Nueva pangea. Jesús M. Cervera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jesús M. Cervera
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412196498
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que más de una pelea ganaría.

      —No, ya tenemos lo que necesitamos, piérdete enano.

      El chico se quedó callado observando con cara de frustración cómo Marian volvía al lado de Alexander, y cuando iba a darle la bolsa de comida, el chico del callejón de una gran carrera cogió la bolsa y salió corriendo. Los dos amigos salieron tras él. Recorrieron varias calles, esquivando a la gente y saltando por encima del mobiliario urbano, parecía una carrera de parkour, pero el chico era bastante rápido, giró por un callejón y saltó por un agujero redondo. Marian quiso parar a Alexander porque se imaginó que estaban siendo forzado a ir a las alcantarillas, pero Alexander saltó sin dudarlo al agujero llevándose a Marian con él. Descendieron por un túnel y acabaron cayeron en medio de una especie de ring de piedra con algunos desperfectos y pequeños charcos de agua, iluminados por unos débiles focos. Los dos amigos se pusieron en pie rápidamente. Para estar en un agujero de las alcantarillas había bastantes personas y mucho más sitio de lo que se podía imaginar, aunque la mayoría eran críos y jóvenes, gritando con odio. Un chico flaco, con varios tatuajes, pelo mohicano salió del grupo y se dirigió a ellos.

      —Bienvenidos a mi budokan ring, me llamo Jack Allen y estos son mis dominios, así que ahora lucharéis si queréis salir de aquí sanos y salvos.

      Marian empezaba a estar de mal humor. Un joven fornido de diecisiete años bajó al ring con ganas de pelea. Quería quedar bien delante de sus coleguitas, pero sin mediar palabra, Marian le metió un golpe en el pecho que lo mandó volando a lo alto de las gradas nuevamente.

      —Devolvednos nuestra comida o esto va a acabar muy mal, para vosotros.

      Entonces Jack hizo una seña y otros dos chicos acompañados de una chica bajaron al ring en busca de pelea, pero ni Alexander ni Marian estaban para bromas y tanto los chicos como la chica acabaron subiendo a las gradas más rápido de lo que habían bajado y con alguna fractura de más. Así que fue Jack Allen en persona el que bajó al ring.

      —Puedo ser un pandillero, pero me considero un caballero, así que no peleare contigo, monada, pero le desafío a él, y como ya habéis visto, nos gusta apostar, así que la cosa es sencilla: ganadme en un combate y os iréis de aquí con vuestra comida, y sin más problemas, pero si perdéis, os quedaréis aquí y me perteneceréis como todos los demás.

      —Hecho —dijo Alexander.

      Marian se retiró del ring con cara de pocos amigos. Las gradas estaban llenas de gente joven. Un hombre bastante grande y corpulento al fondo miraba los combates. En el ring, Alexander se puso en guardia, pero Jack levantó la mano pidiéndole calma.

      —El reto de las alcantarillas de Reicon consiste en pasar una serie continuada de combates en aumento, primero contra dos, luego tres, cuatro y hasta cinco rivales. Una vez superados, el reto termina. Así que comencemos con la sangre.

      Mientras Jack desaparecía riéndose entre la gente, dos jóvenes, uno rubio y el otro con el pelo morado, bajaron al ring a pelear contra Alexander.

      —Si os vais ahora, os iréis ilesos.

      Esta frase, más que miedo en los jóvenes, suscitó risas. El chico rubio lanzó un puñetazo contra Alexander, que este esquivó al tiempo que su aura dorada empezaba a cubrirlo, golpeó al chico rubio y lo envió contra la pared. Fue a por el chico del pelo morado, que se había quedado quieto de miedo, y cuando iba a golpearlo, un tercer chico cogió a Alexander por detrás, pero se revolvió para golpearlo y el chico salió volando. Su espalda impactó contra el techo. Las gradas quedaron en silencio con Alexander brillando en el centro del ring mientras sus rivales estaban en el suelo malheridos. Jack dijo que no saliera nadie más al ring. Estaba claro que ese forastero no era un rival cualquiera, y decidió que sería el mismo el que se encargaría de Alexander, lo cual animo bastante a la gente de las gradas. Así que se quitó el chaleco y lo tiró a las gradas. Un aura verde cubrió su cuerpo al igual que pasaba con el aura dorada de Alexander. Los dos rivales se pusieron en guardia a la vez y Jack lanzó el primer puñetazo directo a la cara de Alexander, pero este lo esquivó apartando el puño de Jack con su mano izquierda sin problemas. Acto seguido Alexander lanzó un puñetazo a Jack, pero Jack esquivó el golpe. Después se cogieron de las manos por encima de la cabeza intentando hacer fuerza el uno contra el otro. El aura de Jack empezó a incrementarse y este, sin soltar a Alexander, se tumbó en el suelo boca arriba y usó sus dos piernas para golpearlo en el estómago y lanzarlo contra el techo. Alexander utilizó la inercia para apoyar las piernas contra el techo e impulsarse hacia abajo contra Jack, aunque este tuvo el tiempo justo de apartarse de la trayectoria de Alexander, que agrietó el suelo para perplejidad de los presentes que empezaban a comprender que no se trataba de alguien muy normal. Pero Jack volvió a ponerse en guardia mientras Alexander se levantaba. Esta vez fue Alexander el primero a lanzarse a la pelea, Jack no hizo nada por esquivarlo, solo lo esperó en posición de ataque y los dos comenzaron a intercambiar brutales puñetazos ante la mirada del misterioso espectador del fondo. Tras un par de minutos de intensos golpes, se podía percibir claramente cómo los huesos de los dos contrincantes empezaban a dañarse. Más que aflojar el ritmo de golpes iban en aumento y era difícil seguir bien la mano de los dos luchadores por su velocidad de movimientos. La pierna derecha de Alexander cedió un poco lo que permitió a su rival asestarle un golpe directo a la mejilla y todos creyeron que Jack ya había ganado, pero nada más lejos de la verdad, porque el golpe, aunque doloroso, también sirvió para motivarlo más y un brillo dorado brotó aún más intenso de su cuerpo. Se irguió rápidamente y propinó un tremendo puñetazo a Jack que voló un par de metros contra la pared, pero pesar de tan tremendo golpe, se mantuvo en pie, como si no sintiera dolor, aunque las piernas comenzaban a flojearle. Jack miró a ambos lados. Gritó:

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