Las ponderaciones del IPC base 2013=100 se basan en la VII EPF. Se excluyeron los gastos vinculados al trueque, la producción de autoconsumo, las inversiones y las transferencias que no constituyen gasto en consumo.
Las ponderaciones para productos como el Automóvil Usado, Seguros y Juegos de Azar se ajustan, ya que la VII EPF utiliza el criterio de gastos brutos. Se ajustaron con información de registros administrativos (Encuesta Estructural de Comercio 2011 (INE), Encuesta Registro Automóviles (Registro Civil e Identificaciones), Superintendencia de Valores y Seguros, estados de resultados empresas de la Industria de juegos de azar e información Superintendencia de Casinos de Juegos, respectivamente) para obtener un ponderador neto que es consistente con los fines del IPC. También se ajustó el gasto en Bebidas Alcohólicas y Tabaco con información de Cuentas Nacionales, porque estos gastos estaban sub-declarados en la EPF.
Con este procedimiento podemos calcular cuánto gastan estos hogares en educación, salud, transporte, etc. Estas últimas categorías se conocen como divisiones del IPC y justamente en la Figura 3 se muestran las diferencias en la importancia en el consumo de estas divisiones para hogares cuyos miembros son adultos mayores y el resto de la población. Como era de esperarse las grandes diferencias se encuentran en la preponderancia de las divisiones de Educación y Salud. La división de Educación representa, en promedio para el total de la población, un 8% de su presupuesto. Esta importancia está explicada por el gasto de los hogares en sala-cunas, kínder, enseñanza primaria y secundaria, y además los gastos en la universidad o institutos técnicos. Si bien nunca es tarde para estudiar, la relevancia que los adultos mayores le otorgan en su presupuesto representa menos del 1%, llegando a ser 0.4%. En contrapartida, si bien el gasto en educación se reduce con el paso de los años, la importancia en el cuidado de la salud incrementa por el desgaste natural del ciclo de vida. Los datos reflejan que se pasa de otorgarle un 6,4% del total de presupuesto en un hogar promedio en Chile a un 12,1% en el caso de los adultos mayores, es decir, en la vejez la ponderación se duplica.
Figura 3: Diferencias entre los ponderadores en la canasta de consumo de hogares de adultos mayores y el resto de la población
Fuente: elaboración propia.
A continuación queremos introducir otra dimensión en nuestro análisis: la pobreza en los adultos mayores. Queremos entender cómo cambian los patrones de consumo entre los adultos mayores si estos últimos están en una condición de vulnerabilidad económica. Para hacerlo ordenamos los hogares de adultos mayores por su ingreso y tomamos el 20% de ingresos más bajos o vulnerables. Con estos hogares, volvemos a calcular los patrones de consumo y obtenemos diferencias con los patrones de consumo del resto de la población como se observa en la Figura 4.
Figura 4: Diferencias entre los ponderadores en la canasta de consumo de hogares de adultos mayores vulnerables y el resto de la población
Fuente: elaboración propia.
La Figura 4 nos muestra que más allá de las diferencias mostradas en las divisiones de Educación y Salud, para el grupo de mayor vulnerabilidad en los hogares de adultos mayores, las divisiones de Alimentos y Bebidas no alcohólicas, y de Vivienda y Servicios básicos son las que tienen mayor diferencia, reflejando la importancia del consumo de estos bienes de primera necesidad para los adultos mayores vulnerables.
A diferencia del promedio de hogares que gasta un 19,1% de su presupuesto en alimentación, los adultos mayores vulnerables destinan un 35,1% de sus gasto a esta necesidad básica. Mientras que el gasto en Vivienda y servicios básicos pasa de 13,8% a 23,1% para los ancianos vulnerables.
De igual forma, se puede observar que hay una suerte de enclaustramiento en la tercera edad con bajos ingresos, dado que el gasto de Transporte llega a solo un 6%, bastante por debajo del 14,5% de los hogares en general. A esto se suma una reducción en el gasto de Educación que pasa de 8% a prácticamente 0% en los adultos mayores vulnerables.
La Tabla 2 muestra el gasto estimado para un hogar de adultos mayores vulnerables (bajos ingresos) en los principales 20 productos que ellos consumen. Como puede observarse, en mayo de 2015, el gasto total promedio era de $218.140. Los productos de mayor gasto eran electricidad ($16.811), carne de vacuno ($9.966), papa ($7.925) y pan ($3.020); productos de primera necesidad para el diario vivir. Esto ilustra la fragilidad del consumo de estos hogares, y que cualquier fluctuación de ingresos de estos hogares de adultos mayores vulnerables puede afectar el consumo de bienes de primera necesidad. El gasto promedio en mayo de 2014 fue de $196.793, mientras que en mayo de 2016 el gasto ascendió a $218.140, donde el aumento se explica principalmente por el alza del gasto en electricidad que en un año experimentó un incremento de un 32% y las frutas de estación en 22,7%. Esto fue contrarrestado por la caída del arriendo (0,9%), los servicios de conservación y reparación de la vivienda (6,2%) y las cecinas (7%).
Es importante notar que el ejercicio de la Tabla 2 ejercicio nos da cuenta de cómo debería repartirse el presupuesto de un Adulto Mayor Vulnerable si tuviera que mantener el consumo de todos los productos de la canasta del IPC-AMV. Sin embargo, la realidad nos muestra que se priorizan el consumo de los hogares de los Adultos Vulnerables y se sacrifican muchos otros productos como se mostró en la Figura 4 y 3
Tabla 2: Gasto estimado de los 20 productos con mayor ponderación para hogares de adultos vulnerables en función de la variación del IPC-AMV
Fuente: elaboración propia.
Hasta ahora la metodología nos permitió responder dos de las preguntas iniciales que habíamos planteado. En primer lugar, pudimos constatar la diferencia en el consumo de los hogares de adultos mayores con respecto al total de la población, gracias a la identificación de los hogares que están conformados exclusivamente por adultos mayores. En segundo lugar, encontramos que los adultos mayores vulnerables gastan parte importante de su ingreso en alimentación y servicios básicos.
A partir de los datos anteriores trataremos de responder la tercera pregunta relacionada con la medición del costo de vida para los adultos mayores, por medio de un indicador que refleje las presiones en los precios de los bienes y servicios más importantes para este grupo de la población. Estos son los indicadores de IPC-AM (IPC del adulto mayor) e IPC-AMV (IPC del adulto mayor vulnerable).
A continuación explicamos cómo calculamos el IPC-AM y el IPC-AMV. Dada las ponderaciones estimadas con la metodología presentada antes, y con los precios que mensualmente recolecta el INE, es posible construir la evolución de IPC-AM y el IPC-AMV desde su año base hasta el último dato disponible a junio2 de 2016.
Figura 5: Evolución del IPC, IPC-AM y el IPC-AMV y evolución de la inflación anual de cada serie
Fuente: elaboración propia.
Como se puede observar, la inflación acumulada desde principios de la muestra desde 2014 a la fecha ha estado en torno a 12,4% para el IPC-AMV y 11,0% el IPC-AM. Este último muestra movimientos similares al IPC publicado por el INE, pero el IPC-AMV tiene tasas de inflación mayores desde principios de 2015, lo que nos muestra que los costos de vida son efectivamente distintos. Desde ese punto de vista tanto el IPC-AM como el IPC-AMV pueden ser herramientas muy útiles para la medición del costo de vida de los adultos mayores en Chile. Las características de oportunidad en su publicación y alta frecuencia y fácil comprensión son algunas de las cualidades que hacen sencilla su implementación. Más importante aún, la mayor inflación en el IPC-AM e IPC-AMV versus el IPC indica que las pensiones posiblemente debieron haberse reajustado más que lo que efectivamente se hizo, si se hubiese ocupado una medida adecuada de costo de vida para los adultos mayores.
Conclusiones y comentarios finales
En el Chile de 1990, según datos de CASEN,