El mito
En la cultura selk´nam un miedo permanente de los varones era la posibilidad de que las mujeres tomaran el poder. Lo consideraban un peligro inminente, este miedo los hacía estar convencidos de que debían sostener a toda costa la alianza entre hombres -la que siempre era reforzada en la vida conyugal y familiar, el ejemplo mencionado más arriba del reparto de lo conseguido en la caza lo demuestra- por eso los varones se obligaban a mantener el secreto de cómo habían logrado dominarlas. La fisura de esta alianza, miedo muy concreto de que un hombre le contara a su mujer el secreto del Hain, ponía en cuestión todo el sistema de creencias y valores patriarcales, lo que no podía permitirse de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia.
El mito da cuenta de por qué la posible rebelión de las mujeres los amenazaba, Anne Chapman nos da pistas claras al respecto: “En la época hoowin (tiempo mítico), las mujeres gobernaban sin piedad a los hombres. Los obligaban no sólo a cazar y a proveer lo necesario para la subsistencia, sino también a ocuparse de los niños y a desempeñar todas las tareas domésticas. Los hombres vivían en medio del terror y el sometimiento. (…) las mujeres se reunían solas (…) A ellos no les era permitido sentarse en el círculo de las mujeres cuando éstas deliberaban. (…) Las mujeres temían que (los hombres) se rebelaran y dejaran de obedecerles (…) se les ocurrió engañar y atemorizar a los hombres disfrazándose de espíritus: ‘inventaron’ la ceremonia del Hain”.9
Las mujeres, en el tiempo mítico, tenían clara conciencia de que los hombres eran más fuertes y estaban armados y que de comprender la situación se hubieran rebelado y asesinado a las mujeres. Era necesario que los varones aceptaran a estos espíritus caprichosos y tiránicos -que no eran otras que las propias mujeres de la comunidad disfrazadas muy elaboradamente- que supuestamente surgían desde el centro de la tierra o bajaban del cielo a la gran choza ritual.
Mientras los hombres creían en el Hain, proveían a los “espíritus” de la choza ritual toda la comida que se les pedía, dentro ella las mujeres se divertían y se burlaban de la ingenuidad masculina. Todo iba bien hasta que Sol (dios masculino) pasó por la choza y observó la verdad: que los espíritus eran las mujeres disfrazadas y que estaban ensayando las próximas escenas para atemorizar a los hombres. No hizo falta más para que el Sol comprendiera que todo era una farsa teatral para mantener sojuzgados a los hombres.
Los varones se organizaron y rebelaron. Organizaron la matanza de todas las mujeres, excepto las pequeñas. Conquistado el poder, muertas todas las mujeres adultas, había que construir un mito acorde -recordar que la historia la escriben los que triunfan- para ir moldeando a esas niñas en las futuras adultas selk´nam. Como vemos no se esforzaron mucho, no hubo un alarde de creatividad por partes de esos varones que tomaron el poder contra las mujeres, simplemente invirtieron el mito. A las pequeñas niñas las criaron hombres bajo el mismo mito del Hain que contaría la historia al revés, en ella los hombres encarnarían a los espíritus que de aquí en más sometería a las mujeres. A partir de ese momento los hombres disfrazados se recluirían en la choza grande para generar allí las representaciones teatrales que aterrorizarían a los niños y las mujeres.
La lógica de esta dominación masculina era que las mujeres -criadas bajo el terror a este relato mítico- creerían a pie juntillas en él y vivirían sometidas a estos espíritus crueles y caprichosos del Hain, que recordemos se trató sencillamente de invertir lo que contaba el Hain original inventado por las mujeres del tiempo mítico. Para ellas, esas niñas criadas por los varones, quedó así constituida la prohibición de conocer o averiguar cuál era la verdad del ritual y la identidad de esos seres disfrazados de espíritus atemorizantes -los hombres de su propia tribu-. Cualquier mujer que intentase hacerlo era asesinada sin dilación.
Una vez terminado todo el ritual al iniciado (klóketen) se le revelaba toda la verdad, al quitarse los disfraces, los mayores le mostraban que tales espíritus no existían. Que los disfrazados eran los propios conocidos de la tribu, pero además esta revelación venía cargada de amenazas: lo conminaban a guardar el secreto, de no hacerlo podía ser asesinado sin dudas ni remordimientos. El pacto entre varones era así sellado, los mismos que llevaron adelante la ceremonia de iniciación eran quienes velarían cotidianamente para que los jóvenes varones no lo traicionaran. “Al klóketen se le repetía con insistencia que no revelara nunca el ´secreto´ a las mujeres, como tampoco que aludiera a nada de lo ocurrido dentro de la choza del Hain. Le advertían que iban a vigilarlo cuando volviera a la vida normal y que cualquier seña, por leve que fuera, que provocase la menor sospecha entre las mujeres y los niños acerca del conocimiento prohibido, le costaría inmediatamente la vida, y también perderían la vida los demás personas involucradas”.10
El mito mostraba cómo y por qué los hombres se rebelaron contra las mujeres, fundamentaba el que la tierra se heredara por vía de los varones y el por qué nunca debía permitirse que las mujeres tomaran decisiones importantes. De lo anterior se desprende el profundo temor a las mujeres que tenían los varones selk´nam y cómo este miedo cohesionó a los varones.
Vemos así cómo, en esta cultura patriarcal, el ritual de pasaje de los varones es de central importancia, dado que sobre el mismo gira la condición de la dominación masculina, la salida exogámica, las condiciones de la herencia y el pacto contra las mujeres, parte del mismo era la habilitación para matar a la propia esposa si ésta sospechaba o quería averiguar sobre el Hain. El ritual soldaba al joven al poder masculino. Pero no era lo único, también ordenaba asuntos dentro de la alianza entre varones. El objetivo de la ceremonia llegaba a su conclusión central: pertenecer a la categoría de hombre adulto implicaba pactar con los varones el domino permanente sobre las mujeres.
Sexualidad y El Hain
El Hain marcaba el pasaje a la adultez, se trataba de dejar la infancia y ganar el derecho a tener una familia propia. Era la forma en que los mayores iban tolerando la inclusión y competencia de las nuevas camadas de varones. Así la sexualidad adulta estaba vinculada a obligaciones:
a) Se debía aprender a sostener como cazador a la familia, lo que implicaba el conocimiento de cómo producir las herramientas y las armas para tal efecto.
b) Era necesario preservar entre los hombres los secretos que se transmitían durante El Hain. Secreto que era reforzado en la vida cotidiana.
c) Era una obligación masculina mantener el dominio sobre las mujeres, empezando por la propia esposa.
d) Se establecía cómo elegir una esposa, es decir daba las pautas exogámicas.
e) Atravesar el ritual levantaba una amenaza de castración que pesaba sobre los jóvenes, durante su niñez les habían advertido que las relaciones sexuales prematuras impedirían su crecimiento. Siendo adulto, es decir habiendo sobrevivido al ritual de iniciación, esta amenaza desaparecía.
Conclusiones
El Hain era un tiempo de sociabilidad de características extraordinarias. Su organización y preparación demuestran que se trataba de una institución cultural importantísima, tanto desde el punto de vista social como de la transmisión ideológica que producía al servicio del patriarcado.
Como mito, el Hain, nos plantea un primer asunto: si efectivamente ese matriarcado existió o no. Nada de lo que conocemos hasta ahora permite afirmarlo. Lo que es evidente es que los hombres selk´nam proyectaron su terror en las mujeres y que el mismo fue la base de su alianza para mantener férreamente la dominación masculina.
Por lo anterior es necesario que nos detengamos en la hipótesis freudiana sobre el padre de la horda primitiva: “… un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen (…) Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la