi respecta, él estuvo en su oficina el viernes. Yo llegué a la casa cerca de las once y media, unas tres o cuatro horas después de la hora que él se va a la oficina.
–Sra. Ramírez ―dijo Rhodes―, ¿cree que hay alguna posibilidad de que Mark haya asesinado a Jessie?
Rosa negó firmemente con su cabeza y dijo―: No. Es decir, sé que todo es posible, pero realmente lo dudo. Él es un hombre bueno, bromista y era muy amable con ella. Ambos tenían unos cincuenta años y eran la clase de pareja que aún camina tomándose de la mano. Incluso he llegado a verlo a él dándole una palmadita juguetona en el trasero, como si fueran dos recién casados. Parecían ser muy felices.
Chloe estaba asimilando toda la información. Ella estaba segura de que Rosa no tenía nada que ver con el asesinato de Jessie Fairchild. Le pediría a la policía que corroborara su coartada, pero le parecía que sería una pérdida de tiempo.
–Gracias por su tiempo ―dijo Chloe terminando se café de un trago. Le entregó su tarjeta de presentación a Rosa y se dirigió a la puerta. ―Por favor, llámame si recuerda algo más.
Rosa asintió mientras los acompañaba a la puerta y dijo―: Hay una cosa que se me viene a la mente ―dijo.
–¿Qué cosa?
–Es sobre el anillo en la mesa de luz, el que usaron para cortarle el cuello. No tenía sentido que estuviera allí. Jessie era una maníaca del orden, por algo contrató una señora de la limpieza a pesar de que su casa estaba siempre limpia. Jamás había visto que dejara joyería en cualquier lugar.
Chloe asintió como si también hubiera tenido la misma impresión. Que el anillo estuviera allí no solo servía como una especie de mensaje del asesino, también probaba que el asesino no estaba interesado en la riqueza ni en robar nada. El anillo era muy caro y su único propósito había sido ser utilizado como arma. A pesar de que el asesino lo tuvo en sus manos, no tuvo ningún interés en robarlo.
Y ese hecho aislado decía mucho sobre el asesino.
«Y Ahora», pensó Chloe, «todo lo que tengo que hacer es interpretar el mensaje del asesino».
CAPÍTULO SEIS
Cuando Chloe y Rhodes salieron del apartamento de Rosa apenas eran las cinco de la tarde. Solo les llevaría unos cuarenta y cinco minutos de viaje desde donde estaban hasta Washington DC. A Chloe le agradaba la idea de regresar y no tener que quedarse en un motel. Pero con un caso así, no sabía cuándo terminaría el día.
–¿Deberíamos ir a la biblioteca para corroborar la coartada de Rosa? ―preguntó Rhodes mientras Chloe conducía hacia la salida del estacionamiento de complejo de apartamentos.
–Pensé en ello, pero es domingo a la tarde. Dudo mucho que la biblioteca esté abierta. Me gustaría averiguar de dónde salió ese anillo. Quizás intentar descubrir