Historias malditas y ocultas de la historia. Francisco José Fernández García. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Francisco José Fernández García
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9788415306009
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a los hunos cualquiera de sus súbditos que hubiese huido al territorio imperial, lo que constituía todo un problema debido a la barbarización del ejército; los romanos no podían realizar alianzas en contra de los hunos y los comerciantes hunos tenían los mismos privilegios en las fronteras que los mercaderes romanos.

      A pesar de esas generosas ofrendas, los hunos se lanzaron, en el año 441, a saquear los territorios del Imperio. En el 443, el Imperio aceptó pagar fuertes sumas de dinero para mantener a los hunos alejados un tiempo, pero eso no bastó, ya que en el 447 pasaron las Termópilas y llegaron a Constantinopla, con la consiguiente evacuación de gran parte de las orillas del Danubio. Según cuenta Prico de Panonio, los campos estaban devastados y las ciudades llenas de muertos. Cuando murió Teodosio en el año 450, su sustituto, Marciano, dijo que no pagaría los subsidios que le debía a Atila, por lo que éste se puso en marcha hacia Occidente. En fin… éste fue el ejemplo que dio nuestro protagonista en vida; ahora veamos qué nos cuenta la Historia sobre su fin.

      Todo indica que Atila murió de una gran borrachera en su noche de bodas, días antes del brutal ataque que tenía planeado contra Roma. Las crónicas relatan que Atila, siguiendo las costumbres de su pueblo, realizó el ritual huno del brindis, que exigía ponerse en pie y vaciar su copa, junto con el invitado de mayor rango. Lo que no había previsto el inventor del ritual era que Atila, a consecuencia de su ceremonia de bodas, había reunido a todos sus generales, que eran bastantes, con sus respectivas tropas para la invasión de Roma. Así que entre brindis y brindis con cada uno de éstos, acabó la noche con una tajada de campeonato. Las historias afirman que esa misma madrugada, y como consecuencia de la abundante ingesta de alcohol, murió en sus aposentos a causa de una hemorragia que provocó que se ahogara con su propia sangre.

      Una de las historias mágicas e insólitas que se cuentan sobre Atila explica que era poseedor de una maravillosa espada que sus hombres habían bautizado con el nombre de «la espada del dios Marte» —quien sabe, quizás esto dio paso con el tiempo a la famosa Excalibur del rey Arturo—. Según relata una antigua historia de los hunos, un famoso rey del pasado llamado Marka, que consiguió someter y dominar toda la tierra conocida hasta el momento, ordenó en su lecho de muerte enterrar su prodigiosa espada, pues así se lo habían indicado los dioses, quienes prometieron conceder ese trono y la invulnerabilidad en el campo de batalla al que la encontrara en el futuro.

      El relato continúa con un pastor que observó cómo uno de sus animales cojeaba y sangraba por una pezuña. Intrigado por la herida del animal, exploró la zona y encontró parte de la hoja de una espada saliendo de la tierra. Tras avisar a las autoridades y éstas a Atila, se desenterró la espada. Atila con gran devoción la llevó consigo hasta el final de sus días, enterrándose con ella.

      Otro misterio es el paradero de la tumba de Atila, que se supone que estaría en algún lugar cercano a la ciudad de Budapest, pero que jamás ha sido encontrada. Esta tumba esconde un fabuloso tesoro, amén de la espada ya mencionada y del propio ataúd, que se cree es de oro. Se dice que los propios soldados que cavaron la tumba de Atila posteriormente se quitaron la vida, voluntariamente, para protegerla de los profanadores.

      La magia es un puente que te permite ir del

      mundo visible hacia el invisible. Y aprender

      las lecciones de ambos mundos.

      Paulo Coelho

      Esquilo nos cuenta en la Orestíada (compuesta de las obras Agamenón, Las coéforas y Las euménides) la leyenda de la hermosa Casandra, hija de Príamo y Hécuba, ambos reyes de Troya en los últimos días de su destrucción. Según el relato, la belleza de la princesa era tanta que encandiló al mismísimo dios Apolo (hijo de Zeus), por lo que éste, locamente enamorado de ella, le concedió el poder de la adivinación. A cambio de este don, Casandra debía guardar su virginidad sólo para él. Parece ser que esto no fue así y Casandra rompió su parte del trato. Cuando Apolo se enteró de la traición montó en cólera y la repudió escupiéndole en la boca. De esta manera Casandra no perdía su don, sino todo lo contrario: el castigo consistió en que sus certeras profecías no serían creídas por nadie.

      Según los clásicos, algunas de sus profecías se sitúan justo antes de la caída de Troya, cuando anunció la llegada de un joven que llevaría la ruina a la ciudad. Éste no era otro que el apuesto príncipe Paris, hermano de Casandra y que se había criado en el monte Ida. Cuenta la Historia que Casandra hizo todo cuanto estuvo en sus manos para asesinarle y así evitar que la profecía se cumpliera, pero en el último instante fue reconocido por los ciudadanos de Troya como el hijo de Príamo, y se quedó en la ciudad. También se cuenta que Casandra adivinó la trampa que habían preparado los griegos para tomar la ciudad: el caballo de madera que ocultaba un destacamento de guerreros. Los troyanos, que lo consideraron un obsequio para sus dioses, lo introdujeron dentro del recinto amurallado haciendo caso omiso de las advertencias de la joven princesa y cayendo en la trampa que les habían tendido.

      Después de la destrucción de Troya, Casandra fue tomada como prisionera por el famoso Agamenón —uno de los reyes pertenecientes a la alianza griega contra Troya—, que se enamoró perdidamente de ella y la acogió bajo su custodia. Al llegar a Grecia, la mujer de Agamenón (Clitemnestra) no pudo soportar los celos y preparó el asesinato de Agamenón junto con Egisto. Casandra lo percibió claramente en una visión y lo relató así:

      Casandra.- ¡Ay, ay! ¡Qué fuego! ¡Penetra mi ser! ¡Oh Apolo Licio, ay, ay de mí! ¡Esta leona de dos pies, que con un lobo se acuesta en ausencia del noble león, me va a matar! ¡Desgraciada de mí! ¡Como si preparara un veneno, en la vasija de su rencor pondrá también lo que él debe por mí! ¡Mientras afila el puñal contra el marido, se está jactando de que va a hacerle pagar con la muerte el haberme traído!

      ¿Por qué, entonces, debo tener lo que para mí constituye un escarnio?: el cetro y, en torno a mi cuello, las guirnaldas de profetisa. ¡Voy a destruiros antes de mi muerte!

      Más adelante, en la misma obra, unas señales le anuncian con segundos de antelación el momento de su muerte:

      Casandra.- ¡Ay de ti, padre, y de tus nobles hijos! ¡Quita! ¡Quita! La casa exhala muerte que chorrea sangre. Es un hedor semejante al que procede de un sepulcro. ¡Ea! Voy a llorar dentro del palacio mi muerte y la de Agamenón. ¡Basta de vivir!

      ¡Ay, extranjeros! No gimo de miedo como un pajarillo en un matorral, sino para que, una vez muerta, seáis mis testigos cuando una mujer caiga para pagar la muerte de un hombre que tuvo una esposa perversa. Como voy a morir, os pido este don de hospitalidad…

      Por sólo una vez más, quiero decir unas palabras o un fúnebre canto por mí misma: ante esta luz del sol, la última que veo, ruego a mis vengadores que hagan pagar a la vez su pena a mis asesinos, por esta esclava muerta, por ese fácil crimen.

      Parece ser que esta visión, que estuvo acompañada de olores extraños, no la comunicó a nadie, pues con su muerte también moría el que destruyó su patria, Troya. Como vemos, la gente siempre ha sentido curiosidad y preocupación por los hechos insólitos, sobrenaturales y mágicos, que han sido recogidos por autores de todas las épocas y culturas.

      Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.

      Edgar Allan Poe

      Nerón Claudio Druso Germánico (37-68 d.C.) nació en Antium (Anzio), el 15 de diciembre del año 37, y según parece no estaba muy bien de la cabeza. Suetonio, su cronista, nos dice que era tacaño, vicioso, cruel y lujurioso; se podrían seguir añadiendo calificativos y aún nos quedaríamos cortos. Nerón llegó