Lo cierto es que, cuando llega el momento de iniciar el viaje hacia el plano físico, algunas almas se resisten a hacerlo. Como ya veremos más adelante, desprenderse del mundo de la Luz suele ser muy duro y desgarrador para algunos. Es el momento de la verdad, el momento en el que se acaban la protección, el sostén y el amor incondicional de la Luz para entrar en el mundo de la dualidad, del conflicto de los opuestos. Y, sobre todo, se perderá la conexión con la Luz y se olvidarán los propósitos y la conciencia de la propia esencia.
Aquí conviene explicar un poco de qué se trata este viaje del alma hacia su exilio en la Tierra. Aunque lo experimentemos o lo describamos como un viaje, en realidad se trata de un pasaje o de una transición de la dimensión de la energía pura al plano de la materia. Como decía Apolonio de Tiana4, se trata del pasaje de la esencia a la sustancia. Esta transición o pasaje es vivenciada por algunas personas como si se deslizaran por un tobogán.
La aproximación al plano físico puede ser experimentada como el ingreso a una atmósfera de mayor densidad, más pesada, donde el alma ya no puede moverse con la libertad y la ligereza que tenía en su estado original. Es posible que, en este pasaje, el alma próxima a encarnar sea acompañada por una o más presencias espirituales que pueden ser sus guías o simplemente seres designados para el acompañamiento en este trance en particular.
El momento de la concepción marca definitivamente el punto de no retorno a la Luz, aunque algunas almas se las ingenian para cortar con el anclaje al cuerpo físico, lo que redundará en un aborto espontáneo. Ésta es otra forma de frustrar el plan original del alma. No obstante, la gran mayoría de las almas ya no puede zafar de su compromiso. Para algunas personas la concepción de su cuerpo físico es un momento grandioso que puede ser vivenciado como una explosión de Luz. Para otras, es un momento triste o dramático porque, definitivamente, ya no hay posibilidad de volver atrás.
Una vez que el alma se encuentra unida al cuerpo físico, comienza a experimentar sensaciones y emociones que no tenía hasta ese momento.
Durante la gestación, mientras se desarrolla lo que será su vehículo físico, el alma goza todavía de cierta libertad. Puede entrar y salir de su cuerpo físico a voluntad. Puede tener contacto con sus compañeros o guías espirituales, pero no le resulta posible alejarse mucho de su cuerpo físico porque está sujeta a éste por el llamado cordón de plata. Poco a poco, la libertad del alma se va limitando cada vez más hasta que, en el momento del nacimiento, no queda otra alternativa que habitar definitivamente el cuerpo que será su casa y su instrumento de trabajo durante el transcurso de la vida física.
En el momento del nacimiento, todavía tenemos conciencia de lo que venimos a hacer. Sabemos lo que nos espera y para qué estamos aquí. Pero, como dije anteriormente, pronto perdemos nuestra conexión con el mundo espiritual y olvidamos nuestro propósito original. Sin embargo, no todo está perdido. El propósito sigue estando ahí, en forma latente, a nivel subconsciente y, en algún momento, se manifestará por medio de la intuición, de la vocación, de la atracción por determinadas actividades o por la firme convicción para llevar adelante algún proyecto en particular. Más tarde, el encuentro con otras almas, seguramente previsto de antemano, activará a nivel subconsciente algún vago recuerdo que nos llevará a corregir nuestro rumbo o a despertar algún interés particular que nos pondrá en la dirección deseada por nuestra alma. Muchos encuentros casuales no lo son tal, sino que fueron dispuestos por nuestra alma para que funcionaran como recordatorios de lo que veníamos a hacer. Así fue como yo me encontré con la terapia de vidas pasadas. En 1986, yo aún era cirujano plástico y no tenía ni la menor idea de la existencia de la TVP. Fue entonces que mi maestra espiritual, Isabel Deibe, quien había recibido una invitación para asistir a un seminario de Terapia de Vidas Pasadas, me entregó el sobre con la invitación al tiempo que me decía: “José Luis, esto es para vos”. Así fue como conocí a la doctora María Julia Prieto Peres, quien me iniciaría en el mundo de la TVP. Un gesto espontáneo de mi maestra espiritual me puso sobre los rieles de mi verdadero destino en esta vida.
En los capítulos siguientes vamos a adentrarnos en la aventura del alma que va al encuentro con su propósito de vida. En la mayoría de los casos son historias donde las personas que me consultaron lo hicieron primariamente con el fin de resolver alguna situación conflictiva en particular y, durante el trabajo terapéutico con la TVP, se encontraron con el propósito de su alma y vivenciaron su proceso personal de encarnación. Lo que veremos aquí es tan sólo un breve muestrario que nos brinda una idea aproximada de cómo se gesta el propósito del alma y del drama que significa, en ocasiones, encarnar en este mundo. Demás está decir que no pretendo agotar aquí las infinitas variantes que pueden producirse. Cada alma es un universo en sí misma. Más adelante, veremos con mayor detalle la secuencia de los pasos que mencionamos anteriormente a través de un ejercicio diseñado a tal fin. No siempre aparece la secuencia en forma completa, tal como la hemos descripto, ya que cada persona vive la experiencia a su manera y dentro de los límites que su mente racional le permite expandirse. No obstante, los conceptos que he compartido aquí con ustedes fueron recogidos a lo largo de muchos años de práctica clínica —veintitrés hasta aquí—, y reflejan lo que aprendí de la experiencia de las personas que me consultaron.
1 Bach por Bach, obras completas, escritos florales, Dr. Edward Bach, Continente, 6ª ed., Buenos Aires, 2001.
2 Estado de conciencia alcanzado por el vaciamiento del ego en el cual se experimenta una beatitud inefable y la unidad con la Luz. (N. del A.)
3 En este caso, el término Gestalt (en alemán) indica nuestra tendencia natural a buscar la mejor forma o configuración que cierre un evento sin dejar nada pendiente. (N. del A.)
4 Filósofo griego de la escuela pitagórica, 3 a. c. - 97 d. c. (N. del A.)
Capítulo II
Llegó el momento de bajar
Encarna (43), alumna del curso de formación en España, inicia esta experiencia trabajando su intolerancia, su actitud crítica y la exigencia consigo misma y con los demás. Es necesario aclarar que, cuando una persona inicia su trabajo terapéutico a partir de sus emociones, lo más frecuente es que surja una situación significativa en su primera infancia, en su nacimiento o vida fetal o en una vida pasada. Sin embargo, aquí Encarna se encontró directamente en el espacio entre vidas antes de encarnar, algo que suele ocurrir ocasionalmente.
Domingo 18 de octubre de 2009
Terapeuta: ¿En qué momento sientes la intolerancia?
Encarna: Cuando no me parece bien lo que escucho alrededor de mí o cuando veo acciones que no me gustan. Me molesta mucho. Me giro y me voy.
T: Muy bien, cuento hasta tres e irás a la ocasión más fuerte en la que experimentaste la crítica y la intolerancia.
E: No veo nada. Estoy en ningún sitio.
T: Y si supieras, ¿dónde estás cuando no estás en ningún sitio?
E: Estoy rodeada de luces violetas. Son como circulitos de luz que van