Sobre el combate. Dave Grossman. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Dave Grossman
Издательство: Bookwire
Серия: General
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788415373858
Скачать книгу
di cuenta de que me había golpeado», apunta Christensen, «pero no sentí nada mientras continuaba forcejeando con él para sujetarlo en el suelo y esposarlo. Después lo llevé a trancas y barrancas a una celda.»

      No fue hasta que Christensen cerró la puerta y se apoyó contra una mesa para recuperar el aliento cuando sintió una oleada de náuseas. Habían pasado casi diez minutos desde que fue golpeado, pero no fue hasta que la adrenalina comenzó a remitir cuando la náusea y el dolor aparecieron. Cuando la adrenalina del sospechoso remitió unos veinte minutos después, comenzó a gritar que tenía una muñeca rota.

      Sobrecarga sensorial: «Falta. Game over. Reiniciar.»

      ... aturde con su sonido atronador.

      Oliver Goldsmith

      The Traveler

      Una granada aturdidora o flashbang, en inglés, es un artefacto que utilizan los equipos de policía táctica como el swat en situaciones en las que se requiere distracción, desorientación o desviar la atención. Cuando se hace rodar una de estas granadas en la habitación donde se esconde el sospechoso, estalla con un ruido ensordecedor y una luz cegadora, causando una sobrecarga sensorial que permite a los agentes irrumpir y arrollar al sospechoso aturdido. Artwohl y Christensen ofrecen este ejemplo proveniente de la experiencia personal de un agente del swat:

      El sospechoso abrió la portezuela y salió con la rehén delante. A pesar de que nuestro francotirador sólo podía ver una porción de la frente del sospechoso, y que un mostrador y una serie de ranuras de buzón de oficina dificultaban el tiro, disparó, pero una caja desvió la bala. Aun así un fragmento de la bala alcanzó al sospechoso, causándole una herida leve.

      El sospechoso empujó a la rehén de vuelta a la habitación mientras nos gritaba que nos volviéramos atrás, y que iba a matarla. No había otra: teníamos que reaccionar. Corrimos a lo largo de la pared hasta llegar a la puerta abierta y yo arrojé el flashbang dentro de la habitación. Acto seguido irrumpimos en la habitación y vimos al tipo de pie en una especie de cuartucho en donde los empleados colgaban sus abrigos. El flashbang lo había aturdido porque ahora tenía a la mujer a su lado y la sujetaba con un solo brazo.

      Teníamos nuestros [subfusiles] MP5 en semiautomático; disparé a su cara y Miller a su pecho. Sangre y trocitos de cerebro se desparramaron por las paredes. El sospechoso se desplomó.

      El destello aturde la vista del sospechoso y la explosión aturde su oído. Su piel siente la contusión y nariz y boca prueban un poco de humo. Los cinco sentidos envían simultáneamente un mensaje de emergencia al cerebro, y el cerebro sobrecargado dice: «Falta. Game over. Reiniciar».

      La idea es aturdir al sospechoso de forma que los agentes puedan detenerle sin usar la fuerza letal. Los problemas, sin embargo, aparecen cuando un sospechoso está accidentalmente inoculado contra el flashbang. De vez en cuando, agentes del swat me cuentan que sus flashbangs no funcionaron con un sospechoso. Cuando les preguntó cuántas utilizaron, me contestan más o menos así: «Bueno, usamos una docena a medida que íbamos registrando cada habitación hasta dar con el sospechoso». Si bien las circunstancias pueden requerir el uso de flashbangs en cada habitación, para cuando llegaron donde realmente se escondía el sospechoso, éste había sido avisado, se había preparado emocionalmente, y estaba inoculado contra el efecto.

      Vivimos unos tiempos increíblemente violentos. La tasa de terrorismo interno, los actos terroristas internacionales y las tasas de crímenes violentos están en máximos históricos. Cuando una situación policial se vuelve excepcionalmente violenta, se llama a un equipo táctico. Si va a producirse un tiroteo, normalmente son ellos los que participan, si bien en la inmensa mayoría de casos no se ven obligados a disparar. Cuando lo hacen, hay una tendencia a culpar al equipo táctico por los muertos, si bien culparlos por haber empleado la fuerza letal es como culpar a una aspirina por el dolor de cabeza. El equipo táctico es la solución, no el problema. La National Tactical Officers Association dispone de datos sólidos que demuestran que, de no haber intervenido estos equipos altamente entrenados, el número de personas muertas en acto de servicio sería inmensamente mayor de lo que es ahora.

      En el mundo real, cuando un equipo táctico actúa con sus escudos, gases lacrimógenos, granadas aturdidoras, negociadores, y una fuerza apabullante, la mayor parte de las veces no tienen que matar al sospechoso peligroso y los agentes pueden regresar con sus familias por la noche.

      Las granadas aturdidoras son una herramienta excelente que salva vidas en estos tiempos trágicos y violentos, pero la mayoría de los policías y soldados no las llevan consigo a diario. Sin embargo, si llevas un arma, tienes un flashbang. Si aprietas el gatillo, emite destellos y un estruendo. Sabemos que un arma de fuego es un instrumento psicológicamente abrumador. Si eres un agente de policía, tienes que entender que en un alto porcentaje de las situaciones de combate, es el criminal el que disparará primero, lo cual significa que iniciarás el combate recibiendo el flashbang. Una mentalidad apropiada y un adiestramiento realista para desarrollar respuestas de piloto automático pueden ayudar a los guerreros a superar este problema.

      La teoría del Bigger Bang: «Doin, doin» contra «pum, pum»

      Cuando algunos de vuestros hermanos,

      Con aullidos de espanto,

      Huían del ruido de nuestros propios tambores.

      Shakespeare

      Coriolano

      Napoleón dijo que, en la guerra, «lo moral es a lo físico como tres es a uno». Es decir, que los factores psicológicos son el triple de importantes que los factores físicos. En el combate, uno de los más importantes de estos factores «morales» —o factores de moral o psicológicos, como diríamos hoy en día— es el ruido.

      En la naturaleza, el que ladra más fuerte o el que ruge más alto es el que probablemente ganará la batalla. El sonido de las gaitas, la corneta y los gritos de los rebeldes han sido empleados a través de la historia para acobardar al enemigo con ruido. La pólvora fue lo máximo en aullidos, pues ofrecía tanto un ladrido como un rugido. Empleada primero como fuegos artificiales por los chinos y luego en cañones y mosquetes, la pólvora era una matraca que proporcionaba tanto ruido como conmociones. Las conmociones se sentían y oían, y la pólvora proporcionó los efectos visuales del destello y el humo. Ya que la explosión de pólvora y su humo a la deriva se pueden saborear y oler, proporcionaba un fuerte estímulo sensorial que potencialmente podía invadir los cinco sentidos.

      Esta es una de las razones fundamentales por las que el primer y torpe mosquete de ánima lisa y avancarga sustituyó al arco largo y a la ballesta. El arco largo y la ballesta tenían un índice de acierto muy superior, eran más precisos y presentaban una exactitud en el alcance mucho mayor en comparación con los primeros mosquetes de ánima lisa. Y a pesar de ello, estas armas militares superiores fueron remplazadas casi de la noche a la mañana (hablando en términos históricos) por unos mosquetes infinitamente inferiores. Pero a pesar de que eran inferiores a la hora de matar, no lo eran a la hora de aturdir y acobardar al contrincante.

      Una vez pregunté en una habitación llena de agentes por qué instrumentos increíblemente superiores para matar como la ballesta y el arco largo habían sido sustituidos por el comparativamente inútil mosquete. Un agente de policía se puso en pie y contestó: «¡La Administración!». La respuesta consiguió una risa general, pero la verdad es que pocas cosas ocurren en el campo de batalla sin una buena razón. En este caso, si estás en la batalla haciendo «doin, doin» con un arco y el otro tipo hace «¡pam, pam!» con un mosquete, si todo lo demás es igual, el que hace «doin» perderá siempre. Algunos estudiosos, que no entienden del todo el importantísimo aspecto psicológico del combate, han asumido que el arco largo desapareció debido a que requería un entrenamiento de toda una vida para llegar a dominarlo. Sin embargo, esta lógica no encaja tan bien con la ballesta. Si se trataba de una cuestión de entrenamiento y coste, entonces el tremendo coste y entrenamiento de toda una vida que requería crear a un caballero montado o a una tropa de caballería hubieran sido suficientes para condenar a esos instrumentos de guerra. Si un sistema armamentístico proporciona el dominio militar (ya sea el caballero, la fragata, el portaaviones, el caza a