Si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento. No esperes que el hada del combate te dé un coscorrón con la varita del combate y de pronto consiga que hagas cosas que nunca practicaste. No ocurrirá.
Debe haber un esfuerzo continuado para desarrollar un adiestramiento con simulaciones realistas a fin de que el guerrero adquiera un conjunto de habilidades que transferirá a la realidad. Un veterano de Vietnam que sirvió dos veces lo explicaba así:
En Vietnam, siempre me sorprendía descubrir que en situaciones difíciles había hecho lo correcto. Es como si fuera en automático y no pensara en lo que hacía, y ni siquiera lo recordaba más tarde. Soy un firme defensor del adiestramiento, ese entrenamiento tedioso, aburrido de «si lo tengo que hacer una vez más, empezaré a gritar» que todo soldado odia. Permite que personas como yo rindan en combate cuando el sentido común te está diciendo que salgas corriendo de allí lo antes posible.
Matar en piloto automático: S.L.A. Marshall tenía razón
De esa manera ya puede esperarse que la memoria de un gran hombre le sobreviva, quizás, medio año.
Shakespeare
Hamlet
Reitero: lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. El instinto de supervivencia puede llegar a ser secundario ante el adiestramiento. Cualquier resistencia natural o aprendida a matar, cualquier sentido de la santidad de la vida humana, cualquier emoción humana, cualquier remordimiento o compasión en el momento de la verdad, todo ello puede ser superado y anulado mediante el adiestramiento.
El tema de entrenar para matar en piloto automático, sin pensamiento consciente alguno, se trata ampliamente en mi libro Matar. En consecuencia, me limitaré a sintetizar y poner al día la información que se recoge allí.
Puedes pensar que matar es fácil, que una persona sólo tiene que entrar en el campo de batalla y simplemente comenzar a matar porque así se lo han ordenado. La verdad es que resulta difícil conseguir que la gente mate. Consideremos la tasa de homicidios, que está en tan sólo seis por cien mil al año. Millones de personas se topan los unos con los otros cada día, muchos están deprimidos, enfadados, son hostiles y están llenos de odio, pero sólo seis de cada cien mil matarán. Sólo una media de cuatro de cien mil siquiera intentarán infligir un daño corporal o algún sufrimiento (agresión con agravantes) en un año. ¿Cómo es posible?
Aprendimos en la segunda guerra mundial que sólo entre el quince y el veinte por ciento de los fusileros dispararon sus armas contra un soldado enemigo expuesto. Si estaba presente un líder que daba la orden de disparar, entonces casi todos los soldados lo hacían. De la misma manera, un arma colectiva, con un artillero y un ayudante de artillero luchando juntos, casi siempre disparaba. Pero cuando los soldados se quedaban solos, la inmensa mayoría, en ambos bandos, no podía matar.
Hubo dudas sobre el rigor de estos descubrimientos hace unas décadas, poco después de la muerte del estudioso clave en este campo, el general de brigada S.L.A. Marshall. Pero sus investigaciones han sido desde entonces ampliamente reproducidas y validadas. Escribí una entrada para el Oxford Companion to American Military History y tres entradas para enciclopedias sobre el asunto, todas revisadas por pares que eran destacados expertos internacionales en la materia.
Al final de la segunda guerra mundial, nuestros líderes militares sabían que los hallazgos de Marshall eran verdaderos y comprendían que eso no era nada bueno.
Después de todo, una tasa del 15 por ciento de disparos entre los artilleros es como una tasa de alfabetización del 15 por ciento entre nuestros bibliotecarios. Estos líderes veteranos entendieron que la baja tasa de disparos era un problema que había que solucionar y eso es exactamente lo que hicieron. Veinte años más tarde, en Vietnam, la tasa de disparos había aumentado al 95 por ciento. Aún se daba mucho el «rociar y rezar», pero entre los individuos que veían a un soldado enemigo expuesto la tasa de fuego había subido al 95 por ciento.
Algunos señalan que este incremento espectacular en la tasa de disparos en Vietnam se debió al fusil M-16 y al entorno de la jungla, pero esta teoría no aguanta una evaluación minuciosa, ya que las carabinas M-1 y los subfusiles Thompson en el Pacífico sur no eran disparados con más frecuencia que otras armas concretas de la época. Uno de los ejemplos más llamativos del valor y poder de esta revolución moderna y psicológica del adiestramiento puede constatarse en las observaciones de Richard Holmes sobre la guerra de las Malvinas de 1982. Las fuerzas británicas, soberbiamente entrenadas, carecían de superioridad en el aire o de artillería y estaban constantemente superadas en número de tres a uno mientras atacaban a los defensores argentinos, mal adiestrados pero bien equipados y atrincherados. Ambos bandos lucharon con armas similares (la mayor parte, fusiles estándar de 7.62 mm de la otan) en terreno abierto. Las tasas superiores de disparos de los británicos (que Holmes estimó en muy por encima del noventa por ciento), resultado de las técnicas de adiestramiento modernas, han sido reconocidas como un factor clave en la serie de victorias británicas en esa breve pero sangrienta guerra.
La fuente definitiva sobre el ejército de Estados Unidos, la monografía histórica de The United States Army Training and Doctrine Command (tradoc) titulada SLAM, the Influence of S.L.A. Marshall on the United States Army, defiende vigorosamente las observaciones de Marshall. Su trabajo fue aceptado ampliamente al final de la segunda guerra mundial, cuando el ejército estadounidense contaba con una alta tasa de líderes veteranos que habían llevado a los Estados Unidos a través de una de las mayores guerras de la historia. En Corea y Vietnam, Marshall fue tratado con el más profundo respeto por el estamento militar y se le requirió con frecuencia para que acudiera, adiestrara y estudiara.
¿Estaban todos estos líderes militares equivocados? ¿Acaso Marshall los engañó a todos y entonces, de alguna forma, unos cuantos descubrieron la «verdad»? Marshall quizás maquilló un poco su currículum en unas pocas parcelas relativas a su experiencia en la primera guerra mundial. Afirmó que fue promocionado al rango de oficial durante la guerra cuando, en realidad, tras la guerra era un graduado de la ocs,2 si bien puede que se le asignara una posición de oficial con anterioridad a su adiestramiento. También afirmó haber estado en una unidad de infantería cuando, en realidad, estaba en una de ingenieros, pero su unidad puede que estuviera adscrita a una unidad de infantería de línea. Sin duda, la metodología de Marshall no aprueba los rigurosos estándares modernos, pero eso no significa que mintiera. Esperemos que nuestro trabajo de toda una vida reciba mejor trato, cuando muramos y nos vayamos, y que no aparezcan unas cuantas personas que cuestionen nuestro trabajo, y que todo el mundo a partir de entonces asuma simplemente que mentimos a sabiendas.
Básicamente, lo que S.L.A. Marshall decía era que algunos de nuestros guerreros no disparan en combate y que dianas más realistas elevarían la tasa de disparos. Marshall fue el pionero cuyas investigaciones y escritos espolearon a los instructores de los guerreros a cambiar los objetivos con dianas por simulaciones de combate realistas, ¿y quién puede decir algo en contra? Podemos estar en desacuerdo en cuanto a la ventaja que nos ofrece, o sobre exactamente cuánto incrementa la tasa de disparos este tipo de adiestramiento realista, pero hoy en día nadie quiere volver a disparar a dianas. Y cada vez que uno dispara a una silueta o a un objetivo fotorrealista o a un blanco en un simulador de adiestramiento en vídeo, debería detenerse un momento para recordar y dar las gracias a S.L.A. Marshall.
Hoy en día, el corpus de datos científicos que apoyan el adiestramiento realista es tan poderoso que hay un dictamen judicial en Estados Unidos que establece que, para que el adiestramiento con armas de fuego sea legalmente válido para los cuerpos de seguridad, tiene que incorporar un adiestramiento realista que incluya estrés, toma de decisiones y entrenamiento «dispara-no dispares». Se trata de la sentencia Oklahoma contra Tuttle de 1984 del circuito federal décimo, y hoy en día muchos instructores de la policía enseñan que un cuerpo policial probablemente no cumple con la normativa del tribunal del circuito federal