Volvamos momentáneamente a la desigualdad de ingresos, que abordaremos formalmente en el capítulo 2. Si analizamos solo la posición relativa de Chile en el presente, nos encontraremos con que el país, como se ha dicho, tiene una de las más grandes desigualdades en el mundo. Tomemos uno de los indicadores clásicos, el índice de Gini, que se profundizará en el capítulo 2. Por ahora solo necesitamos saber que este índice varía entre cero y uno, donde cero representa la menor desigualdad de ingresos posible y uno la mayor desigualdad posible. Chile tiene un Gini de 0.52, número que es relativamente alto si lo comparamos con Japón y Noruega (0.25), Finlandia (0.27), India (0.37) y Estados Unidos (0.45). Incluso es alto en relación con países de Latinoamérica como Uruguay (0.45) y Venezuela (0.43). El país se encuentra más o menos a la par de Brasil (0.55), Panamá (0.55), y Surinam (0.53). El Cuadro 1.1 presenta cómo se ve la desigualdad de ingresos hoy día en el mundo.
Cuadro 1.1. Coeficiente de Gini en el mundo
Menor a 0.35 | Entre 0.35 y 0.45 | Entre 0.45 y 0.50 | Mayor a 0.50 |
Canadá | Venezuela | Uruguay | Chile |
España | Colombia | Estados Unidos | Brasil |
Francia | Rusia | China | Surinam |
Inglaterra | Portugal | Argentina | Panamá |
Italia | Argelia | Ecuador | Perú |
Australia | India | México | Bolivia |
Finlandia | Pakistán | Madagascar | Sudáfrica |
Fuente: CIA, The World Factbook 2009.
Muy bien, Chile tiene un alto Gini, es un país desigual. La pregunta que se plantea este libro es ¿y qué? Es esperable una alta concentración de los ingresos en un país que tiene entre sus cohortes más viejas altos porcentajes de analfabetos, y entre las más jóvenes, prácticamente nadie sin educación básica completa. Nada se puede hacer respecto a eso. Si queremos mirar la dinámica del fenómeno, tenemos que utilizar un análisis de cohortes. Veremos que así podemos obtener una conclusión bastante más alentadora respecto de la posición de Chile. De hecho, ello nos permite deducir que la evolución que ha tenido la desigualdad en Chile en los últimos cien años ha sido bastante positiva. Hay, entonces, evidencia suficiente como para sentirnos optimistas acerca del proceso que seguirá el país en el futuro. Esta y otras discusiones relacionadas se analizan en profundidad en el capítulo 2.
Si bien como sociedad estamos constantemente preocupados por la distribución del ingreso, es probable que no sea este el tema que debiera centrar nuestra atención, sino el de la movilidad social, que es lo que refleja el esfuerzo y el talento de las personas. Lo que debiera preocuparnos es que exista igualdad de oportunidades, una cancha pareja para todos para que esas cualidades puedan surgir. La distribución del ingreso, sin embargo, nos habla más bien de los resultados logrados por las personas, y no de las oportunidades que han tenido. Si las diferencias en los ingresos fueran consecuencia de una mayor destreza, un mayor talento o un mayor esfuerzo, los resultados no debieran ser objeto de preocupación. Es preocupante cuando esas diferencias son el efecto de la falta de oportunidades —una consecuencia de la ausencia de una cancha pareja para todos—, no por el hecho de que los resultados difieran. Sin embargo, la distribución del ingreso es un tema del que se habla mucho y para algunos es un tema clave2. En este libro se habla de ambos temas: tanto de la distribución de resultados como de la de oportunidades.
La movilidad es tan importante, que una alta desigualdad de ingresos no significa lo mismo en un país con mucha movilidad entre grupos socioeconómicos, como el Reino Unido, que en un país donde este movimiento es bajo, como la India. Si en una sociedad hay igualdad de oportunidades, entonces un pobre puede pasar a ser rico y un rico puede pasar a ser pobre. En esta sociedad probablemente habrá mayores incentivos para las personas a invertir en capital humano que en una sociedad donde las oportunidades son el privilegio de algunos. Una sociedad donde las personas tienen mayores oportunidades es aquella donde el destino de los hijos está menos atado al de los padres. Por esto es tanto o más importante hablar de la movilidad social que de la desigualdad de ingresos.
La movilidad social será examinada en profundidad en los capítulos 3 y 4. En cada uno de ellos se analizan dos conceptos distintos, pero relacionados: la movilidad intrageneracional y la movilidad intergeneracional. La primera tiene relación con la posibilidad de moverse a través de distintos grupos socioeconómicos durante la vida de un individuo, mientras que la segunda tiene que ver con la relación entre el grupo socioeconómico al que pertenecen los padres y aquel al que pertenecen los hijos.
En el capítulo 3 se estudia el estado de la movilidad intergeneracional en el Chile de ayer, hoy y mañana. En un país con baja movilidad intergeneracional, la posición en la sociedad está predeterminada por la posición de los padres y no hay muchas posibilidades de subir (o bajar) en el estrato social. Esto disminuye, por ejemplo, los premios salariales asociados a una mayor educación. Si las personas saben que su posición está determinada por la de sus antecesores, no hay incentivos a invertir en esta materia. Por otro lado, en una sociedad con alta movilidad intergeneracional la posición social de un individuo no tiene relación con la del padre: una persona puede ser pobre aun cuando su padre haya sido rico, y puede ser rica a pesar de que su padre haya sido pobre.
Hay autores que concluyen que la movilidad intergeneracional en Chile es baja. Sin embargo, al analizar su evolución en las últimas décadas, se observa que hubo una fuerte caída en la correlación entre la posición del padre y la del hijo para los nacidos entre 1900 y 1950. El país llega incluso a índices de movilidad propios de naciones desarrolladas para los nacidos en las décadas anteriores a los años sesenta. Sin embargo, se produjo un estancamiento de esta situación a partir de quienes nacieron hacia fines de la década de los cincuenta. Es decir, el proceso de mejoría de la movilidad se detuvo para los nacidos desde los sesenta en adelante. El capítulo 3 analiza en detalle una serie de hipótesis que pueden explicar esta trayectoria y concluye que las principales razones detrás de este estancamiento han sido superadas y que debe esperarse una mejora a futuro en dicho indicador.
En el capítulo 4 pasamos a analizar un concepto relacionado: la movilidad intrageneracional. A diferencia de la anterior, en este caso estamos interesados en estudiar el movimiento de los individuos a través de las distintas clases sociales, sin relacionarlo con la situación de los padres. Nos encontraremos con que los pocos estudios existentes sobre la materia hablan de un Chile con bastante movilidad, que supera incluso a países como Francia, Estados Unidos y Alemania. Chile tiene una movilidad social similar a la del Reino Unido.
Sin embargo, algunos académicos han argumentado que la alta movilidad es negativa, pues implica que las personas están sujetas también a una alta vulnerabilidad3. Es decir, que en una sociedad móvil las personas corren el peligro de bajar de grupo socioeconómico. Lógicamente, en una sociedad móvil necesariamente hay movilidad social tanto hacia arriba como hacia abajo: la existencia de movilidad implica la existencia de vulnerabilidad. De manera que es necesario evaluar y optar entre una sociedad móvil y vulnerable o