A: Humm... Ya llegamos... Antes de irme... cuidá mucho a ese chico porque yo lo estuve cuidando por mucho tiempo.
T: Quedate tranquilo que yo lo voy a cuidar. Lo estoy ayudando.
A: Escuchame, cuidalo mucho. Yo lo estuve defendiendo, mirá que tiene dos o tres enfermedades dando vueltas. Sacale un par de traumas que tiene encima. Vas a tener que hablar con el maestro de él. Él tiene un maestro que te va a hablar a vos. Tené cuidado porque este chico se quiere matar. Tené cuidado.
T: ¿Hay alguien más allí que esté interfiriendo con la vida de él?
A: No sé, pero tené cuidado porque él tiene una idea de que se quiere matar. Él no quiere vivir más. Está medio infeliz, este pibe. A este chico se le pierde la cabeza. Yo, si te tengo que decir, para mí, este chico no está encarnado. ¿Me entendés?
T: Te entiendo. Es muy valioso esto que me estás diciendo.
A: A este chico le falta encarnar nuevamente. Cuando él se operó, él falleció y volvió de vuelta a la Tierra, pero no se encarnó bien. Está mal encarnado. Vas a tener que meterlo de vuelta cuando él estaba recién operado. Y le vas a tener que buscar una relación cuando él nació. Parece que fue porque tuvo un golpe de chico. Me parece. (Ahora parece que él es el terapeuta.)
T: Yo te agradezco porque todo esto me será de utilidad para trabajar con él. Ya habíamos trabajado el problema de la operación, pero con este dato que vos me das volveremos a trabajar ese momento para agotar todos esos traumas que han quedado pendientes.
A: Hacelo llorar porque a él le hace falta llorar. Cuando él llore se va a mejorar bastante. Pero tené cuidado porque se quiere matar. Te digo la verdad, no sé si quedarme o irme, porque yo sé que si me quedo, yo lo freno. (¡Qué cambio! ¿No?)
T: Vos seguí tu camino, no desperdicies esta oportunidad y quedate tranquilo que él está trabajando conmigo desde hace un tiempo.
A: Sí, yo te escuché a vos varias veces. ¿Y cómo voy a estar seguro de que lo vas a cuidar?
T: Porque este es mi trabajo. Ya te dije que yo soy un médico del alma.
A: ¡No fallés! ¿Eh? Porque mirá que conmigo fallaron.
T: Quedate tranquilo que desde la Luz tendrás mayor fuerza que antes para ayudar a tu nieto.
A: Bueno, ¿tu nombre cómo es?
T: José Luis.
A: Bueno, José.
T: Bueno, querido.
A: Chau, negro.
T: Chau y te agradezco toda la información y el trabajo que has hecho aquí.
A: Protegelo, no fallés. Y ahora, ¿cómo hago para seguir?
T: Simplemente entrá en la Luz, pensá que estás en la Luz y así será.
A: Sí, chau.
T: Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
***
Así como el desprendimiento del alma de Samuel fue casi instantáneo, para el abuelo de Salvador el proceso de la agonía resultó toda una tortura. Sería bueno tomar nota del relato de su padecimiento para tomar conciencia de cuántos procedimientos inútiles se suelen hacer en el afán de retrasar un final que es inevitable y que ahora sabemos que no es un final sino la continuidad de la conciencia en otra dimensión.
Es obvio que el abuelo de Salvador se comportó más como un obsesor que como una simple alma perdida influenciando decididamente en el comportamiento de su nieto. El mismo abuelo nos explica cómo lo hace, hablándole directamente a la conciencia de Salvador en un modo que podríamos llamar subliminal. Como Salvador todavía era un bebé cuando su abuelo se unió a él, es fácil comprender que efectuó su desarrollo intelectual sin saber que tenía esta doble conciencia. Asumió como propios los procesos mentales de su abuelo. Con la ideología machista de su abuelo inmersa en su subconsciente no es de extrañar que Salvador tuviera conflictos y actitudes agresivas con su esposa.
Un detalle inquietante es el poder de convicción que una entidad, cualquiera que sea, puede ejercer para inducir a una persona a suicidarse. Desde la sombra, la voluntad de una entidad funciona como si fuera una programación inconsciente. En varias ocasiones yo me he encontrado con esta situación. Es imposible saberlo, pero, ¿cuántos suicidios podrían ocurrir de esta manera? ¿Y si en todos los suicidios hubiera alguien más incitando a cometer semejante atentado?
Otro dato a tener en cuenta es el momento en que el abuelo se pasa a Salvador cuando la mamá de éste le está dando el pecho. Se me ocurre que debe de ser muy difícil evitar esto, sino imposible, porque, ¿quién podría imaginar que un alma perdida aprovecharía una circunstancia así?
Quince días después de esta sesión, Salvador me dice: “José Luis, yo no estoy dentro de mi cuerpo. Para mí que yo no estoy encarnado”.
Recordé entonces que el abuelo había dicho que Salvador había fallecido en la operación. Esto ocurrió cuando Salvador tenía siete años y fue operado de una peritonitis apendicular, pero nadie de su familia le había dicho algo semejante. Trabajamos en regresión el episodio de la operación y, allí, Salvador relató lo siguiente:
—José Luis, yo me morí en la operación. Yo estoy fuera de mi cuerpo, estoy volando y estoy jugando con los angelitos. También me crecieron alitas. Yo no quiero volver al cuerpo. Tengo una mamá enferma que no me puede atender mucho, por eso yo me quedo con los angelitos, con ellos puedo jugar más. Los médicos me hacen volver a la fuerza; ellos tiran para acá y yo tiro para allá.
Al regresar, se da cuenta de que un viejo se había metido en su cuerpo, aprovechando que él estaba afuera. Finalmente, Salvador volvió a su cuerpo y me sorprendió una vez más diciéndome:
—Necesito que me vuelvan a bautizar. Tengo que tomar de vuelta la comunión. Me tienen que confirmar.
Esto que descubrimos fue muy importante, porque probablemente ésta haya sido la causa de la vulnerabilidad de Salvador ante las almas perdidas. Recuerden que la encarnación recién se completa al séptimo año de vida. Como además Salvador se salió de su cuerpo durante la operación y una parte de él no regresó, es seguro que esto dejó una debilidad o un agujero negro en el campo vibratorio de Salvador, lo que facilitó la entrada posterior de otras energías extrañas, además de su abuelo.
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