Esta capacidad de lanzarse desde el exilio a la familiaridad demuestra que no es en su dimensión trágica como se manifiesta en Camus el tema de la condición humana. El polo de su universo es la búsqueda de la dicha.51
En el vaivén entre el exilio y el reino, el peso de la balanza caerá, en la primera etapa de creación camusiana, del lado del reino, que es la posesión de la felicidad en la vida de la tierra.
Esta vida un poco animal de la juventud… Camus no desprecia esta juventud anónima; le da la absolución en virtud de una mística de la dicha sensible, la única en que cree. Ve en esta vida una especie de inocencia… que se acerca más bien a la inocencia de la naturaleza, que descubre cándidamente sus secretos íntimos.52 [Subrayado nuestro].
Dicha juventud a la que Camus describe en muchas de sus obras y cuya vida comparte plenamente, le enfrenta también a la vejez y a la derrota que significa la experiencia. Además de su abuela, otros seres anónimos y tristes rodearon su infancia. Su conciencia atenta no podía ignorarlos. Aunque derrotados por los años, no están aún listos para morir. Su inútil esperanza renovada resulta ridícula, y entristece al joven Camus, para quien la lucidez es la única posible dignidad del hombre. En “La ironía”, el primero de los ensayos de El revés y el derecho, exalta el contraste entre el vigor juvenil y la indignidad de la vejez y de la muerte; junto al amor de vivir, constata que la realidad de la vejez es demoledora e insultante, y que lo es aún más cuando se apoya en esperanzas que surgen en el ocaso de la vida. La vejez es otro exilio en el que el hombre aspira inútilmente a la inmortalidad.
Sola durante largas jornadas, iletrada, poco sensible, su vida entera se refería a Dios. Creía en él. Y la prueba es que tenía un rosario, un Cristo de plomo y, de estuco, un San José con el Niño en brazos.53
Para Camus, las únicas pruebas posibles de la fe –actitud que será conscientemente apartada de entre las posibilidades de su vida– son irrisorias. La verdad es que Dios se le presenta con el rostro del consuelo que intenta inútilmente compensar la soledad a la que la vejez está condenada. ‘Sin la energía y el vigor indispensables para vivir, acudamos a Dios’, parece decirle esta gente; Dios es, de este modo, tan mezquino como cualquier otro pretexto del hombre para hurtarse a la verdad de sí mismo: en lugar de constituir el trasfondo de la realidad y su sentido, Dios enmascara lo real, más que otras mentiras a las que el hombre acude, pues al ser asumido como total trascendencia, Dios se convierte en la evasión definitiva.
El joven siente viva tristeza ante esta anciana que se adhiere a cualquier resto de compasión que pudiera inspirar, igual que a su Cristo de plomo, su rosario, su San José y su Niño. Sin sospechar que Dios se ha reducido en esta vivencia senil a una expresión insultante, a un ignorante disfraz, atribuye a la misma naturaleza de la fe el consuelo falso, la esperanza histriónica, risible. La causa de esta adhesión grosera –tan humana, tan legítima, por otra parte– radica, para Camus en la soledad, la incultura, la insensibilidad.
Tal es el rostro de Dios que Camus conoció en su infancia y juventud. Gracias a su vida desbordante de plenitud, se acerca a las gentes próximas a la muerte sintiendo, como lo sienten los jóvenes, que la vejez no le implica. Alegría de vivir, goce, amor, comienzo de la experiencia consciente, todo lo vuelca hacia sí mismo, de manera tal, que su futuro se confunde con su presente. Su capacidad de ironía inmisericorde le sugiere que “el gran coraje consiste en mantener los ojos abiertos sobre la luz como sobre la muerte”.54 ¿Cuán extraño es que, en la voluntad camusiana de asumirse “valientemente”, el consuelo de la religión se le presente como vergonzante y lastimoso?: al cerrar los ojos del hombre a la única realidad en que se puede creer, que es la que se vive, al entregarle el empeño engañoso de una vida tras la vida, Dios priva al hombre del reino de este mundo. “Dios no le servía sino para apartarla de los hombres y dejarla sola”.55
Traspasado ya este primer escalón de la que llamaríamos ascensión hacia la moral en la obra de Albert Camus, tenemos a mano los fundamentos de lo que constituirá su indagación, contra las primeras “evidencias” que más tarde se volverán improbables.
Como él mismo lo sostuvo, los motivos insertos en estos primeros ensayos constituyen el fundamento de su quehacer posterior: amor de vivir y desesperación de vivir que le llevarán a una lucidez ejercida desde ahora y ya sin tregua sobre la existencia, que en ningún caso desembocará en lo trascendente. Nacimiento de un humanismo basado en el amor y la aspiración a la justicia, y mantenido constantemente del lado de la Tierra. Junto a la pobreza, la rebeldía futura puede ya atisbarse; al confrontar su ansia de conocimiento y dominio racional del mundo con la indiferencia del paisaje cuyos secretos se le cerrarán para siempre, Camus va dibujando, ¿consciente, inconscientemente?, la figura de lo absurdo, tal como surgirá y se hará presente en su amor exacerbado por la vida, gracias a su conciencia de la muerte.
“Nuestro más íntimo sentido es el de la eternidad”, afirmaría Camus en alguna de sus anotaciones de Cuadernos... Este sentido vigilante y tenso ha de enfrentarse al tiempo cuya única promesa es la de la muerte. De este modo, se fundamentará una nueva dialéctica, entendida como progresiva iluminación del sentido de la vida, manifiesta en una obra cuyo principal valor radica en la calidad y firmeza de su testimonio personal.
Por lo demás, ¿cómo definir el lazo que conduce desde este devorador amor a la vida a esta secreta desesperación? Si escucho a la ironía, agazapada en el fondo de las cosas, se descubre, lentamente. Guiñando su ojo pequeño y claro dice, “vivid como si”… A pesar de tanta búsqueda, es esta toda mi sabiduría.56
Vivir como si… Asombra encontrar en esta temprana intuición de los valores con que regirá su vida, una clara formulación de lo absurdo y de su resultado, que muchos años más tarde, luego de una lenta evolución en la percepción de lo negativo de la existencia humana, desembocará en idéntica consecuencia: puesto que es imposible encontrar un Sísifo dichoso, hemos de imaginarlo feliz. Hacer como si…
El despliegue de estos valores apenas intuidos en una juventud ebria de sí misma, pero atenta en su voluntad de lucidez, se realizará simultáneamente a partir de dos obras: El extranjero, novelística, y Calígula, dramática. Bodas en Tipasa es un ensayo en el que ahonda Camus en los motivos de su primer trabajo, con enorme enriquecimiento lírico, pero sin que, respecto a aquel, signifique un avance considerable en el punto preciso que nos interesa: la evolución del moralista Camus.
19. “Il n’y a pas d’amour de vivre sans désespoir de vivre”, ai–je écrit, non sans emphase, dans ces pages. Je ne savais pas à l’époque à quel point je disais vrai ;… EE, Préface, Essais, p.11.
20. J’ai toujours refusé la réimpression de l’Envers et l’Endroit. Mon obstination n’a pas de raisons mystérieuses. Je ne renie rien de ce qui est exprimé dans ces écrits, mais leur forme m’a toujours paru maladroite.
……………………………………………………………............
La question de sa valeur littéraire étant réglée, je puis avouer, en effet, que la valeur de témoignage de ce petit livre est, pour moi, considérable. EE, Préface, Essais, p.5.
21. …il y a plus de véritable amour dans ces pages maladroites que dans toutes celles qui ont suivi, Ibid., p.5.
22. Fullat, op cit., p. 40.
23. Il faut mettre ses principes dans les grandes choses. Aux petites, la miséricorde suffit. EE, Préface, Essais, p.8.
24. José Luis Aranguren, Ética, Madrid, Revista de Occidente, 1958, p. 56.