Ángeles de la oscuridad. Stephany Hernández. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Stephany Hernández
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878706511
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las manos en mi boca sorprendida y asustada y ella al darse cuenta no pudo contener la risa.

      —Solo es un acantilado, abajo hay un lago –se acercó indicándome que la siguiera para mostrarme.

      Lo hice y me sentí una tonta al ver al chico en el agua jugando con otros.

      —Chicos, ella es Claire –me presentó y todos me saludaron.

      —Hola –hice un gesto con mi mano y les regalé una sonrisa un tanto incómoda.

      —Son algunos amigos –me dijo Ángeles– cuando te hablé de salir a conocer me refería a mostrarte esta parte de tu pueblo. Ya tendremos tiempo para que me presentes tu lado de la película.

      —Con mi padre solemos acampar en el bosque un par de veces al año –le conté, pero pareció no interesarle.

      —Lo sé –dijo con severidad– tu padre es dueño de más de la mitad de estos terrenos y ha destrozado absolutamente todo.

      Abrí la boca para decir algo, pero no lo logré. Ella tenía razón así que preferí no decir nada.

      Me tomó solo un minuto percatarme de que la mayoría de los chicos tenían el mismo tatuaje en la espalda así que decidí preguntarle de que trataba.

      —Oye –dije para llamar su atención y ella enseguida me miró a los ojos–. Todos tienen esas alas tatuadas... digo, ¿son una especie de grupo?

      —Como una secta –rio al ver mi expresión de espanto– solo bromeo, pero si somos una especie de clan. En su momento te hablaré de ello.

      Me guiñó el ojo y no podría explicar lo que sentí en ese instante. Algo se revolvió en mi estómago y dejé escapar una sonrisa de mis labios.

      2+2=4

      Me bajé de la motocicleta de Ángeles una vez que estuvimos frente a mi casa. Le entregué su casco y ella sonrió de medio lado.

      —Te veo mañana –se despidió y no esperó que yo respondiera para iniciar su marcha.

      La vi alejarse y giré sobre mis pies para encontrarme con la figura de un hombre alto, extremadamente blanco, con arrugas y algunas canas en su cabellera negra. Vestía de traje elegante y esperaba que alguien le contestara en la puerta de mi casa.

      —¿Puedo ayudarle en algo? –pregunté mientras caminaba en su dirección.

      —Sí, busco a Arthur Weber..

      —Por la hora no creo que esté en casa, pero puede dejarle un mensaje.

      Él me miró a los ojos con severidad. El frío azul de su mirada se clavó en lo más profundo de mí y me hizo dar un paso atrás. Miró su reloj y pude notar un extraño anillo en su dedo anular, lucía antiguo, era grande y llevaba grabado unas letras que parecían latín.

      —No, solo dile que Samuel estuvo acá –contestó antes de marcharse.

      Me apresuré a abrir la puerta y di media vuelta para divisar nuevamente al sujeto, pero había desaparecido. Fruncí el ceño y entré a toda prisa.

      Mi hermano venía bajando los escalones y se extrañó al verme recostada contra la puerta con mi rostro pálido. Corrió a mi lado y me tomó en sus brazos.

      —¿Qué sucede? –preguntó con preocupación.

      —No lo sé, ese hombre... –mi voz apenas se escuchaba– no lo sé.

      Era muy extraña la manera en que me había hecho sentir. Un escalofrío aterrador recorrió mi cuerpo y pequeños flashbacks de la muerte de mi madre llegaron a mi mente. No entendía lo que sucedía.

      —¿Qué hombre? –preguntó esta vez con un tono fuerte.

      —Sa... Samuel –respondí– no lo sé, no lo conozco.

      Mi hermano solo se limitó a abrazarme y a decirme que todo estaba bien. Me sostuvo muy cerca de él por un largo tiempo hasta que me sentí más tranquila.

      Me liberé de los brazos de Ben y tomé mi bolso para subir a mi habitación. Coloqué un poco de música cuando mi teléfono comenzó a sonar. Era Mike.

      —Hola –atendí al tercer repique.

      —Hola, hermosa –dijo del otro lado con voz tierna– ¿te parece si vamos a cenar?

      —Claro –no pude evitar sonreír– ¿vienes por mí?

      —De hecho, estoy afuera –contestó con gracia en su voz y colgué.

      Corrí al baño a verme en el espejo. Lavé mi cara y arreglé un poco mi cabello antes de bajar. Abrí apresurada y él estaba de espaldas a la puerta. Yo no pude contenerme así que salté sobre él, rodeándolo con mis piernas y mis brazos.

      —Auch –se quejó entre risas.

      —Hola, pequeño –reí entre dientes y besé su mejilla antes de bajarme.

      * * *

      Habíamos llegado a un pequeño café popular en el pueblo. Los chicos suelen reunirse allí cada tarde luego del colegio o los fines de semana a charlar. Bajamos al mismo tiempo del auto y él caminó hasta mí para tomar mi mano.

      Nos abrimos paso hasta adentro del local y nos dispusimos a tomar una de las pocas mesas vacías al fondo. Más de un chico conocido nos saludó y en mi vuelta de reconocimiento con la mirada la vi a ella. Jodidamente sexy. Se encontraba sentada en el espaldar de una silla junto a otra chica que no reconocí al instante.

      Ángeles posó sus ojos en mí y me dedicó media sonrisa para volver a su conversación. Con algo de nerviosismo injustificado miré a Mike y sonreí al ver cómo hacía gestos mirando el menú.

      —¿Lo de siempre? –preguntó con voz suave.

      —Sí, no me vendría mal una especial –arqueó sus cejas con insinuación– una hamburguesa –aclaré.

      * * *

      Intentaba comer las papas fritas que acompañaban mi hamburguesa mientras reía de las ocurrencias de Michael. Sin embargo, ocasionalmente mi vista se desviaba en su dirección, la de Ángeles, y la observaba por algunos segundos.

      Ella, a su vez, parecía haber olvidado que yo también estaba en la habitación y no me miró ni por un segundo. Eso no debe importarme. Me dije a mí misma una vez que volvía a mirar a mi novio a los ojos.

      —Oye, no me topé contigo en la salida hoy –dijo él, ahora con algo de seriedad.

      —Estuve con una amiga –le conté– nada interesante.

      Él asintió y siguió comiendo cuando me percaté de que Ángeles y esa chica salían del café juntas. Una vez afuera parecían despedirse con lo que se vio como un beso subido de tono. En ese instante sentí como mi corazón se aceleró un poco y no dejé de seguirla con los ojos hasta que se marchó en su motocicleta.

      —¿Estás bien? –preguntó Mike percatándose de mi reacción.

      —No... sí, todo bien –contesté confundida.

      —Vale, es hora de llevarte a casa –se colocó de pie colocando dinero sobre la mesa y extendió su mano para que yo la tomara.

      * * *

      No se cuánto tiempo teníamos besándonos frente a mi casa. Aún no nos bajábamos de su auto y parecía como si no quisiéramos hacerlo jamás. Yo sujetaba su cuello y él tenía una mano en mi cadera. Nuestra respiración estaba agitada y por un segundo olvidamos donde estábamos.

      Mi corazón se detuvo cuando alguien toco la ventana del lado del chofer y me alejé lo más rápido que pude de Mike. Era ella. ¿Qué rayos?

      Ella se encogió de hombros mirando a mi novio con una sonrisa de culpabilidad por habernos interrumpido. Yo no pude evitar sonreír y besé su mejilla.

      —Te veo mañana,