El terror a las mujeres de los varones se expresa en el espíritu más temido: Xalpen (la luna) que tenía características terribles: insaciable, siempre con hambre, con capacidad de matar introduciendo enfermedades espirituales a sus enemigos, etc. Según Chapman hasta el final los selk´nam temían a dicho espíritu, es decir que nunca cedió el temor de los varones a las mujeres.
Incesto
En el tiempo mítico la venganza a la alianza secreta de mujeres requiere, para ser efectiva, la eliminación de todas ellas y establece un tiempo donde los hombres criaron a las niñas pequeñas para luego convertirlas en sus esposas, no es muy difícil allí inferir un momento incestuoso entre padres e hijas, el que sobrevendrá luego de una férrea disciplina impuesta por los varones. Esta situación también pone en cuestión una idea de Freud: “Es interesante poner de relieve que las primeras limitaciones producidas por la introducción de las clases matrimoniales afectaron la libertad sexual de la generación más joven, vale decir previnieron el incesto entre hermano y hermana, y entre hijos varones con su madre, mientras que el incesto entre padre e hija fue evitado sólo más tarde mediante una extensión”.12
Esta aseveración freudiana es refutada, siguiendo El Hain y como consecuencia del genocidio de las mujeres, las niñas pasan a manos de los hombres y se abre así un tiempo mítico incestuoso entre los padres y las hijas. Además ese tiempo mítico sella un secreto, un velo para las mujeres del grupo dado que los padres -esposos van a sostener esa alianza entre varones y la fundan en ese secreto que las niñas- esposas no deben bajo ningún concepto develar. Niñas que serán criadas bajo el terror, que funcionaba como una prohibición, que buscaba obturar la verdad.
No está demás señalar que el ritual femenino de iniciación era una consecuencia de lo anterior. Veamos: “Cuando una muchacha comenzaba a menstruar, era confinada en su vivienda durante cinco seis días, tras los cuales su aislamiento continuaba por tres o cuatro semanas de una manera menos reglamentada. Cada mañana de los primeros cinco días, la madre o una vecina trazaba finas líneas blancas sobre su cara (…) y le pintaba el cuerpo con pinturas rojas. Se le daba muy poco de comer y beber, y era obligada a mantenerse en silencio, sentada frente al fuego. Su madre o alguna otra pariente femenina la instruía y aconsejaba en detalle acerca de la conducta que se esperaba de ella como adulta. Se le advertía que debía evitar tener relaciones con muchachos de su edad y, sobre todo, no embarazarse antes del matrimonio. Gusinde enumeró veintidós reglas que toda mujer debía acatar, y que pueden resumirse así: realizar diligentemente todas las labores de su sexo, mantenerse atractiva en todo momento, ser trabajadora y silenciosa, obedecer a quien fuera su marido y evitar las discusiones con él. Es decir, las reglas de conducta le hacían comprender su condición de mujer sometida al régimen patriarcal”.13
Los selk´nam nos han dejado un sinnúmero de señales para seguir indagando, y habiendo estado “a la vuelta de la esquina” nos invitan a pensar sobre los orígenes, fundamento y reproducción del patriarcado. Nos señalan caminos para no caer en las versiones que pugnan por establecer el dogma paterno, en el caso puntual del psicoanálisis pone absolutamente en duda al padre de la horda freudiano. Nos hace poner el foco en otro posible inicio de la cultura patriarcal y, de haber existido, muestra que el asesinato primordial no fue contra el padre de la horda sino que se realizó un genocidio contra todo el grupo de las mujeres adultas y que su consecuencia es la justificación y fundamento del patriarcado entre los selk´man.
Creemos haber logrado en este recorrido poner en duda el valor universal -y su consecuente constitución de dogma que fundamenta todo el psicoanálisis- de las ideas freudianas sobre el inicio de la cultura- el asesinato del padre de la hora y la alianza entre hermanos. El valor de la cultura de los selk´nam y sus testimonios nos han permitido reconocer otra manera en que el patriarcado se constituyó, muy especialmente remarcar el femicidio de las mujeres que el mito relata.
1. Una versión abreviada de este capítulo apareció en Topía Revista, número 61, Buenos Aires, abril / julio 2011.
2. Tort, Michel, El Fin del Dogma Paterno. Editorial Paidós, Buenos Aires 2008.
3. Bourdieu, Pierre, La dominación masculina. Editorial Anagrama, Barcelona 2000.
4. Seguiremos las investigaciones de Anne Chapman y Martín Gusinde.
5. Chapman, Anne, Fin de un mundo, Editorial Zgier & Urruty Publications, Buenos Aires, 2008.
6. . Idem anterior.
7. Idem anterior.
8. Chapman, Anne, Hain, Editorial Zagier & Urruty Publications, Buenos Aires 2008.
9. Idem anterior.
10. Idem anterior.
11. Freud, Sigmund, Tótem y tabú, Obras completas, tomo XIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.
12. Idem anterior
13. Chapman,Anne, Hain, Editorial Zagier & Urruty Publications, BuenosAires 2008.
Las Relaciones De Género:
Su Impacto En La Salud Mental De Mujeres Y Varones
Irene Meler
I) Consideraciones teóricas
El Patriarcado puede ser considerado como un sistema, y en tanto tal, tiende a reestructurarse a través de las mutaciones social- históricas, manteniendo sus características básicas. Esta denominación que proviene del campo histórico, ha sido reflotada por el feminismo académico de la década del ’70 (Firestone, S; 1970; Millett, K; 1975; Delphy, Ch; 1980), para referirse a lo que, más adelante Pierre Bourdieu (1998) caracterizó como “la dominación masculina”. Su origen conocido se remonta hasta las antiguas culturas mesopotámicas (Lerner, G.; 1990) y abarca desde la esfera íntima de la existencia, desplegada en el ámbito familiar, hasta el ámbito público, donde el poder político ha estado en manos masculinas.
El sentido literal del término se refiere al poder de los padres, y con esto alude a que han sido los varones mayores quienes ejercieron dominio sobre las mujeres, los niños, los jóvenes y sobre aquellos hombres que no pudieron calificar para integrar los estamentos dominantes de la masculinidad social. Susana Gamba (2007) nos recuerda que Celia Amorós (1985) plantea que a partir de la Modernidad es posible describir un pacto masculino entre pares, coligados para ejercer dominio sobre todas las mujeres. La autoridad