Cardenal Gianfranco Ravasi
Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura
Índice
La búsqueda de la verdad en la humildad
¿Cómo situar adecuadamente la ciencia en relación con la fe?
La necesidad de una formación teológica sólida a la altura de las competencias científicas
La ética de la ciencia: la contribución del científico católico
Un precioso testimonio de la Iglesia: la Academia Pontificia de las Ciencias
La comunidad científica y el servicio al hombre
La ciencia como punto de partida de un diálogo que supera todas las barreras y como factor de unidad entre los hombres
¿Cómo situarse ante las críticas y la oposición a la fe y a la Iglesia?
La posición del Magisterio de la Iglesia frente a la investigación científica y la responsabilidad específica del investigador católico
Guardar la esperanza en el sufrimiento y el fracaso
La adoración en el corazón de las ciencias
La investigación científica como fuente de maravilla que lleva a la alabanza
La ofrenda del trabajo científico en la Eucaristía
La intercesión del profesor por sus estudiantes, del investigador por sus colegas
La oración: del oratorio al laboratorio
Oración, estupor, esperanza: el ejemplo de algunos científicos de nuestro tiempo
La evangelización de la cultura
El modo del testimonio del profesor o investigador cristiano
Un ejemplo de testimonio: Mons. Georges Lemaître, amigo de Einstein, padre del Big Bang
El testimonio de la vida
El testimonio de la palabra a tiempo y a destiempo
El testimonio de la humanización de las relaciones y del compromiso ético
Introducción
Las líneas que siguen se dirigen específicamente a aquellos católicos que, más o menos directamente, se ocupan de ciencias experimentales, formales (lógica, matemática, informática…) o aplicadas (ingeniería, ciencias biomédicas…). Existen ya numerosas publicaciones que tratan acerca de los problemas de las relaciones entre la ciencia y la fe, destinados al gran público o a los teólogos. Sin embargo, hay muchos menos escritos que se dirijan directamente a los católicos que trabajan en laboratorios científicos o que enseñan ciencias en las universidades, en las grandes escuelas o en la enseñanza secundaria. Este público se enfrenta a problemas peculiares, importantes, que es necesario traer a la luz y para los cuales es necesario pergeñar al menos un esbozo de solución. Hay, naturalmente, problemas comunes a toda vida activa: por ejemplo, cómo mantener una vida de oración en medio del vértigo de la actividad profesional desbordante y en un mundo que no tiene relación con la Iglesia o con una fe religiosa. Pero hay también problemas más específicos ligados a la manera de gestionar orientaciones de investigación que sean compatibles con la enseñanza moral de la Iglesia, o con el modo de testimoniar y de ser coherentes con la propia fe en ambientes que relegan a la esfera puramente privada toda cuestión religiosa. Y están también todas las dificultades intelectuales que pueden surgir cuando se trata de establecer la articulación entre la visión teológica acerca del hombre o la naturaleza y la que nos proporcionan los científicos, algunas veces sutilmente mezclada con presupuestos filosóficos que se revelan incompatibles con una teología de la creación o con una antropología cristiana.
Las páginas que siguen se dirigen a un público que toma las ciencias naturales en serio. No se trata aquí de hacer la menor concesión a posiciones que pretenden deformar o aprovechar las ciencias por razones religiosas. Una verdad científica, adquirida honesta y seriamente, no puede sino ser aceptada humildemente. Nos ubicamos, pues, en una oposición neta a cualquier veleidad de tipo «creacionista» o «neoconcordista». Pero nuestra intención es, además, tener totalmente en cuenta la enseñanza de la Iglesia y el contenido de la fe católica. Y es precisamente a quienes se esfuerzan por tomar en serio la ciencia y la fe católica a quienes se dirige este libro, basándose con optimismo en el principio según el cual no puede haber verdadera disensión entre la fe y la razón. No se hallará pues, en estas páginas, un regreso a una «ciencia católica» (que ni existe ni puede existir), ni la voluntad de transformar la ciencia en una espiritualidad, ni tampoco un intento de mostrar que la ciencia de hoy está más cerca de lo espiritual que la de ayer (pues no lo está). La ciencia es la que es, tanto para un católico como para un no católico. Sin embargo, en cuanto a las preguntas acerca del sentido y de los valores que plantean las actividades y los contenidos científicos (y que las ciencias, en cuanto tales, no pueden resolver), el católico no podrá evitar hacer intervenir las luces de la revelación y las enseñanzas del Magisterio sobre la creación y sobre el hombre que busca la pertinencia universal de tales cuestiones y las pone de manifiesto. Si bien es cierto que no hay una biología católica, pongamos por caso, no es menos cierto que el católico no podrá permanecer indiferente, en nombre de la antropología cristiana, a la cuestión de la manipulación de embriones humanos que tuviera lugar en su laboratorio. Si bien es claro que no hay una neurofisiología cristiana, no se sigue de ahí que el católico no pueda contestar la pertinencia de una filosofía que buscaría reducir totalmente la conciencia moral a simples cuestiones de neuronas y de química… Este libro desearía ayudar a los católicos que, respetando los diferentes niveles de discurso y de actividades, desean respetar también plenamente su vida espiritual y el contenido de su fe en el contexto de sus investigaciones o de sus enseñanzas científicas1.
Pero, ¿se puede ser científico y creyente, ejercer las ciencias y creer, como creyente? La historia pasada y reciente ofrece numerosos ejemplos que nos permiten responder afirmativamente. Baste pensar en Copérnico, Gregor Mendel, Pierre Teilhard de Chardin, el Abate Breuil o Georges Lemaître o, más cercanos a nosotros todavía, Jérôme Lejeune, Enrico Medi o Xavier Le Pichon y podremos darnos cuenta de que, en efecto, la ciencia, lejos de ser un obstáculo para una vida de fe profunda, puede revelarse como un estímulo poderoso. Sin embargo, estos ejemplos