Llenas de Gracia. Johnnette Benkovic. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Johnnette Benkovic
Издательство: Ingram
Серия:
Жанр произведения: Религия: прочее
Год издания: 0
isbn: 9781936159628
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      A medida que escribo este capítulo, yo contemplo la asombrosa belleza de la creación. Un cielo azul, sin nubes, se sumerge en la eternidad. Un follaje frondoso pinta el panorama con tonos de esmeralda. Los pinos fuertes y sólidos se mecen levemente, sus alargadas agujas respondiendo a la sensual caricia de la brisa. Las ramas más capaces se estiran hacia el cielo y abrazan el calor del sol, absorbiendo su radiante energía para dar comienzo al proceso de producir vida que llamamos fotosíntesis. Fuera de mi ventana, la creación refleja la majestuosidad y esplendor de un Dios que añora una relación de intimidad dadora de vida con Sus criaturas.

      Sólo mediante una relación con Él llegamos a descubrir quiénes somos en verdad. Al ser hijas del Más Alto, nosotras somos llamadas a la misma vida de Su Único Hijo Engendrado, Jesucristo. Su nacimiento, Su pasión, Su resurrección. Como tal, nosotras somos llamadas a una santidad que es un reflejo de la majestuosidad de Dios aún mayor que la majestuosidad de la belleza de la naturaleza.

      Yo he aprendido a lo largo de mi propia vida, sin embargo, que nosotras no podemos comenzar a reflejar la Majestuosidad Divina, o a responder a Su llamado divino, a menos que primero elijamos conocerlo. Tenemos que anhelarlo a Él de la misma manera que Él nos anhela a nosotras—libremente y completamente, sin reservas y sin condiciones. Dios, en Su amor por nosotras, nos ha otorgado el libre albedrío para que nuestro anhelo por Él pueda ser genuino y puro. Él anhela que nosotras elevemos nuestro corazón hacia Él, aceptemos Su voluntad divina, y permitamos que Su presencia llene nuestras almas. Dios desea que abramos las puertas de nuestros corazones para que Él pueda entrar y tener comunión con nosotras; y ahí, en nuestros momentos más íntimos, como el primer rocío de una mañana de primavera, Su gentil amor ablande las partes más endurecidas de nuestra tierra, imbuyéndola de la gracia dadora de vida. Su semilla de amor, plantada en nosotras de forma tan gentil, echa raíces; y nosotras, como reflejo del Padre, rendimos nuestra fructífera cosecha de amor.

      El Poder Transformador de la Oración

      No conozco ningún otro camino que conduzca a conocer al Padre excepto a través del Hijo. Y no conozco ningún otro camino que conduzca a conocer al Hijo que no sea a través de la oración. De hecho, en el silencio de nuestros corazones, nosotras experimentamos “toda clase de bienes espirituales” (Ef 1:3) Cuando permanecemos en Su presencia, nos habla Su voz, nos tocan sus manos, nos abraza Su amor. La agonía de nuestra condición de caídas se sosiega. Desaparecen los escombros de nuestra alma. Y nuestros corazones se remontan hacia la eternidad y saborean un regocijo ilimitado. En Efesios, San Pablo nos dice que incluso antes de que Él creara el mundo, Dios nos eligió para que fuéramos santos y sin mancha en Su presencia, por el amor. (ver Ef 1:4)

      En la oración, nosotras nos aventuramos por un camino sagrado hacia la exculpación y el amor. Nuestra propia condición mísera, nuestras flaquezas y debilidades se atenúan ante la luz de Su presencia. Cuando la mano de Dios nos toca, nuestros dolores y sufrimientos adquieren la brillantez de la gracia redentora. Nuestras circunstancias son oro probado al fuego brillando en el crisol del Sagrado Corazón. Y, en la luz radiante del Lucero de la Mañana, la voz de Dios habla. Nuestros corazones permanecen apacibles. Y el Verbo se hace carne dentro de nosotras. Por ello, proclamamos junto a San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. (Gal 2:20)

      De hecho, la oración es la fuerza de la vida en abundancia. Independientemente de que permanezcamos en silencio adorando a Aquél que nos creó, o tocando insistentemente en las puertas del cielo con nuestras peticiones más urgentes, o leyendo meditativamente la Sagrada Escritura, la oración es el agente transformador de nuestras vidas. Es tan esencial para nuestras vidas en Dios que tanto este capítulo como el próximo lo dedicaremos a este tema.

      La Intimidad de la Relación

      Recuerdo claramente cuando me enamoré de mi marido. Cuando empezamos a salir, yo sabía que había algo especial en este hombre, y en nuestra relación. Yo deseaba pasar todo el tiempo con él; y los períodos entre fines de semanas me parecían una eternidad.

      Al principio, nuestros momentos juntos eran delicados. Aunque la atracción era mutua, existía también el temor a ser rechazado, como es natural. Pero, a medida que nuestra relación fue progresando, comenzamos a sentirnos más a gusto cuando estábamos juntos. Queríamos saber todo lo del otro, y pasábamos innumerables horas hablando de nuestros sueños y ambiciones, nuestras ideas y actitudes, nuestros planes futuros y aspiraciones, nuestra visión del mundo y nuestro lugar en él.

      Cuando esa primera luz trémula del interés empezó a estallar en llama de amor, nuestra relación alcanzó un nivel más profundo de intimidad. Ya no importaba de qué habláramos o a dónde fuéramos. El estar juntos era suficiente. Nos conocíamos el uno al otro, nos entendíamos el uno al otro, nos amábamos el uno al otro. Desarrollamos una relación de confianza entre nosotros. Habíamos entregado nuestros corazones, y permanecíamos receptivos el uno al otro. Gradualmente, las tardes juntos se convirtieron en momentos de confortable quietud y silencio. Una caricia, una sonrisa gentil, una expresión de los ojos era lo único que hacía falta para transmitir las intenciones de nuestros corazones. Y cuando caía la noche y nos dábamos el beso de buenas noches, el calor de nuestro corazón permanecía como un carbón ardiente dentro de nosotros. Con fe expectante, aguardábamos al momento en que pudiéramos expresar la totalidad de nuestro amor como esposo y esposa.

      La relación con Dios se desarrolla más o menos de la misma manera. No podemos comenzar a conocer a Dios a menos que no pasemos algún tiempo con Él. Y la forma en que pasamos tiempo con Él es mediante la oración.

      ¿Qué Es la Oración?

      La oración no es otra cosa que simplemente una respuesta hacia el amor incondicional de Dios hacia nosotras, y una invitación de Su parte para que experimentemos ese amor. En la oración, Dios eleva nuestros corazones y mentes hacia Él a la vez que nosotras anhelamos rendirnos completamente ante Su acción en nosotras. A través de la oración, Dios nos llama a entrar en intimidad con Él, en una intimidad que nos transforma, una intimidad que nos infunde de su presencia, una intimidad que es dadora de vida.

      Mediante la oración, nosotras entramos en la esencia misma de la vida Trinitaria, y alcanzamos una experiencia de la llama divina del amor dentro de los confines más íntimos de nuestro ser. En unión con Dios, a través de la oración, nosotras nos convertimos en una imagen radiante de Su vida activa en el mundo, encendiéndolo con el fuego de Su presencia y sanándolo con Su amor.

      La madurez espiritual se alcanza a través de la oración y de la aplicación de sus frutos en nuestras vidas cotidianas. Un tiempo al día que separemos para la oración nos ayudará en nuestro compromiso de ser sinceras y fervientes con nuestro crecimiento espiritual.

      Los maestros espirituales a lo largo de los siglos han recomendado que uno seleccione un tiempo específico del día para la oración, que consistentemente pueda formar parte de la rutina diaria de nuestras vidas. Mucha gente prefiere las horas tempranas de la mañana, mientras que muchas otras encuentran que el momento más conveniente para rezar es hacia finales del día, cuando el ajetreo y bullicio del diario vivir ha terminado. Mientras que otras encuentran que cualquier momento apacible que se pase en un espacio aislado en medio del día les provee una buena pausa para reenfocar sus inclinaciones interiores hacia los asuntos de Dios. Aquellas que permanecen en casa con los hijos podrían encontrar que sus horas de oración tienen que ser flexibles de acuerdo con las actividades diarias. En cualquier caso, debemos ser fieles a nuestra hora de oración, no importa qué momento del día elijamos para ella.

      ¿Cómo Rezamos?

      Cada una de nosotras posee la capacidad de rezar. Ya que Dios desea que entremos en relación con Él, Él no hace la oración tan difícil y complicada que sólo las más brillantes y diligentes puedan tener éxito. En Su misericordia y amor, Él nos otorga a todas la habilidad de orar.

      Existen tres tipos principales de oración—la oración vocal, la meditación y la contemplación. Las tres son de suma importancia