Lo que el psicoanálisis enseña a las neurociencias. Néstor Raúl Yelatti. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Néstor Raúl Yelatti
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789878372143
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otorgarle “cientificidad”.

      Finalmente, retomemos los dos campos que Kandel propone para la investigación y la acción sobre el cerebro. En cuanto a las sustancias lo que se observa unos veinticinco años después de estas previsiones, es que siguen un camino que no es el previsto: si bien se han demostrado eficaces para moderar, atemperar diversas perturbaciones psíquicas, por otra parte, cuando la medicina tiende a particularizar las medicaciones cada vez más, los psicofármacos amplían su uso a patologías diversas y muy diferentes y su mecanismo de acción continúa siendo incierto. El uso de sustancias para incidir en el funcionamiento cerebral, obedece mucho más a un pragmatismo que a un conocimiento científico del órgano. Y en los que se refiere a las neuro-imágenes hagamos primero un breve recorrido dado que pone en juego una cuestión de gran importancia.

      Se encuentran menciones de la relación entre el cerebro y el control del organismo en el antiguo Egipto así como con la inteligencia en la Grecia antigua. Ya desde la época de Galeno distintos autores intentaron repartir los diferentes aspectos de lo que hoy llamamos “mental” en las diversas regiones del cerebro pero carecían de método para lograrlo.

      Hubo que esperar al Renacimiento con los estudios anatómicos, recordemos los hechos por Leonardo Da Vinci por ejemplo –aunque más que un aporte a la anatomía permitieron a Sigmund Freud advertir que en esos dibujos había más fantasía del autor que rigurosidad anatómica–, y a la Edad Clásica con las correlaciones anátomo-clínicas –observaciones de pacientes con lesión cerebral– para comenzar a obtener datos serios. Como se ve, la relación lesión-falla funcional permitió muy tempranamente sentar las premisas del localizacionismo cerebral. Más adelante nos referiremos con cierto detalle a este ítem.

      Pero recién, en el siglo XIX, se desarrolla la noción de área cerebral. Fue Franz Gall quien investigó bajo esa premisa, pero su lugar en la ciencia no quedó bien posicionado en la medida en que pretendió establecer una relación entre importancia de la función y tamaño del área involucrada; por lo que se dedicó a identificarlas a través de protuberancias en el cráneo. Método, hay que decirlo, un tanto precario aún para la época.

      Un hito fundamental fue el descubrimiento de Paul Broca de la relación entre el lenguaje –una función específicamente humana– y el área cerebral que lleva su nombre, conocimiento logrado como era de esperar a través de la patología, aquella que hasta el día de hoy se denomina “afasia”. Estos logros decisivos fueron obtenidos a partir del estudio anatómico y microscópico de cortes de cerebro de cadáveres. Es interesante resaltar que estos estudios, por lo general, confirman en el sujeto normal los datos de localización ya establecidos clínicamente, y no por observación del cerebro, para pacientes con lesión cerebral –como es el caso del área de Broca respecto de la producción de las palabras–, aunque con observaciones, no obstante, que sugieren la idea, para cada función estudiada, de redes o circuitos neuronales que comprometen varias áreas del cerebro. Hace recordar el antiguo adagio “la clínica es soberana”.

      El pasaje de los estudios realizados por observación macro o microscópica de cerebros cadavéricos a la observación a través de PET –tomografía por emisión de positrones–, imágenes por resonancia magnética funcional –RMI– y la magneto-encefalografía –MEG–, provocó una verdadera revolución. Estas técnicas permiten observar la actividad del cerebro intacto, en un ser vivo, animal o humano, y determinar qué regiones o estructuras están implicadas en tal o cual actividad cognitiva. Pero, obviamente, también modificó la posición del investigador, que pasó del examen de la sustancia inerte a la relación con el que llamaremos “sujeto de la investigación” o, más específicamente, “sujeto del experimento”. Lo que desde la perspectiva científica puede ser solo un dato, desde la psicoanalítica esta transformación es grávida en consecuencias, dado que se establece una relación entre sujetos que hablan.

      Este libro está dedicado a poner de manifiesto estas consecuencias.

      Pero, retomando el tema, lo que pudo comprobarse con la investigación sistemática es que esas “áreas” no funcionan de manera independiente sino todo lo contrario, se trata de sistemas de varias unidades cerebrales interconectadas, desde el punto de vista anatómico, aunque no del funcional. Los “sistemas” están compuestos de “unidades” –los antiguos “centros” de la teoría frenológica”–. Estas “unidades”, en virtud de dónde están colocadas en un sistema, contribuyen con componentes distintos al funcionamiento del mismo, por lo que no son intercambiables. Esto es muy importante para concebir que no se trata de “estructura” cerebral, sino de un “lugar” en un sistema.

      En relación a esto, los estudios por imágenes han tenido importantes consecuencias. Una de ellas es la producción de una revisión de la delimitación clásica, y ante todo teórica, de las grandes funciones psicológicas como la percepción, la atención, la memoria, etc., poniendo el acento para una tarea dada, en el papel de redes cerebrales múltiples y complejas. Como es evidente, esta nueva perspectiva ha modificado radicalmente la idea de “localizacionismo”, si se entiende por éste la ubicación de un lugar (topos) preciso, que pueda dar cuenta de una determinada función. Esta evidente complejización del intento de relacionar funciones con lugares es obviamente consecuencia de que la ciencia haya seguido buscando en un lugar, el cerebro, los misterios del psiquismo humano.

      Surge inevitablemente la pregunta: ¿qué otra posibilidad habría ante las evidencias logradas?… y que son muchas.

      Es importante ubicar la cuestión, porque lo que parece evidente, la localización en el órgano fundamental, es lo que precisamente el psicoanálisis cuestiona, como veremos en el punto final de este capítulo. Dado que las lesiones cerebrales siguen siendo brújula en el estudio del cerebro, a pesar del gran avance en las observaciones del cerebro normal, veamos con cierto detenimiento un caso paradigmático de grave lesión y las conclusiones a las que podemos arribar a partir de la lectura del texto escrito por un eminente neurobiólogo.

      Veamos la historia resumidamente. En 1848 Ph. G. tenía 25 años. Capataz de construcción, a cargo de muchos hombres, encargado de tender vías de ferrocarril, fuerte y sano, es caracterizado por sus empleadores como “el hombre más eficiente y capaz a su servicio”. Su trabajo es delicado: debe preparar las detonaciones para abrir camino a las vías. El procedimiento está establecido de manera clara y precisa: se trata de seguir cuidadosamente los pasos. Pero en una fatídica tarde sufre un accidente, en medio de la riesgosa tarea el hombre contesta un llamado girando la cabeza, se distrae y yerra de tal manera que la pólvora le estalla en la cara y el hierro, que debería horadar la roca, penetra la mejilla izquierda, perfora la base del cráneo, atraviesa su cara frontal y sale a gran velocidad a través de la parte superior de la cabeza. El hombre cae al piso pero se mantiene despierto, como es obvio, aturdido.

      Sin entrar en detalles específicos, hay que imaginar que se produjo un verdadero agujero en la cabeza con orificio de entrada y salida, fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica. No obstante, no solo no se desmayó sino que luego de semejante traumatismo hablaba perfectamente y se mostraba dispuesto a responder a todas las preguntas que se le hicieran. Ph. G., sobrevive milagrosamente, camina, habla, percibe y soporta la infección sobreviniente en una época en la que no existían antibióticos. Aun así, muestra cambios: utiliza un lenguaje procaz, profiere las peores blasfemias, se muestra irrespetuoso, obstinado de manera pertinaz, caprichosa, al punto que se le indica que no esté próximo a las mujeres, porque fácilmente podría ofenderlas. Las caracterizaciones médicas de la época describen que después del accidente: