Con este fin, partimos de una hipótesis que pudiera formularse así: Camus centra su preocupación en la cuestión moral. Su evolución vital va, desde una asunción de plenitud sensible, inocente, de fusión panteística con el mundo en la que el otro ser humano es un motivo más de alegría sensible, mundo de felicidad casi solo corpórea y sin promesas, a una existencia comprometida, herida por la separación que significa la muerte, la que va definiendo de trecho en trecho la limitación y la tragedia de una vida ‘feliz’.
De la inocencia a la culpabilidad, de un mundo premoral a un universo en el que lo moral es exigencia de la solidaridad, Camus recorre un largo camino, cuyos contornos fundamentales quisiéramos alcanzar, describir y, en lo posible, criticar.
Entre las obras que han llegado hasta nosotros, a base de las que ya hemos enriquecido nuestro acercamiento al quehacer camusiano, encontramos una sola, La moral atea de Albert Camus, de Fullat6, que trata concreta y exclusivamente del problema que nos ocupa. Todos los otros autores se refieren de alguna manera a él, dado el carácter de la inquietud camusiana, pero lo hacen de modo tangencial. Moeller, en su Literatura del siglo XX y cristianismo7 proyecta sobre la obra de Camus la claridad que le ofrece la revelación cristiana. Estas obras señalaron para nosotros el inicio de una preocupación que ha cristalizado en el trabajo que presentamos.
La obra de Fullat es una síntesis de la inquietud moral del autor francés. Nosotros queremos más bien desglosar en cada una de las obras, la inquietud precisa, el alcance de sus contenidos, la significación axiológica que transmiten, para lograr una interpretación rigurosa, pero fundamentalmente vital, de aquello que en la obra de Camus colabora a gestar nuevas y más auténticas formas de pensamiento y acción.
Anhelamos con este trabajo entregar al lector, en lo posible, una visión paciente y viva del panorama ético camusiano, analizando la contribución que, en este sentido, realiza cada una de las obras aquí consideradas, y buscando en una síntesis final la relación entre la evolución del autor Camus y nuestros propios valores éticos, en nada distintos a los que determinaran la angustia existencial, el deseo de definir al hombre que obsesionó a Albert Camus, humanista irreemplazable. Sin disecarlo, buscamos transmitir lo que su tarea poderosa ha dejado en nosotros, aquellos rasgos de vida nueva que su obra logró injertar en la inocua sequedad de nuestro existir.
En cuanto al método, procuramos trabajar con cuanto nos ha aportado nuestra inquisición sobre la crítica. Mas, puesto que las precisiones son indispensables, diremos que, de manera fundamental, en una primera fase que llamaríamos analítica, hemos buscado inducir del estudio de las obras de Camus –según fueron escritas– su cosmovisión integradora, cuyo núcleo, para nosotros, es la cuestión moral: vaivén análogo el propuesto por el Círculo Filológico de Spitzer8 que creemos se justifica, dada la naturaleza esencialmente poética de la obra de Camus.
En la fase sintética –difícilmente separable de aquella– confrontaremos las diversas “vértebras” –cosmovisión integradora de cada obra– inducidas por el comentario, con la hipótesis, de modo que se pueda comprobarla o reformularla. En todo caso, partimos de una certeza que el propio Spitzer nos ayuda a expresar:
A esta actitud podría objetárseme que no puedo sostener más que la posibilidad de este cambio del modo que he indicado… No hay en tal ecuación demostrabilidad matemática: hay solo un sentimiento de evidencia interna; pero este sentimiento es el fruto de la observación combinada con la experiencia, de la exactitud ayudada de la imaginación, cuya dosis no puede fijarse de antemano sino solo en cada caso particular y concreto… Existe siempre una creencia en la base de toda elaboración humanística.9 [El subrayado es nuestro].
Las conclusiones a que llegaremos en la culminación de esta tarea y que nos atrevemos a prejuzgar válidas desde el punto de vista que nos ocupa, darán razón de la eficacia de un método en el que se combinan la intuición fecunda con la más prolija averiguación de los textos. Las debilidades de nuestro estudio han de imputarse, más que a limitaciones intrínsecas del proceder propugnado por el Círculo Filológico, a la falibilidad de su aplicación por parte nuestra.
La traducción española de todos los textos de Camus citados en este trabajo ha sido realizada por nosotros, así como las traducciones de textos de las obras francesas publicadas sobre el autor, que estuvieron a nuestro alcance.
Por otra parte, hemos tomado de traducciones españolas los títulos de las obras de A. Camus, y hemos conservado sin traducir, la escritura francesa de los nombres de sus personajes.
2. Il n’ya pas d’amour de vivre sans désespoir de vivre., EE, Essais, p. 44.
3. … j’avais un plan précis quand j’ai commencé mon oeuvre: je voulais d’abord exprimer la négation. Sous trois formes. Romanesque: ce fut l’Étranger. Dramatique: Caligula, El malentendu. Idéologique: Le mythe de Sisyphe. … je prévoyais le positif sous les trois formes encore. Romanesque: La Peste. Dramatique: L’État de siège et Les justes. Idéologique: L’Homme révolté. Citado por Roger Quillot en “L’Homme révolté, Commentaires”, en A. Camus, Essais, p. 1610.
4. André Nicolas, Albert Camus ou le Vrai Promēthée, Paris, Seghers, 1973 p. 7.
5. Charles Moeller, Literatura del Siglo XX y Cristianismo, I. “El Silencio de Dios”, Madrid, Gredos, 1964, p. 68, nota 7.
6. Octavio Fullat, La moral atea de Albert Camus, Barcelona, Editorial Pubul, 1963.
7. Cfr. Supra p. 6, nota 2.
8. Cfr. Leo Spitzer. Lingüística e Historia Literaria. Madrid. Gredos. 1961.
9. Ibid., pp. 18-19.
II EL ÁMBITO ÉTICO EN QUE SE INSERTA LA OBRA DE CAMUS
Al guiarnos el propósito de lograr una fenomenología de la actitud moral camusiana, no nos parece indispensable referirnos al fenómeno ético general o a actitudes axiológicas particulares; sí nos urge situar al autor, grosso modo, en el contexto ideológico moral del que surge su obrar, sin intentar una deducción rígida de sus conclusiones a partir de lo que Camus encuentra dado, pues no ignoramos el carácter misterioso de la evolución humana hacia las exigencias de la entrega que supone cualquier forma de eticidad.
Sin haber intentado una visión sistemática de la moral, Camus revela en su obra lo que llamaríamos, a falta de expresión mejor, vivencias éticas y realiza así aquel ideal de la filosofía según el cual lo filosófico ha de ser vivido. Su búsqueda se dirige hacia una justificación de la acción y quiere ser un saber de la vida. En la dirección de su actuar hacia los otros aspira a encontrar aquello que procurará que la vida de todos se humanice, tan lejos de los excesos reglamentados y felices con que se justifica una vida burguesa –lo tibio, la mentira, la mala fe omnipresentes– como de las existencias subsumidas en una totalidad abstracta, cuyo sentido aspira a justificarse a costa del anonadamiento del hombre individual.
El universo de Camus es confluente de la moral burguesa, del humanismo grecolatino, de la moral cristiana, del