Ángeles de la oscuridad. Stephany Hernández. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Stephany Hernández
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878706511
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el retraso –se disculpó con apuro–. Como ya saben y es costumbre, cada año suelo hacer pruebas de suficiencia matemática para conocer el nivel general del grupo, así como su nivel individual.

      Le entregó un lote de hojas al chico ubicado en la primera fila y le hizo señas con la mano para que él las fuera pasando al resto de la clase.

      —Cada quien tome una hoja –siguió–, colocan su nombre, por favor, es la pregunta más sencilla de la prueba y luego responden, tienen 45 minutos para completarla.

      Luego de dar esas breves instrucciones, se sentó en su escritorio y se colocó unos gruesos lentes de lectura justo antes de tomar un inmenso y desgastado libro, cuyo título no alcancé a leer.

      Tomé la hoja de examen, pero mi mente estaba en blanco. Intenté concentrarme, pero debía leer los problemas repetidamente para lograr entenderlos. Suspiré con desdén y miré a mi compañera de al lado, a Ángeles. Ella hacía rato que había terminado su prueba y solo estaba esperando, yo apenas llevaba mi nombre y restaban únicamente 10 minutos para concluir.

      Ángeles levantó su mirada y observó detalladamente mi prueba, miró al frente, la profesora seguía muy distraída en su libro, así que tomó rápidamente mi examen y comenzó a contestar todas las preguntas.

      Quedé perpleja ante aquello, ¿por qué podría interesarle ayudarme? Ni siquiera nos conocíamos.

      No tardó más de tres minutos en terminar y devolvió mi hoja a su lugar, frente a mí. En ese momento su mirada se cruzó con la mía y yo me sumergí en el castaño oscuro de sus ojos. Le sonreí en agradecimiento, pero ella no regresó la sonrisa, solo dirigió su vista al frente y en ese instante la profesora se colocó de pie.

      —Muy bien, se acabó el tiempo, pueden dejar sus exámenes acá adelante y se pueden retirar. Aspectos formales de la cátedra y contenido los daremos a partir de la próxima clase.

      Todos comenzaron a levantarse algo apurados, dejaron su prueba sobre el escritorio y salieron de inmediato del salón de clases. Yo esperé que todos, incluyendo la chica nueva, se fueran.

      Entregué mi prueba y la señorita Armstrong me miró con un tanto de preocupación.

      —¿Estás bien hoy? –preguntó con voz suave y cuidadora, completamente diferente a la autoritaria voz del principio.

      —Lo mejor que se puede estar –contesté con seriedad y ella, en un gesto de gentileza, acarició mi hombro y sonrió con total sinceridad.

      * * *

      Caminé hasta el jardín central, que quedaba justo detrás del edificio principal de aulas y me senté en la grama mientras me percataba de la cantidad de miradas puestas sobre mí.

      Cerré los ojos suspirando con frustración mientras extendía mi cabeza hacía atrás intentando disfrutar de los cálidos rayos de sol. Cuando los abrí me encontré nuevamente con Ángeles, estaba al otro lado del jardín y me observaba de lejos. Noté que comenzó su marcha en mi dirección, pero justo entonces apareció Rose, mi mejor amiga.

      —Hola, preciosa –me dijo sentándose a mi lado mientras yo perdía de vista a la chica nueva.

      —Hola –intenté sonreír, pero casi no logré que saliera ese gesto de mis labios.

      —Sé que no es un buen día, por eso quería saber si quizás querías ir conmigo y los chicos a mi casa después de clases. Ya sabes, ponernos al día luego de las vacaciones y distraernos un poco –su sonrisa irradiaba tanta paz y tranquilidad. Como si todo fuera simple.

      Asentí en manera de aprobación. Quizás hacer algo diferente, para variar, no estaría mal.

      * * *

      Iba camino a mi auto junto a Rose que modelaba con gracia a lo largo del estacionamiento. Su cabello castaño, sujeto detrás de su cabeza en un intento de cola de caballo, se movía de un lado a otro con cada paso, mientras tarareaba una canción bastante popular en la radio.

      Justo frente a mi auto nos esperaban Dave, mi mejor amigo y Mike, mi novio, a quien no había visto desde hacía algunos días.

      Le sonreí, era agradable volver a verlo.

      —Hola, cielo –me saludó con una sonrisa encantadora mientras sus brazos rodeaban mi cintura en un cálido abrazo y sus labios se posaban contra los míos para darme uno de esos besos tiernos que tanto me encantaban.

      —Hola, amor –dije luego de ese hermoso beso– ¿qué tal tu día? –pregunté acariciando su mentón.

      Él era un chico alto y musculoso, pues practicaba natación, su cabello negro siempre estaba algo despeinado y tenía una sonrisa que sin duda volvía loca a más de una en el instituto.

      Me alejé de Mike para saludar a Dave con un abrazo. Dave era el típico chico torpe, delgado y alto, con anteojos, cabello negro ondulado y tez blanca. No era más que un nerd, pero realmente encantador.

      —Mi día estuvo tranquilo –decía Mike mientras yo abría la puerta de mi auto– ninguna novedad, ¿qué hay del tuyo?

      Recordé enseguida a Ángeles observándome en el estacionamiento, respondiendo mi examen de matemáticas y luego, mirándome en el jardín.

      —Tranquilo, igual –suspiré–. Solo fue un primer día, igual que siempre.

      Regresa

      No tardamos en llegar a la casa de Rose, vivía cerca del instituto. Yo aparqué en frente, igual que el resto de los chicos, a excepción de ella que estacionó en su garaje. Me tomé un segundo para respirar cuando Mike abrió mi puerta haciéndome volver a la realidad.

      —¿Vamos, hermosa? – preguntó con una dulce voz mientras me extendía su mano.

      La tomé sin pensarlo y justo al salir del auto él me rodeó con sus brazos dándome un profundo y largo beso. Mis dedos se entrelazaron en su corto cabello, despeinándolo aún más y por un segundo olvidé que teníamos público.

      —Chicos, ¿pueden esperar hasta después? –preguntó Dave gritando desde la puerta de la casa mientras limpiaba los cristales de sus lentes.

      Yo lo miré aún entre los brazos de Mike, con mi cabeza recostada en su pecho y sonreí.

      —¿Crees que puedes? –preguntó él sin soltarme y con una sonrisa cargada de picardía.

      —Solo un poco –le di otro beso corto y tomé su mano para caminar hasta adentro de la casa.

      Una vez dentro me percaté de que no éramos los únicos tres invitados. Había unos veinte chicos alrededor de toda la casa, la mayoría amigos de mi novio quién, sin dudarlo, me soltó para ir a saludarlos.

      Caminé directo al bar, si necesitaba algo en aquel momento era un trago fuerte, así que me serví un vaso de vodka. Tomé un pequeño sorbo cuando Rose me interrumpió.

      —¿Qué hiciste en vacaciones? –preguntó animada mientras se sentaba en el banco frente a mí.

      —Fui a la casa de playa, pasé todo el tiempo allá –contesté mirando el vaso para luego tomar otro sorbo– papá tuvo que trabajar, además de que conoció a Rebecca y su atención se centró únicamente en ella.

      Rebecca era la nueva pareja de mi padre. Comenzaron a salir a dos semanas de empezadas las vacaciones. Se conocieron en reuniones de trabajo hace mucho tiempo y de allí surgió el interés... sí, interés.

      —Yo fui a un retiro espiritual junto a mi madre en la India –dijo en tono de aburrimiento– sí, retiro espiritual. Sí, la India –se apresuró a añadir frente a mi ceño fruncido.

      —¿De qué va todo esto? –pregunté sin poder contener la risa.

      —Su nuevo gurú –suspiró mostrando una cara de suma frustración –sí, gurú, le hizo creer... sentir, que era una buena idea.

      La manera en que abrió sus