Controlar tu mente, tus pensamientos te hará dueño de tu vida, te hará dueño de cualquier situación, de cualquier problema, podrás ver todo con más claridad y podrás vivir en paz ya que tú decides qué es lo que piensas.
REFLEXIÓN Y PRÁCTICA
La mente en blanco es una mente controlada, una mente con pensamientos controlados, es decir, una mente libre de pensamientos tóxicos, dañinos o inservibles. Antes de practicar la meditación o si ya comenzaste a dedicar algunos minutos a ella puedes hacer algún ejercicio de control mental durante el día o durante tu práctica para concentrar tu atención al momento presente y no a tus pendientes, preocupaciones o problemas.
Dedica veinte segundos al día a practicar el siguiente ejercicio, si lo haces en este momento mejor. Vamos a contar del 1 al 20 junto a nuestra respiración. Inhalo profundo y al exhalar cuento 1, inhalo profundo y al exhalar cuento 2, inhalo profundo y al exhalar cuento 3, y así hasta el 20. El reto es llegar al 20 sin haber tenido algún pensamiento rebelde que nos distrajo y nos sacó de la cuenta. Si de pronto te descubres pensando en la ropa que hay que lavar, en tus deudas o en cualquier otra cosa, detén el pensamiento y vuelve a empezar. Si ves que algún pensamiento quiere entrar déjalo pasar y sigue tu cuenta.
Tú decides lo que pasa por tu mente y este ejercicio es como ir al gimnasio de la mente y entrenar. ¡Las primeras veces no llegaba ni al 10! ¡Vamos, hazlo ahora, es muy divertido!
En mi página puedes encontrar audios para meditar y entrenar a tu mente.
CAPÍTULO V
DESPROGRAMACIÓN MENTAL
Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.
—Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas —afirmaron.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
—Yo sé cómo lo hizo.
—¿Cómo? —preguntó alguien.
—No había nadie a su alrededor para decirle que era imposible.
Detrás de esta historia hay una gran verdad. ¿Cuántas veces hemos dejado de hacer algo solo porque nos han dicho que es imposible? ¿Quién dicta la barrera entre lo imposible y lo posible? Solo porque alguien lo intentó y no pudo lograrlo no quiere decir que no es posible.
A lo largo de los años la sociedad, nuestros padres, nuestras frustraciones nos llevan a ponernos límites mentales que nos van programando a una vida insatisfecha, reprimida y llena de arrepentimientos porque no hicimos tal o cual cosa. Lo peor de todo es que es una costumbre o pensamiento que se va pasando de generación en generación convirtiéndose, así, en una tradición familiar. ¿Cuántas veces no han escuchado: «En esta familia no se hace eso o tal cosa, nadie lo ha logrado, ¿por qué tu sí?», «Esa carrera o meta es prácticamente imposible, no pierdas tu tiempo», «El amor verdadero solo pasa en las películas y la más terrible de todas: la felicidad total no existe o solo es para la gente con dinero». ¿Les suena familiar? Desgraciadamente, hemos escuchado por lo menos un par de estos comentarios salir de la gente que nos educa o nos rodea y crecemos programados a limitar nuestros sueños y nuestra mente.
Esto no solo se aplica para las grandes proezas y no solo viene del exterior, hay gente que se autoprograma al fracaso, que se mete la idea de que no puede conducir un auto porque hay muchos accidentes y muertes, y nunca lo intenta o escuchó que a cierta edad ya no se puede aprender un idioma o instrumento y entonces se resigna a nunca intentarlo ya que se programa a no lograrlo. Los límites te los pones tú mismo, aunque alguien te diga que no se puede, depende de ti demostrarte que sí se puede o experimentar por ti mismo cuán difícil es o no tu meta.
Este es otro proceso de tu mente que debes conocer, aceptar y cambiar. Muchas veces «meditamos» y nos desesperamos ya que no logramos esa «felicidad» o «paz mental» que nos promete la meditación. Podría ser que desde antes de empezar a meditar estés programado a no lograrlo. La meditación te aquieta la mente y te ayuda a escucharte, pero requiere de un gran trabajo personal saber para qué la utilizo y qué aspectos de mi vida me puede ayudar a cambiar.
La meditación no es magia, es un intercambio de energía y sabiduría contigo mismo y con el universo. Para recibir los beneficios debes dar algo a cambio, debes ceder ante tu ego. Si estás leyendo este libro es un gran paso, ya que estás aceptando que quieres hacer un cambio en ti, que quieres conectarte con tu ser interior, y que estás dispuesto a ceder y a aceptar que debes realizar algunos ajustes en tu vida y en tu mente para poder encontrar tu lugar en este mundo y la anhelada paz interior.
Este es otro aspecto que debes tener en cuenta y que debes analizar antes de sentarte a meditar: ¿qué es lo que estoy dispuesto a ceder?, ¿qué es lo que me molesta?, ¿qué cosas quiero hacer que no he hecho porque me han programado a ello? Es necesario tener claras estas respuestas para que la mente se enfoque en encontrar las soluciones y los medios para lograr quitarte el velo y alcanzar lo imposible, para esto hay que desprogramar a la mente.
Este proceso no es tan fácil, pero claramente NO ES IMPOSIBLE.
Cuando hablo de este proceso comienzo diciendo que la mente está intoxicada, como cuando uno toma alcohol o alguien adicto a las drogas no puede controlar su cuerpo, se dice que está bajo los efectos de esto o aquello, es decir, no existe el autocontrol. Pierdes la consciencia de tus acciones y movimientos, y estás a la deriva, sin rumbo y sujeto a lo que pase a tu alrededor. Eso es lo que le pasa a la mente, se nos dice algo tan repetidamente que comenzamos a creerlo hasta convertirlo en realidad, lo volvemos parte de nuestra vida diaria y llega un punto que ya ni siquiera lo pensamos, está ahí dentro de nosotros y se ha arraigado en nuestros más profundos pensamientos. Lo más terrible es que ya ni lo cuestionamos, está aceptado y caemos en la resignación y de pronto estamos controlados por un agente externo, ya que no es un pensamiento propio, es un pensamiento insertado.
Esto pasó a lo largo de cierto tiempo durante nuestra vida y exactamente de la misma forma podemos revertirlo e insertar un nuevo pensamiento que lo sustituya y nos saque esa idea errónea.
Aquí empieza el proceso del cambio. El primer paso para cambiar un pensamiento, para desprogramarnos de una conducta aprendida sin darnos cuenta es hacerlo consciente.
La consciencia es darnos cuenta, aceptar y abrazar nuestra existencia en este planeta. Estar conscientes es estar atentos y abiertos, sentir la conexión con todo lo que nos rodea. Hacer un pensamiento consiente es darnos cuenta que lo estamos pensando y analizar qué sentimientos o emociones nos produce y aceptar qué es bueno o qué nos hace daño. Después de un análisis interno podemos encontrar esas cosas que nos hacen daño o que nos impiden ser felices. Muchas veces no es necesario indagar mucho en nuestro interior, ya que seguramente sabemos qué está mal y solo lo estamos evadiendo, aquí comienza la etapa de desfragmentación de un pensamiento.
Nos llega un pensamiento a la cabeza y nos pone inquietos, intranquilos y no nos deja concentrar ni estar en paz. De cierta forma lo ignoramos durante el día, buscando distracciones y ocupaciones que solo hacen que nuestra atención se disperse y lo único que estamos haciendo es evadirnos, pero el pensamiento sigue ahí. En la noche, en silencio llega a nosotros, nos atormenta y lo que acaba pasando es que lo metemos al subconsciente durante el sueño y pasamos una mala noche. Si no le damos un momento de «meditación» y no nos detenemos por lo menos unos minutos a analizar qué está pasando en nuestra mente y en nuestro cuerpo gracias a estos pensamientos nos atacarán como fantasmas por la noche o cuando estemos solos.
Cuando un pensamiento de esta naturaleza llega a nuestra mente y sentimos que nos produce una sensación negativa, el primer paso es detenernos un momento, detener el pensamiento,