ADOPCIONES
18 de junio de 1969
¿Qué vínculo es más respetable en un niño: el de la sangre o el del medio? En otras palabras, ¿son sus genitores padres más auténticos que quienes le han dado hogar? La respuesta varía con la época. Antes solo importaba la sangre; hoy, más que nada, el hogar. Salomón fue un rey sapientísimo. Él supo escoger la verdadera madre, la de la sangre, la que prefirió entregarlo entero antes de ser dueña de una parte. Ahí está la escena pintada por Poussin, el maestro francés, el rey haciendo justicia desde el trono, entrega la criatura a la madre carnal y deja en congojas a la criadora. Eso fue ayer. Con igual sapiencia, Salomón la entregaría hoy a esta última como su verdadera madre. El medio se ha impuesto a la sangre. Así lo demuestra Bertold Brecht, en una de sus piezas teatrales más celebrada: Madre Coraje.
No significa esto que la sangre como vínculo haya perdido toda importancia. No. Significa que teniéndola, la crianza, el hogar y el ambiente han tomado una importancia superior. Un somero estudio de los últimos casos legales, especialmente en Inglaterra, donde la justicia es muy justa, confirma este acierto. El bullado caso del niño español entregado a un hogar inglés, pedido después de varios años y retenido por los tribunales, es uno de muchos.
Antes se consideraba que al niño adoptado le faltaba lo más: el vínculo de la sangre. Hoy no es así. La tendencia se ha invertido y al dar una familia su hogar a una criatura que no ha nacido en él, le da lo más. Mañana eso será todo.
Que esa criatura, ya crecida, quiera saber quiénes fueron sus padres biológicos, es perfectamente natural. Sigue en esto la historia de su especie. Ya en la mitología griega, Teseo pasa por situaciones de horror y peligro para averiguar sus orígenes. Posteriormente, y en vena de curiosidad, Tom Jones también. Hay que contar con la fantasía y la imaginación. ¿No sería su madre una famosa estrella de cine o su padre, un magnate que tuvo un gran amor secreto? En su libro clásico, Emma, Jean Austin se hace cargo de sueños −y pesadillas− sobre la infortunada Harriet Smith.
Todo esto es inevitable. Pero no es lo más importante en las adopciones. Sí lo es que el niño adoptado y el natural tienden ahora más que nunca a una total identificación.
LA LUNA Y VIETNAM
6 de agosto de 1969
El desequilibrio actual entre el pensamiento y la técnica necesita una aclaración por su misma trascendencia. La mejor aclaración es un ejemplo y el mejor ejemplo lo constituye Estados Unidos.
En estos momentos hay una bandera estadounidense clavada por la mano del hombre en el satélite terrestre. Es un símbolo y una realidad. Durante años, disciplinadamente, con dedicación extraordinaria, los técnicos de ese país trabajaron −y trabajan− en la empresa cósmica. Contaron −y cuentan− con la fe y los medios del país. No es un triunfo de un pequeño grupo, sino el de todos. La técnica nacional de Estados Unidos ha emergido victoriosa de un desafío dificilísimo.
Pues bien, en este mismo tiempo −ahora−, ese mismo país, en idénticas circunstancias, fue llamado a tomar una decisión sobre un caso no ya de disciplinas tecnológicas, sino de relaciones humanas, caso profundo que implicaba una conmoción para los principios institucionales norteamericanos: el caso de Vietnam. Medio millón de hombres y el armamento más perfeccionado y costoso que registra la historia fueron enviados a la otra fase del planeta a una lucha cruenta, que dejó herida a toda una generación y que llevó al mundo angustia y dolor.
Así como la conquista del satélite ha traído esperanzas, optimismo y fe en el hombre, la guerra de Vietnam trajo el odio, la crueldad y la violencia.
Es evidente la desproporción entre el técnico y el gobernante. Ya se había visto antes en el propio Estados Unidos: quienes diseñaron la bomba atómica desequilibraron con su especialización a quienes innecesariamente ordenaron el holocausto de Hiroshima.
La conquista de la Luna no carece de aspectos aprensivos. El pensamiento se ha quedado a la zaga de la técnica. Que esta técnica vaya de por sí a iluminar el pensamiento puede ser solo una ilusión.
ISLAM
29 de octubre de 1969
El escritor clásico del misticismo islámico Yalal ad-Din Muhammad Rumi da a entender el sentido de identificación del verdadero amor al relatar el caso de un enamorado que golpeó una noche a la puerta de su amada.
–¿Quién es?
–Soy yo.
–Sigue tu camino –exclamó ella.
Días más tarde, sintiendo la angustia de su amor, golpeó él de nuevo.
–¿Quién es?
–Eres tú –replicó él.
La puerta se abrió.
Los místicos auténticos se identifican con su propio amor. El tú y el yo se funden en un todo indivisible.
VEINTE KILOS
3 de diciembre de 1969
La antigua generación viajó a Europa por mar. Del Pacífico pasaba al Atlántico por Panamá. Un mes entre Valparaíso y La Rochelle. Se hacía entonces necesario llevar atuendo para todos los climas, y todas las fiestas que, según el tiempo y la hora, iban desde el baño en la piscina hasta la comida de etiqueta. Había baúles en el camarote y otros más grandes abajo en la bodega.
Si todos estos bultos iban hacia allá, tres veces más volvían de Europa con compras de todo orden. Aún quedan por ahí enormes baúles y canastos donde cabe entero el menaje de un moderno departamento dfl-2.
Todo esto terminó. A pesar de que la tendencia a poseer es hoy tan marcada como entonces −¿no son los “bienes” de un hombre sus posesiones?−, la aparición del transporte aéreo eliminó el largo viaje por el mar y junto con él, los baúles.
A cada pasajero le son otorgados ahora solamente veinte kilos, pesados con exactitud antes de embarcarse. Veinte, ni uno más. A eso se han reducido las posesiones del antiguo viajero.
Se pensó al comienzo que esta disminución sería fatal para una época que se regocija en comprar y en poseer. Pues ha sido al revés. El pasajero se siente ahora feliz de emanciparse obligatoriamente de aquellas necesidades.
El asunto no deja de tener un simbolismo. Los veinte kilos marcan un tope. Si más gozos se quiere traer de afuera, deben ellos pertenecer a la clase que las balanzas de precisión de los aeropuertos no puedan pesar. Es una lección. Antes las compras se “robaban” los viajes, hoy están estos protegidos espiritualmente por la barrera física de los veinte kilos.
MAL GUSTO
17 de diciembre de 1969
El Estado es actualmente mentor de las actividades nacionales. Está “en el cielo, en la tierra y en todo lugar”. Hasta el infierno llega. La colectividad desea que así sea y así es. Si un ciudadano quiere vender una docena de huevos no puede hacerlo a un precio superior al oficial. Si más pide, va preso.
Si esto sucede con los artículos de primera necesidad, ¿no se debe controlar la estética de los objetos que se venden al pueblo en las festividades de Navidad y Año Nuevo que son de “primer gusto”? No se trata de nombrar dictadores. Nada de eso. Una brigada estética, guerrilleros de la belleza −¿cuántos Che Guevara hay cesantes en Chile?− recibidos en las escuelas de arte, evitarían que se vendieran en calles y plazas −los locales estarían fuera de su control−, esos objetos horrendos que actualmente pervierten con su fealdad el sentido primigenio de las formas y el color.
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