Nuevos escenarios de la comunicación. Marco López Paredes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marco López Paredes
Издательство: Bookwire
Серия: Biblioteca de Comunicación
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789978774656
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aceptados por todos, como tampoco incluyen coincidencias sustantivas en materia metodológica. Dice Boyer, “en verdad, cada contribución constituye un nuevo paradigma o un nuevo método, y cada autor es una isla” (2013, 19).

      3.La historia del ámbito es crucial, ante todo porque en ella constan los diversos maestros, aquellos autores que se han convertido en referencias, en criterios para distinguir entre lo significativo y lo que no lo es, entre lo importante y lo irrelevante, entre lo que tiene valor analítico y lo que no lo tiene, entre la interpretación apropiada y la que no lo es. Una dificultad imposible de soslayar radica en que tales maestros no constituyen un conjunto referencial integrado –o, cuando menos, complementario- un círculo virtuoso, por así decir. Por el contrario, con frecuencia se contraponen y no resulta fácil establecer vasos comunicantes aceptables. Así, un maestro excluye a otro, y sus seguidores, más que sentirse parte de una disciplina de contornos nítidos, experimentan la pertenencia a una cofradía, a una minoría selecta. A través de ellos no habla un área, un ámbito o una disciplina, sino un autor, cuyas ideas se propagan en todas direcciones haciendo las veces de una teoría social, una teoría de la mente, una abarcadora teoría de la cultura, una teoría de la historia, una teoría política; y todo ello con frecuente independencia –o, incluso, ignorancia- de los practicantes concretos de una cualquiera de esas áreas temáticas.

      4.Los libros superan en importancia a los artículos. Dado que cada contribución consiste habitualmente en una redefinición del ámbito temático entero –con las debidas consecuencias metodológicas- no hay modo que esto pueda exponerse en textos cortos.

      5.A excepción de los maestros, no hay criterios o estándares compartidos para determinar cuales practicantes son competentes y cuales no lo son, y qué aportes pueden ser calificados como tales. Concluye Boyer: “Una consecuencia es que hay camarillas fuertemente coalicionadas y enemistades excesivamente enconadas sobre quién debiera obtener un cargo, a quien se debiera publicar y dónde, etc...” (2013, 20)

      Vistos en términos de la distinción propuesta por Boyer, los estudios en comunicación calzan casi perfectamente con el formato de las conexiones relevantes. Así, los hitos importantes hasta finales del siglo pasado, no son los resultados de una investigación empírica longitudinal o transcultural, o de un conjunto de experimentos de laboratorio o de campo replicados una y otra vez por parte de diferentes grupos de investigación, o la contrastación de ciertas hipótesis en diferentes circunstancias, o los esfuerzos resultantes de generalizaciones a partir de data acumulada en el tiempo sino, principalmente, la publicación de un libro cuyos contenidos no refieren, habitualmente, ninguna instancia de corroboración neutral y estandarizada. Más bien, se trata de largas cadenas argumentales o latas consideraciones que se mueven en el ámbito de las abstracciones y las bibliografías, asociadas siempre a un maestro iniciador de cierta línea interpretativa.

      Para reiterarlo, la prueba no radica en una instancia suficientemente organizada de comprobación y evidencia sino en lo que afirma un autor –master dixit- y el grado de verosimilitud y plausibilidad que se le atribuye con absoluta independencia de las pruebas. Planteémoslo de este modo: ¿qué formulación teórica articula e integra la semiótica de Peirce y la teoría crítica de la sociedad, la hipótesis de la agenda-setting y los actos de habla de Austin y Searle, el aprendizaje social de Bandura y el concepto de audiencia activa, la teoría de la información y la pragmática de la comunicación, las teorías de la persuasión a lo Lasswell y Hovland y el adoptacionismo tecnológico de Basalla, Nye o Castells, la lingüística de Seaussure y la deconstrucción de Derrida, el posmodernismo de Lyotard y los acontecimiento mediales de Dayan y Katz, por aludir sólo a algunos ejemplos?

      La respuesta es: nada. Cada propuesta se refugia en el vocabulario de la interpretación camaleónica y la singularidad, en una Babel conceptual de tal envergadura que vuelve inútil cualquier esfuerzo de traducción. El eslogan es éste: cada uno en lo suyo, sin inmiscuirse en lo ajeno. Bajo la apariencia de un pluralismo generoso e inclusivo, lo que persiste es el conjunto de monólogos auto-referentes. Se trata, pues, de una condición paralizante que en vez de generar conocimiento produce autismo en diversos grados de intensidad. Más de lo mismo no es, ciertamente, el camino para alcanzar seriedad intelectual e integración teórica. Por lo mismo, las estrategias asociadas, destinadas a argumentar la singularidad psicológica y social irreductible e inabordable de los fenómenos de la comunicación, sólo agravan la condición descrita. Sumarse a un indiscriminado alegato contra lo cuantitativo, lo reduccionista y lo objetivo, tampoco ayuda porque intensifica la carencia de fundamento de la búsqueda de una peculiaridad tan peculiar que resulta indescifrable y, por tanto, inasible. Es como construir reglas únicas para un juego en el que el jugador es uno solo y es también su propio árbitro; o, como afirma el poeta estadounidense Robert Frost, equivale a jugar un partido de tenis sin red (4).

      El diagnóstico hasta aquí formulado puede ser enriquecido con una consideración complementaria. Podría hablarse de una ambigüedad o de un doble estándar de los estudios en comunicación. De una parte, se manifiestan significativamente porosos y permeables a las modas intelectuales; de la otra, exhiben una franca impermeabilidad a las disciplinas científicas más desarrolladas. En lo que a porosidad se refiere, los estudios en comunicación muestran una alta vulnerabilidad a autores y temáticas que pueden reunirse bajo la descripción provisional de posmodernismo, incluyendo las muchas variedades de constructivismo, marxismo, post estructuralismo, fenomenología, teoría crítica, feminismo, relativismo epistemológico y ético, estudios culturales, etc... La experiencia revela que tales influencias, en vez de aportar una columna vertebral temática y teórica, han cooperado eficientemente en la fragmentación y dispersión de los esfuerzos conceptuales, de la mano de un explícito e indiscriminado discurso anti-ciencia en general. La vulnerabilidad a las modas intelectuales a que aludimos, fue identificada tempranamente en el debate epistemológico como un rasgo de inmadurez disciplinaria (5).

      En lo que a impermeabilidad se refiere, los estudios en comunicación muestran una fuerte lejanía respecto a los desarrollos en la psicología cognitiva, las neurociencias y la teoría de la evolución en general. Podría preguntarse, por cierto, cuán pertinentes resultan ser tales desarrollos y si esa lejanía no deja de tener algún fundamento. En rigor, y a nuestro juicio, la pregunta misma manifiesta un inquietante grado de desconocimiento, cuando no de subestimación. Una hipótesis razonable sobre el origen de este desconocimiento lo asocia a la pertinaz divisoria entre las ciencias naturales y las humanidades/ciencias sociales, que copó el escenario epistemológico durante el siglo veinte y continúa haciéndolo en muchas áreas temáticas. Los estudios en comunicación han sido tributarios del sesgo histórico-social-cultural de esta brecha. En lo fundamental, la divisoria respalda la convicción de que los ámbitos divididos constituyen dominios independientes que no tienen nada que aportar el uno al otro; en suma, el supuesto es que las partes poseen su propia epistemología –objetos y métodos exclusivos- y no necesitan buscarla en otros territorios intelectuales.

      Sin embargo, es un hecho que la brecha en cuestión está experimentando evidentes cuestionamientos. Fundada en un escenario epistemológico que hunde sus raíces teóricas en el pasado (6), la exigencia de tender puentes -y eventualmente declararla obsoleta- se hace cada vez más notoria. La lenta pero irremediable transformación puede ser representada adecuadamente por el concepto de consiliencia –unidad del conocimiento-, defendido por Edward O. Wilson en 1998, en el contexto de una profusa e indiscriminada reivindicación de la inter-disciplina durante la segunda mitad del siglo veinte. Un signo reciente de los vientos de integración que corren en el escenario global lo constituye el taller denominado Integración de la Ciencia y las Humanidades, celebrado en la universidad canadiense de British Columbia en septiembre de 2008 (7).

      Sin duda alguna, sería sumamente pretencioso intentar en estas líneas una síntesis de los desarrollos que han venido ocurriendo en áreas como las neurociencias y las ciencias cognitivas; sería igualmente pretencioso para el caso de las teorías, hipótesis y conceptos que, eventualmente, tienen atingencia para los estudios en comunicación. No obstante, pueden señalarse algunas formulaciones que resultan ostensiblemente pertinentes; por ejemplo, la hipótesis del procesamiento dual de la cognición en el cerebro tiene fuertes implicaciones para una comprensión del modo cómo los usuarios de medios de