El propósito del alma. José Luis Cabouli. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José Luis Cabouli
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789507546785
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perfecto y todo cuadra, pero también sabemos que una vez que estemos en el escenario físico las cosas no serán tan fáciles. Entre otras cosas tendremos que superar obstáculos y dificultades, resolver cuestiones pendientes con viejos enemigos (se supone que tendremos que llegar a amarlos en algún momento), exponernos al dolor, aprender nuevas lecciones y, para complicar las cosas, perderemos nuestra conciencia espiritual y nuestra conexión con la Luz. El instante de la separación de la Luz, para iniciar el descenso al mundo físico, suele ser uno de los momentos más dolorosos y desgarradores para el alma de algunas personas. Esta es la razón por la cual algunas personas suelen experimentar una nostalgia esencial para la cual no hallan consuelo y que no está relacionada ni con esta vida ni con experiencias de vidas anteriores. Es la añoranza del mundo de la Luz. Esta nostalgia podría asemejarse con aquella que siente la persona que vive en el exilio y que no puede regresar a su tierra de origen.

      Inevitablemente, al nacer o poco después, olvidamos nuestra identidad espiritual y nuestra pertenencia a la Luz. Perdemos nuestra conexión con el Cosmos y con el resto de la Creación. Olvidamos también por qué y para qué estamos aquí en un cuerpo físico. Como consecuencia de esta desconexión, olvidamos nuestro propósito original y lo que hemos venido a hacer en esta vida.

      El olvido es parte del proceso de encarnación y es necesario para que el alma pueda desidentificarse de su personaje anterior y asumir su nuevo rol. Pero además, en el instante de nacer, nuestra alma se encuentra de improviso con un desafío básico: la sobrevivencia de su vehículo físico. Puede que todavía recordemos de dónde venimos, es posible que todavía mantengamos nuestra conexión espiritual. De hecho, cuando comienzan a expresarse verbalmente, algunos niños recuerdan episodios de su vida anterior, manifiestan venir de una estrella o de la Luz o insisten en que tenían otros padres. Pero para el momento en que comenzamos a comunicarnos mediante el habla, la gran mayoría de nosotros ya ha perdido la conexión con el mundo espiritual. Mientras estábamos en la Luz no teníamos necesidades físicas. Durante nuestro pasaje por el vientre materno éramos alimentados pasivamente, sin tener que preocuparnos de ello y ni siquiera necesitábamos respirar. Pero al nacer, este cuerpo físico recién salido al mundo nos exige a gritos su atención. Experimentamos sensaciones y necesidades que antes no teníamos. El alimento ya no viene solo y, cuando no llega el alimento, surge en nuestras entrañas un monstruo desconocido: el hambre. Lloramos, gritamos, pataleamos y entonces obtenemos lo que necesitamos. Para sobrevivir en el mundo físico, tenemos que ocuparnos del cuerpo, tenemos que aprender a reconocer las señales nuevas que recibimos y cuáles son los requerimientos de este mundo físico. Tenemos que aprender también cómo hacernos entender y cómo entender a quienes nos rodean. Una gran diversidad de estímulos comienza a captar nuestra atención y así, poco a poco, a medida que nos vamos conectando con el mundo físico, nos vamos desconectando del mundo espiritual y olvidamos quiénes somos, de dónde venimos y para qué hemos venido. El golpe de gracia lo recibimos al entrar en la escuela, porque allí comenzamos a desarrollar los procesos intelectuales que nos alejarán todavía más de nuestra esencia espiritual. A esto debemos agregarle los traumas que solemos atravesar en la infancia y que en ocasiones suelen ser extremadamente terribles, como el abuso y el maltrato físico y psíquico. Estos traumas de la infancia nos llevan a replegarnos y a cerrarnos para no sufrir y acentúan aún más la separación con la fuente de donde venimos y con nuestro propósito. En esta lucha por sobrevivir y en la confusión creada tanto por las dificultades como por los desafíos y tentaciones de la vida moderna, nos olvidamos de quiénes somos en realidad y para qué estamos aquí. Como dirá más adelante una de las protagonistas de las historias, estamos aprendiendo a ser espíritus dentro de un cuerpo.

      Hay que sobrevivir y conquistar el mundo físico. Éste es un proceso natural e inevitable por el que todos hemos de pasar, pero llega un momento en el que podemos y debemos iniciar el camino de reconexión con nuestra esencia espiritual y con nuestro plan original, con el propósito que hemos venido a cumplir.

      El plan del alma es de largo alcance y el cuerpo físico es el instrumento idóneo para lograrlo. El cuerpo físico es el vehículo del alma en este plano. Si maltratamos el cuerpo, si no lo cuidamos, tendremos que dejarlo antes de tiempo y no podremos cumplir en esta vida con el propósito original. Si nos apartamos del plan original, sea por lo que fuere, saldremos de esta vida sin haber cumplido con el propósito del alma y tendremos que volver una vez más para concretar en el plano físico la voluntad de nuestra alma.

      Muchos propósitos se frustran por enfado, por resentimiento, por confusión, por ignorancia, por creer que no hay un propósito, por priorizar las conquistas materiales, por ambición de poder o por privilegiar la satisfacción del ego.

      El suicidio y las muertes súbitas o imprevistas también frustran o interrumpen el cumplimiento del propósito del alma. En el caso de las muertes violentas o por accidente, no podemos saber de antemano si esto estaba o no estaba previsto dentro del plan original. Hay situaciones que son inevitables, porque están directamente vinculadas con hechos de vidas anteriores. En estos casos, la probabilidad de que se produzca un desenlace violento siempre está latente, pero en última instancia dependerá de las decisiones que tomen los protagonistas en el momento decisivo. Los enemigos de vidas pasadas pueden encontrarse en esta vida para vengarse o cobrarse la deuda pendiente, pero puede ocurrir que, en el último instante, se haga la luz en el victimario y desista de concretar su venganza. Eso abrirá otra línea de acción y cambiará el curso de los acontecimientos.

      En el caso de los accidentes, hay dos situaciones básicas. Una de ellas es que la muerte por accidente forme parte del plan original. Aunque ignoremos su sentido, aquí no hay interrupción del propósito del alma. Pero si una persona se accidenta mortalmente por despreciar la vida, por no cuidar su cuerpo, por inconciencia o por desafiar el destino, la muerte se produce en forma anticipada y aquí sí se frustra el plan del alma.

      Pero en el Universo también hay margen para el error y es posible que haya accidentes que sean puramente imprevistos y que no estaban dentro del plan original.

      De cualquier manera, sea por responsabilidad propia o debido a la acción de terceros en hechos violentos o accidentes, la consecuencia para el alma, en estos casos, es que se interrumpe la concreción de su propósito y eso la llevará a encarnar nuevamente para terminar lo que quedó inacabado.

      Como regla general, todos venimos a realizar un trabajo particular que constituye el eje central alrededor del cual gira el propósito del alma. Hay otros aspectos a desarrollar que complementan y acompañan al tema central. Cabe señalar, además, que el propósito a cumplir está directamente vinculado a asignaturas pendientes, trabajos inconclusos o cuestiones a resolver de existencias previas. En ocasiones se trata del aprendizaje de algo puntual. Para la mayoría de nosotros esto funciona así. Es posible que haya algún elegido o algún avatar que venga exclusivamente a cumplir una misión para la Humanidad, pero no sucede así para el común de los mortales.

      Hay que tener en cuenta que, a veces, el alma puede estar involucrada en un trabajo o en un propósito de largo aliento. Esto implica que puede necesitar de varias vidas de entrenamiento y preparación antes de llevar a cabo el propósito final en la vida en la que pondrá en acción todo su potencial y experiencia adquirida.

      La elaboración del propósito del alma implica la consideración, la evaluación y la definición de una serie de aspectos en los cuales normalmente no nos detenemos a pensar. Diseñar un anteproyecto de vida requiere, como cualquier proyecto que se precie, una planificación previa lo más minuciosa posible. Todo proyecto se planea con las mejores intenciones, pero también sabemos