Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nadia Vera Puig
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418344701
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té—. Pero por ahora escribe en una pizarra y le voy a tener que enseñar el lenguaje de los signos para que se sienta más cómodo y fluido a la hora de comunicarse, pero no es todo.

      —¿Cómo que no?

      —Según los médicos, han detectado que es invidente, pero no entienden cómo puede ver. —Le entró una pequeña risa nerviosa—. No es lógico, se habrán equivocado.

      —Supongo.

      Hubo un breve silencio, ambos se quedaron bebiendo el té que quedaba, esa misma tarde llovía demasiado, Sam se quedó fijamente mirando a Juliana.

      —¿¡Qué!?

      —Nada, solo estaba pensando.

      —¿En qué?

      —Bueno, en el problema de tu hijo, podría ayudarlo.

      —¿Ah, sí? —Cuando dejó la tacita encima de la mesita de estar.

      —Sí, sé el lenguaje de los signos, podría venir por las tardes y enseñarle un rato.

      —Eres muy amable, Sam, pero tampoco quiero que pierdas el tiempo, seguro que tienes otras cosas que hacer o dedicarle tiempo a tu hija. Además tampoco podría pagarte por las molestias.

      —Juliana, no es molestia y no quiero que me pagues, Nir estará aquí conmigo y sería una hora o dos, no me importa, quiero ayudar porque he sido profesor de esto hace años... y, bueno, así se sentirá más cómodo.

      —Ya pero apenas él no te conoce.

      —¿Por qué lo dices? ¿Por su padre?

      —¿Qué sabes tú de eso?

      —Me lo contó Nir, le dijo su hijo que su papa es un superhéroe y por eso está siempre de viaje.

      —¡Sí, como su mujer! Lo siento...

      —No, tranquila.

      —Es que no es que él se haya ido, me inventé esa historia porque...

      —Puedes contármelo.

      —Prefiero que no, ¿sabes?, ya es suficiente que lo sepa mi familia.

      —Vale.

       Juliana recogió las tazas y las llevó hacia la pica de la cocina, le parecía vergonzoso, contarle a un hombre que casi apenas conocía que no recordaba ni siquiera quién era el padre de su hijo, quién fue su pareja.

      —¿Estás bien?

      —Sí, no pasa nada.

      —Siento haberte preguntado esto, sé que no me conoces mucho, me he precipitado.

      —No pasa nada, en serio —Cuando acabo de fregar ambas tazas—. Es más, discúlpame a mí por haber mencionado a tu mujer.

      —No importa. Empecé yo con lo del padre de Mathew.

      Nir vino corriendo hacia su padre, él la cogió en brazos.

      —Bueno, nosotros nos vamos. ¿Te va bien que me pase a las cinco de lunes a viernes?

      —Claro, me parece perfecto, gracias —le dijo con una amable sonrisa.

      —Di adiós Nir a Juliana.

      —Adiós.

      —Una cosa...

      —¿Sí?

      —¿De dónde proviene su nombre?

      —Es una historia muy larga de explicar, proviene de una antigua historia que le contaba su madre. Nir es una estrella caída del cielo, y tiene una misión en la Tierra que es proporcionar la luz necesaria para que no estemos tan ciegos a este mundo sin luz... Bueno, trata un poco de eso... —Nir bajó de los brazos de su padre.

      —Papa, la historia no acaba allí.

      —Ya, hija mía, pero no le vamos a aburrir con este cuento.

      —No, no me aburre, quedaros.

      —A ver, papa, tú no tienes gracia contando la historia. —Fueron al salón y se sentaron en los sillones—. Nir es una superheroína, proviene de su estrella de luz y, cuando cayó del cielo, fue en busca de los más ciegos de la Tierra, ella liberó una luz mágica a través de sus polvos de estrella, a partir de ahí, las personas empezaron a ver la vida con un poco más de luz, se dice que su alma se halla en la estrella más brillante del cielo protegiendo y cuidando a cada uno, procurando que la oscuridad no venza a la luz del alma.

      —¡Wow! Una historia bastante intensa, la luz esa es la esperanza —insinuó Juliana.

      —Sí, esperanza, luz, felicidad, mamá siempre decía que tenía múltiples significados.

      —Pues tu mamá te contó una historia muy bonita.

      —Lo sé. —Mientras Nir sonreía con una fuerza descomunal.

      Sam la cogió de la mano, despidiéndose de Juliana.

      —Se ha hecho tarde.

      —Sí, ya veo.

      Ambos se fueron y Juliana fue a ver cómo estaba Mathew, la tía Megan estaba junto a él, ambos dormidos, ella se limitó a taparlos con una manta y se fue a dormir.

      Los días pasaban y Mathew iba mejorando con el tema de comunicarse mediante signos, parecía que Nir los conocía perfectamente gracias a su padre.

      Una mañana muy soleada la llamó por teléfono Viviana, se la veía bastante preocupada, quería que tuviera vigilado a su hijo Mathew, no le quiso contar él por qué, los años habían pasado y Mathew y Nir tenían doce y diez años. Para entonces esa misma noche Juliana estaba a punto de acabar ese libro, al que dejó aparcado un tiempo, demasiados enigmas, dispuesta a leer el último capítulo, eran las once de la noche y Viviana volvió a llamar.

      —¿Qué pasa, Viviana?

      —Por lo que más quieras, no leas el final de ese libro, Juliana.

      —¿Por qué?

      —No lo hagas.

      —Viviana, ¿andas hoy con acecharías o qué te pasa? Primero que vigile a Mathew y ahora que no acabe de leer el libro, es absurdo lo que me estás diciendo hoy, Viviana.

      —Juliana, no lo es.

      —¿Sabes?, paso de escucharte.

      —¡No me cuelgues, Juliana!

      —No eres mi madre, ¡vale!

      Le colgó, y cogió el libro.

      —¿Quién era? ¿Mamá?

      —Viviana —le dijo mediante signos a su hijo—. Te dejo con la tía Megan.

      Juliana se fue a dar una vuelta, hacía dos años que Sam y Nir se fueron por temas de la madre, según ellos la necesitaban. A ella la invadía un pequeño vacio, hace tiempo que no sabía de ambos, su hijo dejó la magia, desde entonces dedicaba el tiempo a meterse en líos. Llegó a casa de sus padres.

      —Hola, mamá, papa.

      —Hola —dijeron ambos.

      —¿Qué ha pasado? —preguntó Juliana intentando entenderlos tras su repentina llamada.

      —Cariño, Mathew ha desaparecido.

      —¿Qué? Pero si estaba en casa, ¿Mathew no está?

      —Megan fue a su cuarto y no estaba —le dijo la madre.

      —Dejó una nota. —Le dio su hermana Megan un papel que ponía:

      «Tú no eres quien crees que eres, solo aparentas saber que conoces lo que realmente no conoces. K».

      —Vale, me estáis gastando todos una broma, ¿dónde está la cámara oculta?, ¿o es cosa de mi doctora?

      —Cariño, no sé de qué nos hablas.

      —No