Blues. Punk. Rock ‘n’ Roll.
Ya es demasiado tarde.
LOS ANARQUISTAS
I
Entierra la noche los tesoros promulgados bajo el cigoto húmedo y la pelvis de cuero. Señoras y señores no se levanten, hemos venido a satisfacerlos. La reunión durará poco. Estoy dentro de la matriz. Hay polillas y mosquitos. ¿Buscas el perdón? ¡Oh, los leprosos se inyectan ampollas de morfina en mi cabeza! La fotografía capta el momento. El dolor es real. Agarra tu revolver S&W S686. Apúntame. No tengas miedo. El disparo proyecta la sentencia. La bala atraviesa fría y limpia la frágil cáscara. Leche de gallina. Resina del tamarisco. ¿Has probado alguna vez la carne de los dioses? Los aztecas la masticaban junto a una seta divina. Ópera sexual.
Lector, ¿considerarías esto un libro? No puede quedar sin respuesta. ¡Dudar! ¡Dudar! ¡¡JODER!! ¿Para qué dudar? No pienso morir de sobredosis en un portal cochambroso en el barrio madrileño de Malasaña. ¿Asesinado? Mi rol es mucho más difícil: represento al príncipe de Dinamarca. El nuevo rey es mi padrastro. Cortarme el dedo meñique. El rey ha muerto, ¡larga vida al rey! Hemos recogido en sí todos los elementos de la naturaleza para convertirlos en una sola y única tragicomedia: el comienzo de la madurez. Trae tu pistola. Estoy en el pozo, de lleno. Mi cabeza es una rave después de una sesión. Entonces, y volveré a preguntártelo por última vez: ¿Consideras esto un libro? ¡Y un cojón! Tienes que estar chiflado. ¡NO! ¡NO! Esto es un plagio, una calumnia, una blasfemia, una deyección para tu exquisito paladar, una patada en tus pelotas, una placentera violación a la literatura. Canto para la vida, el amor y el sexo, para el anís del mono de los hombres y las patas de gallo de las mujeres, para el porvenir chungo de vuestros hijos. Pero ella me encontrará en mi cama, endeudado y desgraciado, ebrio de hadas que muerden mis labios, Vicodina y amantes acróbatas o malabaristas con pechos tan suaves como el culo de un cachorro. Pero ¿quién es ella? La omnipresente.
Antiprosa: perturbadora y sexual | Atonalidad: psicodélico, sinfónico y progresivo.
Boris se ha ido a Tailandia a traficar con metanfetamina. Dice que no aguanta más estar sin blanca. Dinero, estoy de vuelta. Lo más seguro que acabe el resto de sus días en el talego con una polla estratificada metida por el ojete y durmiendo con ratas y salamandras. Instalados en el camastro sin columna vertebral. Aplicaciones mentales para niños enchufados a un respiradero artificial. Entubados. Acetato. Laxante. Chicles Happyddent. Rohypnol. Parto prematuro.
Cristina es lo que podríamos llamar una leishmaniosis picada en contemplativos tatuajes. Innumerables jeroglíficos dibujan su cuerpo de orujo rechoncho en pigmentos de metales. Tinta negra para el calamar. Sujetador de leopardo. Suicidio celular. Amigos reunidos. Bolsita de ketamina volcada en la tapa del retrete o en la pantalla del móvil. Tarjeta sanitaria Junta de Andalucía. Tarjeta de crédito BBVA. Billete de cinco o diez euros. Colostomía mental. Cáncer de mama. Pollos de colores. De nuevo el mismo ritual de la garrapata: tranquilizante para caballos.
Gonzalo es un adicto al gimnasio. El muy imbécil se inyecta Synthol, un aceite compuesto por ácidos grasos, alcohol bencílico y lidocaína. Dice que busca la simetría perfecta y acabada. Lo único que tiene, aparte de unas orejas de remolacha y una nariz de zanahoria, es un pene miniaturizado. Tarde o temprano explotará igual que un cohete artificial lanzado en el Minecraft o en la feria de agosto. Vigorexia. Tacto efímero y quejumbroso. Valla publicitaria. Gas sarín. Olor a vinagre de manzana.
Adrián es un «pokemaníaco» empedernido. Puede pasarse horas y horas frente a las maquinitas litúrgicas como la Nintendo 3DS o la Xbox One sin llegar a cascársela. Rojo y Azul. Amarillo y Verde. Oro y Plata. Rubí y Zafiro. Diamante y Perla. Negro y Blanco. XY. Sol y Luna. Juego de vocales. Engranaje. Epilepsia. Injerto de ratón. Epitelio intestinal. Gestación subrogada. Vientre de alquiler.
Adiós, gran masturbador.
II
Los productos pasan uno a uno por la cinta transportadora: ancas de rana, alas rebozá de vencejo, sebo de alce, saltamontes fritos, menudillos de pato crudo, tartar de gusanos de seda, tiras de culebra, sesos de cerdo, lenguas de flamenco, nuggets de cucarachas, termitas al vapor, brochetas de cebra, abscesos de conejo, fritanga de murciélagos, lampreas a la marinera… Ciempiés humano.
Compramos cuatro cartones de vino blanco Don Simón y nos fuimos de nuevo al parque. Al cruzar la calle vimos cómo un crío le pisaba la cabeza a una paloma blanca que se tambaleaba después de haber sido atropellada por un coche. «Sucias ratas voladoras», le oí decir mientras se iba alejando con su álbum de fútbol bajo el brazo. «¡Papá, una menos!», gritaba hasta perderse entre árboles mellados y lavado excretorio. ¿Cuándo te has olvidado de ser feliz? Belcebú hacía tronar la caracola de tres cuernos. Me acerqué, la paloma aún respiraba, cada vez más rápido, agonizando, con el cerebro medio desparramado y despojado de grasa. Le retorcí el pescuezo para acallar el sufrimiento y le puse un clínex mentolado para taparla. En menos de una hora se convertiría en un rico estofado para las moscas señoriales y sus larvas primogénitas. ¿Cómo se tratan los casos como éstos? ¿Cuál es nuestra condición humana? Los cadáveres se amontonan. ¿Para esto hemos sido arrojados? ¿Para esto hemos sido moldeados? ¿Cuál es la estirpe que desciende de mi sangre verde? Los becerros se divierten con la mantequilla animal untada en sus propias creencias. Es curioso cómo uno de los soldados de Pilato, levantando la mirada y fijándola en Jesús, le atravesó el costado con la punta de su lanza y al instante salió sangre y agua, dos veces crucificado, ofreciendo la muerte; al igual que una madre cuando está a punto de dar a luz a su hijo: sangre y agua, dos veces madre, ofreciendo la vida. El temor y la quietud obliga la necesidad de contemplar. Utopía. Utopía. Utopía. Utopía. Cirugía estética. Cirugía estética. Cirugía estética. Cirugía estética. Vasectomía. Vasectomía. Vasectomía. Vasectomía. Amnesia. Amnesia. Amnesia. Amnesia.
¿Quién necesita razones pudiendo recoger el relámpago?
Adiós, gran masturbador.
III
Eran las 7:30 de la mañana cuando me despertó un hacinamiento de silbidos procedente de la calle. Perplejo y aturdido me puse en pie, miré por la ventana y contemplé, vehemente, pero con cierto asombro, cómo tres gaviotas se aniquilaban unas a otras por un trozo de sardina. «Las gaviotas tienen hambre». Cerré la ventana y bajé las persianas, di vueltas en la cama sin poder concentrarme, la imagen de las gaviotas sacándose mutuamente las tripas por un trozo de pescado resultaba ser una estampa familiar, una estampa a la que todos hemos contribuido de una manera u otra por un puñado de judías de cobre y níquel en conserva. La visión humanitaria de la clase alta manifiesta con elegantes disfraces el antropocentrismo tal cual vivimos. Decidí levantarme y preparar una taza de té. Me lie dos cigarrillos Horizon antes de entrar a la ducha. El impulso imaginativo me obligó a masturbarme. Pornografía milf. Me enjaboné detenidamente y me senté en el plato de ducha, desconcertado, a esperar que el agua arrugara mis dedos como a un viejo enfermo de alzhéimer. ¿Qué clase de hijo abandona a sus padres a morir sin recuerdos? El destino insondable no podrá salvarte. Estás condenado a rodar la piedra de lo absurdo hasta la cima de la montaña, cayendo esta por su propio peso y volviendo a la tarea inútil y sin esperanza todos los días. El papel que interpretas es fácil: tú serás el sucesor de Sísifo. Crearás tu propio mito bailando sobre la barra de los bares, esnifando diazepam o inhalando acetona para uñas, cual niño con síndrome de Down, burlando a la divina muerte con risas pragmáticas y movimientos indefinidos e introspectivos.
He sido un delincuente con un toque de suerte.
Hoy brindaré con brandy de Jerez y apostaré a las peleas de gallos.
Adiós, gran masturbador.
IV
Viernes. 4:06. Insomnio. H. Upmann. Lincoln Continental SS-100-X. Es la cuarta vez que me levanto. No dejo de dar vueltas y vueltas en la cama. Me pongo nervioso cuando no puedo dormir. Así que he ido a la habitación de Emilio y he rebuscado con la ayuda de la linterna del móvil por los cajones de su escritorio hasta dar con la tableta