No, es injusto. ¡Dame un poco más de tiempo!». La muerte le dijo: «Pero me he de llevar a alguien. De acuerdo, hagamos un pacto: si uno de tus hijos está dispuesto a morir por ti, me lo llevaré».
Yayati tenía cien hijos, miles de esposas. Llamó a sus hijos y les preguntó. Los más viejos no le quisieron escuchar. Se habían vuelto astutos y se encontraban en la misma trampa. Uno, el mayor, tenía setenta años. Le dijo: «Pero yo tampoco he vivido. ¿Y qué hay de mí? Al menos tú ya has vivido cien años; yo he vivido solo setenta; debería tener otra oportunidad».
El más joven, que solamente tenía dieciséis o diecisiete, se acercó, tocó los pies de su padre y le dijo: «Yo estoy dispuesto». Incluso la muerte sintió compasión por el chico. La muerte sabía que él era inocente, que no estaba versado en los caminos del mundo, que no sabía lo que estaba haciendo. La muerte susurró al oído del niño: «¿Qué haces? ¡Estúpido! Mira a tu padre. Tiene cien años y no está dispuesto a morir. ¡Y tú tienes solo diecisiete! ¡No sabes lo que es la vida!». El chico insistió: «¡Se acabó la vida! Mi padre ha llegado a los cien y todavía cree que no ha sido capaz de vivir, de modo que ¿para qué? Incluso aunque viviera cien años, sería lo mismo: es mejor dejarle vivir mi vida. Si él no ha sabido vivir en cien años, entonces todo este asunto es una tontería».
El hijo murió y el padre vivió cien años más. De nuevo, la muerte llamó a su puerta y de nuevo él empezó a llorar y a gemir. Dijo: «Me olvidé por completo. De nuevo empecé a acumular más riqueza, a expandir mi reino; y los cien años han pasado como en un sueño. Tú estás aquí de nuevo y aún no he vivido».
Pasaron mil años y llegó la muerte. Yayati estaba temblando, llorando y gimiendo. La muerte le dijo: «Ya es demasiado. Has vivido mil años y todavía dices que no has sido capaz de vivir». Yayati le dijo: «¿Cómo puede uno vivir en el aquí y ahora? Siempre estoy posponiendo: mañana y mañana. ¿Y mañana? Y de repente tú estás aquí».
El posponer la vida es el único pecado al que yo llamo pecado. No la pospongas. Si quieres vivir, vive aquí y ahora. Olvídate del pasado, olvídate del futuro: este es el único instante, este es el único momento existencial. Vívelo. Una vez que pase, no podrás recuperarlo, no podrás reclamarlo.
Si empiezas a vivir en el presente, dejarás de pensar en el futuro y no te aferrarás a la vida. Cuando vives, cuando conoces lo que es la vida, te encuentras satisfecho, saciado; tu ser, al completo, se siente dichoso. No hay necesidad de ninguna compensación. No hay necesidad de que la muerte venga al cabo de cien años y te vea temblando y llorando y gimiendo. Si la muerte llega ahora mismo, estarás dispuesto; habrás vivido, disfrutado, celebrado. Un solo instante de estar realmente vivo es suficiente; mil años de una vida irreal no son suficientes. Mil años o un millón de años de una vida que no haya sido vivida no son nada; y yo te digo que un solo instante de una experiencia vivida es una eternidad en sí misma. Estás más allá del tiempo; tocas el alma misma de la vida. Y entonces no hay muerte, ni preocupación, ni apego. Puedes abandonar la vida en cualquier instante y sabes que no dejas nada. La has disfrutado plenamente, al límite. Estás rebosante de ella; estás dispuesto.
Un hombre que está dispuesto a morir sintiéndose alegre es un hombre que realmente ha vivido. El aferrarse a la vida revela que no has sido capaz de vivir. Abrazar la muerte como parte de la vida revela que has vivido como debías. Te sientes satisfecho.
Fragmento tomado de Osho, Yoga: La Ciencia del Alma, Vol. IV
Esta historia contada por Osho en alguno de sus libros nos relata claramente lo que hacemos todos los seres humanos a los que se nos ha regalado la oportunidad de vivir, vivimos anclados al pasado o en un mundo ilusorio y falso que es el futuro, mientras el presente pasa, el tiempo pasa y cuando nos damos cuenta la vida se nos pasó de largo.
Cuando no vivimos el presente con consciencia e intensidad siempre tendremos un pasado lleno de remordimientos y sueños inconclusos y siempre estaremos esperando algo que llegará en el «futuro», ya que estamos insatisfechos con lo que somos ahora.
El hecho de vivir el presente de estar presentes en cada momento de nuestra vida nos irá creando recuerdos o un «pasado» armonioso al cual solo regresaremos para recordar una experiencia previa que nos dio un aprendizaje feliz o doloroso, para repetir lo que nos funcionó y evitar lo que nos falló y vivir nuestro presente más asertivamente. Pero volver al pasado solo será cuando nosotros lo decidamos, como un archivo al que consultaremos cuando necesitemos tomar una decisión. El pasado no es un lugar en el que debamos estar anclados viviendo ausentes nuestro presente.
Si hacemos una recopilación de nuestras vidas podremos tener la sensación de que hemos vivido varias vidas dentro de una sola, que lo que fuimos en nuestra niñez ya no lo somos cuando adultos. Las personas que se casaron hace 20, 30, 50 años no son las que están casadas el día de hoy, los que iniciaron su carrera en una universidad no son las mismas personas que se graduaron. Cada día nos hizo crecer, madurar, cambiar y día a día construimos un matrimonio, una carrera o una vida entera. No podemos tener los mismos ideales o planes que hace veinte años ya que el mundo no es igual, la gente que nos rodea no es la misma y claramente nosotros tampoco. Esto nos hace conscientes de que todo cambia, se mueve, avanza y esa es la única constante de la vida: el cambio, y es nuestra capacidad de adaptarse al cambio lo que nos ayudará a crear una vida llena de logros, sonrisas y felicidad.
Si no has aceptado los cambios en tu vida y no has evolucionado con ellos, estarás atrapado en una época que ya no existe y esto evitará que lo que vives hoy pase frente a ti sin haberlo vivido.
El perdón es una de las curas más milagrosas de esta «enfermedad» de no poder disfrutar el hoy, el dejar ir, el perdonar nos liberará de este verdugo que es el pasado y nos permitirá vivir el presente con más intensidad. Tal vez alguien nos lastimó hace unos años y hemos vivido llenos de rencor y basura mental y no nos permite avanzar. Tal vez esa persona siguió con su vida y claramente no le da importancia o tal vez sí, no lo sabemos y no importa. Lo importante aquí eres tú, lo que tú piensas, a lo que tú le das importancia. Si algo te lastima, solo te lastima a ti, a nadie más. Así que elimina ese pensamiento, perdona a los que te hicieron daño y libérate. Esto no lo haces por nadie, solo lo haces por ti, para poder seguir adelante.
Otra cosa que nos ancla al pasado es la añoranza de alguna época cuando nos sentimos felices. Esto pasa porque nuestro presente no nos satisface como está y decidimos evadirlo y nos la pasamos pensando en «la época cuando fuimos felices» o «cuando teníamos dinero» o «cuando vivía tu abuela». Esto es parte de no aceptar el cambio, de no aceptar la pérdida y de no dejar ir lo que ya no está. Todo esto nos impide ver lo que sí está, nos impide valorar lo que sí tenemos y apreciar a la gente que sí está, es decir, a aceptar nuestro presente tal cual es y realmente vivir.
Lo mismo pasa cuando vives proyectando tu vida en un futuro que no existe hoy. Me queda claro que para sentirnos vivos hay que tener una ilusión, una meta, un proyecto de vida y hacer planes; esto es útil siempre y cuando tu comportamiento y tus acciones diarias sean congruentes con tus planes. Si solo sueñas y no haces nada por lograrlo te puedes ver atrapado, de repente, en las garras del futuro ilusorio y comienzas a estar ausente de nuevo en tu vida presente.
Como en la historia de Osho, el protagonista posponía para mañana el vivir su vida mientras se concentraba en otras cosas que no le permitían vivirla a plenitud, así pasaron 100 años o 1000 años. No importa cuántos años vivas, lo que importa es cuántos años realmente los vives. Podemos vivir 85 años cronológicamente, pero solo recordamos cinco o seis momentos importantes o, tal vez, ninguno. No querrás tener esa sensación al final de tu vida, ¿o sí? Imagina pensar que no hiciste nada en 85 años, que no te sientas satisfecho de nada, que no exista algo que puedas rememorar al final de tu vida. Muchas veces esto sucede porque siempre estuvimos esperando a que algo pasara o eso creímos, y todo lo que pasó en 85 años, que seguro fue bastante, no estuvimos ahí o no le dimos importancia porque estábamos pensando o esperando algo que nunca llegó.
¿Tienes un sueño, una meta? Pues entonces dedícate a hacerlo realidad, que el sueño sea tu