En la primera parte del escrito, se explicará la propuesta teórica de Cox para entender la configuración del orden internacional, recurriendo a Mbembe con sus aportes sobre necropolítica, para señalar cómo esta práctica política es producto del constreñimiento de la estructura internacional y no exclusiva del nivel estatal, lo que proporcionará el marco teórico en el que se sostiene el argumento central del capítulo.
En la segunda parte, se analiza el “sujeto excluido” desde las propuestas de Valencia, Bauman y Sassen, referente a los sujetos que han quedado al margen de la sociedad como consecuencia de la dinámica de exclusión impuesta por la estructura internacional y ejecutada a través de la necropolítica. También se señalan las maneras en que estos sujetos infieren en el orden a través de manifestaciones violentas.
Finalmente, se explicará cómo estos “sujetos excluidos” pueden ser analizados como una nueva fuerza social emergente que puede inferir cambios no intencionados al orden establecido, desde el propio constreñimiento de la estructura del sistema internacional, y cómo este constreñimiento se ve reflejado en el terrorismo y el radicalismo político.
ESTRUCTURAS HISTÓRICAS Y ORDEN MUNDIAL
El trabajo de Robert Cox presenta una propuesta teórico–metodológica para identificar y estudiar la configuración de elementos que generan un orden mundial. Para Cox, este orden deviene de la configuración de tres fuerzas: las capacidades materiales, las ideas y las instituciones, que a su vez interactúan entre sí en tres niveles: las fuerzas sociales, las formas de estado y los órdenes mundiales.
Desde el materialismo histórico, Cox pone el énfasis en la determinación material de la realidad y con ello identifica las dinámicas organizativas y los recursos acumulados como la primera fuerza que influirá en la codificación del orden mundial, entendida esta como capacidades materiales. Pero su análisis va más allá al identificar en las dinámicas organizativas aquellos potenciales productivos y destructivos sobre los que recae el poder material (2014, p.141). Un ejemplo de ello se podría identificar en la configuración actual del modelo de producción globalizado y la deslocalización de la cadena de valor en el proceso productivo manufacturero que impera en la economía actual. Desagregar los procesos productivos en función de los costos de producción hace que la cadena de montaje de la industria de la trasformación localice partes del proceso en diferentes países del mundo. Entendido de esta manera, la cadena de valor desagregada se convierte en parte de una dinámica organizativa que se erige como elemento de una fuerza que permeará en la configuración del orden internacional. (1)
La segunda fuerza a la que alude Cox son las ideas, las cuales están implícitamente relacionadas con la tercera fuerza que constituyen las instituciones. Explica que estas últimas estabilizan las ideas y contribuyen para que puedan tornarse hegemónicas. Desde este punto, las ideas —entendidas como construcciones intersubjetivas que codifican el entendimiento del mundo— aportarán el elemento del determinismo histórico al análisis de Cox, pues desde su planteamiento estas no están dadas ni son continuas, por lo que podrán coexistir diferentes ideas contrapuestas en un punto histórico común. Sin embargo, serán aquellas que logren erigirse como hegemónicas en las que se identifique la segunda fuerza del orden; para ello, las instituciones actuarán como el medio estabilizador que las sostenga. En este sentido, Cox es muy claro y apunta a señalar que las instituciones no pueden ser entendidas como la hegemonía, por el contrario, deben ser vistas como un reflejo de ella (2014, p.143).
Retomando el elemento señalado de la cadena de valor desagregada, se podrían señalar al libre comercio y el derecho a la propiedad privada como unas de las ideas que sostienen al capitalismo neoliberal —entendido como uno de los dos pilares del orden hegemónico actual—, pues sin ellas la cadena de valor desagregada no podría ser atractiva para la producción, ya que la red internacional de acuerdos de libre comercio —que ofrecen garantías en la reducción de impuestos arancelarios y el respeto a la propiedad privada— es la red que proporciona los elementos para que la producción se localice en uno u otro estado. Sin embargo, serán las instituciones que vigilan y procuran el cumplimiento de estos principios económicos, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), y el éxito que tengan para hacerlo, las que armonicen estas ideas, haciéndolas hegemónicas o no. De esta forma, Cox describe cómo las instituciones internacionales creadas después de la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a estabilizar las ideas propuestas por los vencedores de la guerra en torno al libre comercio y a la democracia (2014, p.147).
EL ESTADO Y LA NECROPOLÍTICA
Las tres fuerzas descritas hasta aquí interactúan en una configuración precisa a la que Cox analiza desde el modelo de las estructuras históricas, (2) en las que ubica tres niveles o esferas de análisis:
El método de las estructuras históricas se aplica a los tres niveles o esferas de actividad [de las fuerzas del sistema internacional] : 1) la organización de la producción, más particularmente en relación a las fuerzas sociales engendradas por el proceso de producción; 2) las formas de Estado como deducidas del estudio de los complejos Estado/sociedad; y 3) los órdenes mundiales, esto es, las configuraciones particulares de las fuerzas que sucesivamente definen la problemática de la guerra o la paz para el conjunto de estados (Cox, 2014, p.144).
Es aquí donde se encuentra el vínculo con Mbembe, que apuesta por una teorización política desde un enfoque postcolonial. En Necropolítica (2011), este autor describe y teoriza sobre una configuración peculiar de estado, en la que plantea la continuidad de una práctica colonialista en el mundo descolonizado. Esta configuración fundamenta–sostiene su soberanía en el ejercicio de la necropolítica y tiene su origen en el orden colonial que se impone en función de la capacidad que tienen los centros del poder político —en la metrópoli— para determinar quiénes de sus ciudadanos deberán morir y quiénes deberán vivir —en la colonia.
El planteamiento de Mbembe se inspira en la propuesta foucaultiana sobre el biopoder y la biopolítica, pero no solo se enfoca en el poder centrado en la vida o en cómo la promoción de ella sostiene al soberano que gobierna–ordena bajo su soberanía. Por el contrario, la necropolítica de Mbembe enfatiza en su opuesto, en la capacidad del colonizador para ejercer su soberanía en las colonias a través de dispositivos que ejecuten la muerte; en este sentido, parte del supuesto de Foucault de que “la soberanía consiste en ejercer un control sobre la mortalidad y definir la vida como el despliegue y la manifestación del poder” (p.20).
El argumento se fortalece al comparar la definición de Carl Schmitt de soberanía que recurre al principio de igualdad jurídica entre los estados, (3) lo que provoca que para garantizar su soberanía los estados habrán de civilizar sus métodos para ejercer la violencia en la población, específicamente civilizando la manera en que ejercen su derecho a matar. Desde el planteamiento postcolonialista de Mbembe, los enfrentamientos entre estados serán considerados guerras civilizadas. Sin embargo, las colonias, al permanecer en una condición anterior a la de los estados modernos, se presentarán como el enemigo discursivo que amalgamará la noción de soberanía en aquellos estados colonizadores. Así, la paz tendrá un rostro de guerra sin fin en la que se contrapongan la política del colonizador por encima de la política del colonizado (p.37). Si bien Mbembe señala a ese orden como el orden europeo, para el propósito de este trabajo se considera como aquel que emanó después de la Guerra Fría y a partir de ahora se podría señalar como la estructura histórica que se analiza en este trabajo.
Para entender mejor esta lucha entre el modelo colonizador y el colonizado, Mbembe recuerda que la inferioridad de las colonias nunca estuvo sostenida en función del color de la piel, como sí en las prácticas naturales de los pueblos doblegados (p.34), y es justamente