F: No sé. Nunca me interesó el tema.
T: Dejame que te cuente algo. Dios es luz y emana esa luz para todos sus hijos, aun para los equivocados, para los que tienen sed de venganza. Dios tiene un lugar para todos, inclusive para vos y, lo que quiero explicarte, es que ese odio que le tenías a esa mujer, no te permitió ascender a la Luz. ¿No te gustaría ver la Luz?
F: Podría ser interesante.
T: Entonces, te propongo hacer una prueba. Le pediremos a Dios que te dé una muestra de su luz.
F: ¿Y qué me va a pasar?
T: Podrías ver que existe un mundo mejor que aquel en el que estás acostumbrado a vivir. Es necesario que veas la Luz para comprender y tener acceso a un cuerpo nuevo con el cual podrás hacer lo que vos quieras hacer sin necesidad de recurrir a un cuerpo intermediario. Si te desprendés del rencor podrás ver la Luz...
F: La verdad, no me interesa ver la luz porque ya no tengo rencor. Destruí a Teresa, se está pudriendo como yo me pudrí, pero en un lugar peor, en eso que ahora llaman geriátrico. Por lo menos yo tuve el honor de pudrirme en mi casa.
T: Pero, ¿no sabés que el mal que estás causando, tarde o temprano lo sufrirás vos mismo?
F: ¿Y qué sufrimiento estoy causando ahora?
T: Fijate en Ramiro, no puede realizar su vida en paz. ¿No sería mejor que en lugar de hacerle la vida difícil lo ayudaras? ¿No sería mejor que lo guiaras en lugar de inclinarlo hacia el mal? Podrías reparar el sufrimiento que le has causado y Dios te daría la luz y la oportunidad de tener un cuerpo nuevo.
F: ¿Cuándo?
T: Cuando vos lo decidas. Dios te dará entonces un cuerpo nuevo. Serás un bebé, en el vientre de una mamá que te querrá mucho y te cuidará y podrás desarrollarte con todo tu potencial positivo. ¿Te gustaría llegar a eso?
F: Mejor que esto sería. ¿Decís que Dios me va a mostrar la Luz ahora?
T: Si vos querés…
F: Sí, pero quiero ver la Luz, quiero ver a Dios, no me engañes.
T: No te voy a engañar, pero es necesario humildad ante el Padre.
F: De acuerdo.
T: Muy bien; vamos a rezar juntos y vamos a pedirle a Dios que te muestre la Luz. Recemos: “Padre Nuestro que estás en los cielos…”.
F: Padre Nuestro que estás en los cielos… (reza todo el Padre Nuestro)
T: “Humildemente, Señor, te pedimos que llegue tu luz a tu hijo Federico. Él se arrepiente de corazón, quiere apartarse del mal y quiere entrar en la senda del bien. Señor, te pedimos que llegue la luz a este espíritu que hoy vuelve a ti. Que se haga la luz y que pueda ver el mundo maravilloso al que puede acceder.” ¿Cómo te sientes ahora?
F: No alcanzo a estar empapado en esa Luz. Está ahí, siento el calor, pero es como si Dios no me quisiera.
T: No es así; nunca viste la Luz y, si la vieras de golpe, te cegaría.
F: ¡Aaah! Una luz muy blanca está sobre mi frente y creo que si me diera en los ojos me dejaría ciego. ¿Y esto es Dios?
T: No, ese es el camino que Dios te está mostrando para llegar a él. Dios te está abriendo la puerta, pero ese camino debés recorrerlo vos mismo con tu voluntad.
F: Hay una luz muy linda. Es como un tubo cuadrado y me siento bien, como si estuviera flotando en el aire. Es una luz muy blanca que tiene destellos azulados a los costados. Tengo miedo. (Observen ustedes el cambio de actitud.)
T: No tengas temor. Seres de buena voluntad te están esperando con su amor para acompañarte en tus primeros pasos en la Luz.
F: Hay gente a los costados de esa luz. Pero no sigo.
T: ¿Qué está sucediendo que no seguís?
F: Es como la salida de un túnel o algo así y yo sé que cuando salga de ese túnel no voy a poder volver nunca más. (Es exactamente así. Cuando llegan a este punto todas las almas lo saben.)
T: Bueno, esta es tu decisión. ¿Querés volver a las tinieblas, a la oscuridad? Ánimo, seguí adelante, yo te acompaño para que puedas atravesar ese túnel y llegar a la Luz.
F: Tengo ganas de llorar… —de pronto, irrumpe en un llanto incontenible—. ¡Está mi hijo allá!
T: Muy bien, corré hacia él.
F: ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Está mi hijo ahí! ¡Es increíble! ¡Y está joven, está bien! —llorando.
T: Viste que valía la pena hacer esto.
F: ¡Sí! Yo quiero estar con mi hijo. Tengo a mi hijo, además, acá es más lindo. ¡Tanto tiempo! ¡Hijito querido! Pero no me habla.
T: Porque no necesita hablar. Conectate con el pensamiento.
F: Dice que me quiere mucho. ¿Por qué no vine antes?
T: Porque estabas confundido. Ahora sabés que estando en la Luz podés estar con tu hijo y con tus seres queridos. Ahora podrás pedirle a Dios que ayude a Ramiro, ¿sí?
F: Pobre muchacho. Ahora me doy cuenta de lo egoísta que fui —llorando—. Si hubiera sabido que esto era tan bueno, que me iba a encontrar con mi hijo, no hubiera hecho lo que hice.
T: Bueno, todo eso ya pertenece al pasado. Ahora disfrutá este momento hermoso que estás viviendo. ¿Ayudarás a Ramiro?
F: Sí, pobre pibe, ¡cómo sufrió! Tengo una deuda con él. Si hubiera alguna forma de ayudarlo...
T: Ya lo estás ayudando. Ahora, yo voy a hacer una armonización positiva para Ramiro. Voy a pedirte, entonces, que permitas que Ramiro retorne a su conciencia física y, si querés, podés escuchar esta armonización junto con tu hijo. ¿De acuerdo?
F: Sí.
T: Muy bien. Entonces, yo te saludo y me despido de vos. Que Dios te bendiga.
Al abrir los ojos Ramiro me miró sonriente y me dijo: “Me siento más yo”. Inmediatamente recordó que su mamá le contó que cuando ella era chica Federico le envió un frasco de cianuro a Teresa, la abuela materna de Ramiro. Ya en la puerta del consultorio, Ramiro agregó: “Siento que mi abuela me quiso matar antes de nacer”.
Sinceramente, me sorprendió la facilidad con la que se manifestó Federico. Era como si hubiese estado todo el tiempo allí esperando que Ramiro le permitiese hablar. A mí no me quedaron dudas de que allí había otra persona. Lo que intento explicar aquí, aunque parezca inverosímil, es que mi sensación era la de estar hablando con otra persona completamente diferente a Ramiro. Si bien es cierto que Federico hablaba a través de Ramiro, para mí era evidente que no era Ramiro. Yo no tenía dudas de que estaba hablando con otra persona. El timbre, la entonación de la voz, y hasta la forma de expresarse eran diferentes. Incluso fue notable ver el cambio en las facciones de Ramiro y cómo, al terminar el trabajo, desapareció Federico y volvió a ser Ramiro. Otro hecho notable fue el cambio progresivo en la actitud del bisabuelo de Ramiro. En el inicio fue agresivo y trató de intimidarme diciendo que era Lucifer. Con el tiempo pude comprobar que este es un recurso que utilizan muchas entidades; intimidar al terapeuta o a quien sea para que las dejen tranquilas y puedan quedarse donde están. A medida que fue progresando el diálogo con Federico, éste fue pasando de la intimidación a la desconfianza, luego se mostró interesado cuando le hablé de la posibilidad de ir a la Luz y finalmente no pudo contener la emoción y estalló en llanto cuando se encontró con su hijo. Este fue un hecho totalmente espontáneo e inesperado. A mí ni siquiera se me había ocurrido la posibilidad de ese encuentro que fue totalmente definitorio para que Federico se fuese a la Luz. Toda la secuencia del trabajo con Federico es muy interesante porque, siendo una de mis primeras experiencias con almas perdidas, ya mostraba un patrón de desarrollo que más tarde se repetiría en los sucesivos trabajos terapéuticos de esta naturaleza.
¿Recuerdan