El Amanecer Del Pecado. Valentino Grassetti. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Valentino Grassetti
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Современная зарубежная литература
Год издания: 0
isbn: 9788835404651
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la esperaba en lo alto de las escaleras, un brazo sosteniendo el pesado diccionario de italiano, el otro agitándolo en el aire para decirle que se diese prisa. Daisy aceleró el paso para llegar hasta Lorena cuando vio a Guido. El autor del artículo era un chaval que, si bien no del todo introvertido, era, de todas formas, un adolescente melancólico y silencioso, con los rizos negros enmarañados, la sudadera descolorida, los anteojos redondos, pequeños y escurridizos que ponía en su lugar con un dedo para que no le cayesen de la nariz.

      –Ho… hola Daisy –dijo inseguro, las palabras se frenaban por un mal presagio que le estaba diciendo que se estuviese callado. Tiró por la calle de en medio que le hizo balbucear en vez de callar.

      – ¿Te ha gustado el artículo? –dijo metiendo las manos en el fondo de los bolsillos de los pantalones apuntando sus ojos hacia el rostro fresco y limpio de ella.

      Daisy no respondió y siguió adelante reservándole esas atenciones que se les da, más que a una persona poco grata, a un objeto de mobiliario particularmente insignificante.

      – ¡Vaya! ¿Qué mosca le ha picado?

      –La foto, ¡capullo! –Le reprochó Lorena –Has puesto un selfie de Facebook. En las redes sociales podían verla sólo los amigos. En Croniche Cittadine la han visto todos.

      –Pero, la foto es, cómo lo diría, intensa. Sí. Intensa es el término justo.

      También Lorena estaba de acuerdo y probablemente Daisy pensaba de la misma manera. Lorena, sin embargo, conocía la extraña psicología de la amiga.

      No estaba enfadada con Guido por la foto sino por algo más profundo y complicado.

      Daisy Magnoli se había enamorado de él. Una atracción que no conseguía controlar y ni siquiera perdonarse. Guido, de hecho, no tenía ninguna de las cualidades que hubiera deseado en un muchacho. No lo encontraba ni atrayente ni tampoco demasiado simpático. Era poco sociable, cerrado y aburrido. Los otros muchachos, por el contrario, eran excéntricos, un poco salvajes y temerarios. Mientras que Guido era triste y gris como un cielo sin relámpagos. Daisy no habría podido relacionarse con uno de ese tipo.

      A pesar de todo el muchacho de cabellos rizados estaba siempre en el centro de sus pensamientos. Por esto lo trataba mal. Quería obligarlo a que la odiase, quizás de esta manera se lo sacaría de la cabeza.

      Los estudiantes entraron en la clase. Lorena apoyó el diccionario sobre el pupitre y se sentó al lado de Daisy.

      –El hecho es que no soporto tenerlo siempre en la cabeza –murmuró a su amiga. – ¿Pero, lo has visto? Hoy va más encorvado. Pero ¿cuánto tiempo pasa delante del ordenador? –dijo buscando un pretexto que lo volviese insoportable.

      Guido entró el último en la clase. Compartía el pupitre con Filippa Villa, una chavala enorme y arrogante, un dedo medio tatuado en la parte baja de la espalda que surgía de una camiseta demasiado corta. La lección había comenzado pero el profesor todavía no había llegado.

      El profesor de italiano era el representante sindical del colegio.

      Alguien lo había visto discutir en la secretaría, donde había gritado algo con respecto a algunas cuentas de gastos para las actividades extraescolares de los profesores. Cada asunto sindical que se debía resolver requería mucho tiempo y Manuel Pianesi, el estudiante que ocupaba el primer pupitre, lo aprovechó para encender el ordenador del escritorio.

      Manuel descargó de Youtube el vídeo de I’m rose que enseguida apareció proyectado en la pizarra interactiva.

      – ¡Manu, quita esa historia! –se lamentó Daisy.

      – ¿Habéis visto? Casi medio millón de visualizaciones –observó Manuel, los mechones de rastas que bajaban por sus hombros derechos y robustos. Manuel era un tipo bullicioso y divertido, de esos que sentían la incontenible necesitar de hacerse ver.

      – ¿Alguno ha leído, por casualidad, los últimos comentarios? –dijo riendo el chaval intentando llamar la atención sobre él.

      – ¿Qué quieres decir? –se alarmó Daisy que, temiendo una broma, se levantó del pupitre, llegó hasta la mesa del profesor y arrancó el ratón de las manos de Manuel. Él se encogió de hombros, ella pinchó sobre la barra de los comentarios.

      Daisy Magnoli parece una diva, pero puedo garantizaros que es tan tímida que si se lo pides te la enseña sólo en Instagram. Firmado Manuel Pianesi, adorado compañero del instituto.

      –Estúpido. Esta me la pagas –se enfadó Daisy.

      –Venga, es sólo una crítica constructiva. Y además no has visto lo que ha escrito Leo –dijo Manuel apuntando el pulgar a la espalda para señalar a Leonardo Fratesi, un chaval de tipo atlético, no muy alto, de cabellos rojos derechos como cerdas.

      Leo se levantó de su puesto y se mofó de Daisy con una reverencia.

      Daisy Magnoli siempre va de guay. Quiero decir que esperaremos a que sea vieja y fea para que sea ella la que se nos tire encima. Firmado Leo Fratesi, otro adorado compañero de instituto.

      Daisy leyó una plétora de comentarios divertidos todos firmados por sus adorados compañeros de instituto.

      Daisy Magnoli tiene las tetas tan pequeñas que, en lugar del sujetador, lleva tapones de cerveza.

      Daisy Magnoli, cansada de atascar la moto segadora ha decidido dejar de depilarse.

      Daisy Magnoli ha prometido llegar virgen al matrimonio. Por esto se ha casado a los doce años.

      Daisy, mientras leía, se ruborizaba cada vez más, las cejas curvadas amenazaban tormenta.

      Guido observó el vídeo sombrío y silencioso. La película era una pequeña obra de arte creada por el hermano. Adriano Magnoli tenía un talento creativo fuera de serie. Una vena que la enfermedad parecía, de todas maneras, haber acentuado. I’m Rose fue escrita en un sola noche. Por la mañana, el chaval ya había sintetizado todo y por la tarde estaba ya en el sótano con su hermana para filmarla mientras interpretaba la canción. Daisy bailó en una sala llena de estanterías de aluminio y cajas de embalaje cerradas con cinta adhesiva. Adriano hizo desaparecer todo gracias a los efectos digitales. En el vídeo Daisy aparecía envuelta por espirales de niebla que parecía que danzaban con ella.

      Si para Daisy el éxito en la web fue la clave para participar en Next Generation, para su hermano I’m Rose se convirtió en el objeto de su manía. Adriano permanecía durante horas y horas sentado delante del ordenador observando la película de su hermana. Ahora, el Internet democrático, libre y fisgón la había echado como pasto a los leones. Era criticada, alabada e insultada por gente desconocida. Nunca lo habría confesado pero lo encontraba excitante, como si alguien la estuviese mirando desnuda desde el agujero de la cerradura.

      –Y me pregunto ¿qué he hecho para merecerme una panda de capullos como compañeros de colegio? –dijo riendo.

      – ¡Oh, muchachos, ya llega! –dijo Lorena alarmada observando al profesor caminar jadeante por el pasillo.

      Daisy estaba a punto de apagar el ordenador cuando en el vídeo apareció un nuevo comentario.

      Una frase breve y malvada dirigida a su hermano.

      Adriano, deja de buscarme. O tendrás un feo final.

      Archivo clasificado nº 2

      La redacción ha recibido la documentación grabada

      Entrevistando al testigo (omitido)

      GRABACIÓN COMPLETA

      – ¿Esa grabadora está encendida? ¿Es necesaria?

      –No se preocupe por la grabadora. Haga como si no estuviese.

      –Bueno, como ya he dicho, después de la muerte de mi Lucas no conseguía estar en paz. Lo añoraba. Lo añoro tanto. He pasado días enteros en su tumba. Me sentaba en una butaca de picnic, de esas plegables. Me sentaba allí y hablaba con él. Hablaba de todo. Del colegio, sobre