Ángeles de la oscuridad. Stephany Hernández. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Stephany Hernández
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789878706511
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tomaban del brazo y me llevaban consigo. Era mi novio, me sonreía con complicidad mientras me arrastraba escaleras arriba.

      Llegamos a la habitación de huéspedes y al entrar colocó el cerrojo sin titubear. Enseguida me abalancé en sus brazos regalándole un profundo e intenso beso, de aquellos que me hacían olvidarme del resto y centrarme únicamente en sus labios.

      Sus manos sujetaron mi cadera con firmeza y las mías sostenían su cuello, tratando de mantenerlo cerca de mí.

      —Te eché de menos –susurró contra mis labios mientras me llevaba a la cama.

      Solo sonreí y lo sujeté, presionándolo contra mí. Me acostó con algo de apuro y torpeza, lo que me pareció realmente lindo y, dejándome llevar por el momento, comencé a desabotonar su camisa.

      * * *

      Ya llevábamos un rato en la habitación y nos encontrábamos parcialmente desnudos, cuando alguien tocó la puerta. No pude evitar maldecir por lo bajo y él se limitó a seguir besándome, ignorando el ruido.

      Giré, colocándome sobre su cuerpo mientras besaba su cuello, estaba sumergida en aquel momento, pero el sonido de la puerta nos volvió a interrumpir, esta vez insistentemente.

      Me incorporé colocándome nuevamente la camisa sin abrocharla y abrí. Era Rose, que me miraba un poco preocupada.

      —¿Qué sucede? –pregunté un tanto asustada ante la expresión de su rostro.

      —Es tu hermano, Claire –estaba pálida y sostenía su teléfono enseñándome una noticia.

      Lo tomé de inmediato, no podía creer lo que leía Aparece Ben Weber justo a un año del trágico accidente. Por un momento sentí que mi corazón dejó de latir y yo parecía no poder respirar. Repentinamente el pulso se me aceleró y salí a toda velocidad de la casa hacia mi auto mientras intentaba llamar a mi padre.

      Me costó recordar el número de teléfono y, sumado a ello, mis manos temblorosas no me permitían marcar una sola tecla. En ese momento agradecí la llamada entrante de mi padre.

      —Está aquí –dijo con voz temblorosa–. Está aquí.

      Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas y un aire de alivio recorrió todo mi cuerpo. Luego de un año, él había regresado.

      Ángeles

      No sé en qué momento hice el recorrido a casa, no sé cuánto tiempo pasé a lo largo de ese camino que parecía eterno. Únicamente recuerdo haber bajado del auto con prisa y correr hasta la entrada. Una patrulla yacía en la calle del frente y algunos vecinos curiosos se asomaban desde sus puertas. Muchos me miraron, pero yo mantenía mi rumbo enfocada en mi hermano.

      Corrí como si mi vida dependiera de ello y ahí estaba él. Alto, un flacucho definido, un chico de piel tostada y cabello corto. Vestía lo que parecía un mono de la policía, pues llevaba estampado el logo de las fuerzas justo en el bolsillo izquierdo y un suéter bastante ancho.

      Me miró y por unos segundos no supe qué hacer, hasta que comenzó a caminar en mi dirección y me rodeó con sus fuertes brazos.

      No pude evitarlo entonces y mis ojos se llenaron de lágrimas. Era él, realmente era él. Su calidez, su olor, él estaba de nuevo a mi lado.

      Sus labios en mi cabeza me dejaron un suave beso plasmado.

      —Estoy aquí –susurró– te voy a proteger.

      Lo miré un poco confundida y él solo sonrió de manera forzada. Mi padre se acercó a nosotros junto a un hombre bajo y regordete que llevaba colgada una placa en su cuello. En ese momento mi hermano me soltó y le extendió la mano.

      —Gracias por todo, detective –el hombre respondió con el mismo gesto y asintió.

      —Ya estás con tu familia, debes descansar, no dudes en llamarnos si logras recordar algo más –dijo aquel hombre para luego retirarse.

      * * *

      Ya habíamos cenado junto a mi padre y yo me encontraba con Ben en su habitación. No paraba de hablar y él solo me sonreía. Estaba llena de nervios, tenía demasiadas preguntas, pero no sabía cuál sería el momento indicado para hacerlas, así que prefería esperar.

      Me miró con seriedad en algún punto de la conversación, lo que me hizo guardar silencio.

      —No recuerdo nada –confesó– no recuerdo que sucedió esa noche. Ese día jugaba tenis en el club con Austin. Luego de ducharme y cambiarme, tomé las llaves de mi auto. Lo último que viene a mi mente soy yo caminando a lo largo del estacionamiento. No recuerdo haber regresado a casa... Antes de lograr regresar no tenía certeza de cuánto tiempo había pasado –se levantó el suéter y me mostró un montón de marcas de quemaduras alrededor de su torso y una mueca de dolor escapó de mi rostro– esto es parte de lo que pasó conmigo. No se cómo... –su voz se cortó y sentí algunas lágrimas caer por mis mejillas– no sé cómo pude soportar tanto. Solo lo hice por ti. No puedo permitir que nada te pase.

      —¿A qué te refieres con eso? –mi voz sonó tan baja que no tenía certeza de que me hubiera escuchado.

      Él suspiró y se acercó a abrazarme. Pude escuchar en un susurro un todo está bien mientras sus brazos me sujetaban con fuerza contra su cuerpo y mi cabeza se apoyaba en su pecho.

      * * *

      Bajé a tomar el desayuno, me había despertado temprano así que tenía tiempo de sobra para llegar al instituto. Ben estaba sentado en la mesa de la cocina, no podría expresar en palabras lo que sentí al verlo ahí nuevamente, aún era un tanto irreal y no dudé en correr a abrazarlo.

      Me senté a su lado y comencé a comer justo antes de que mi padre bajara. Nos miró a ambos y sonrió.

      —Wow, bajaste a tiempo hoy –bromeó mientras se sentaba junto a mi hermano.

      —Veo que hay costumbres que no has perdido –se burló Ben y no pude evitar sonreír.

      —¿Quieres llevarme hoy? –le pedí mientras llevaba a mi boca una porción de ensalada de frutas.

      —Hoy, mañana, pasado mañana y todos los días hasta que te gradúes si eso quieres –contestó de inmediato con entusiasmo.

      * * *

      El auto que conducía mi hermano me dejó en la entrada principal del instituto y me incliné para abrazarlo.

      —Llámame al terminar y vendré por ti –prometió, a lo que contesté con una sonrisa y me dispuse a bajar cuando él sostuvo con suavidad mi brazo– todo estará bien ahora.

      Asentí extrañada y salí con una expresión un tanto confundida.

      Miré hacía la entrada, había muy pocas personas, aún era temprano, así que no fue difícil convertirme en el foco de atención, lo que me hizo sentir sumamente incómoda.

      Decidí pasar de largo hacia la biblioteca, sabía que sería imposible conseguir a más que un par de personas en ella, así que en ese lugar podría estar tranquila y eso era lo que realmente necesitaba.

      Al entrar, tomé un libro del primer estante con el que topé y me senté en un reluciente sofá de cuero vino tinto en el fondo del lugar.

      —Hola –escuché decir a alguien, subí la mirada y mis ojos se encontraron con los de ella.

      Su mirada era profunda y esta vez sí me dedicó una cálida sonrisa. Era Ángeles, la chica misteriosa del estacionamiento, la misma que respondió mi examen de matemáticas.

      Estaba sentada en el sillón del frente. Sus rasgos eran sumamente delicados. Llevaba el cabello sujeto hacia atrás con una cola de caballo y sostenía en sus manos un pequeño libro de historia.

      —¿Tarea? –pregunté señalando el libro.

      —No –esbozó una sonrisa que contenía algo de picardía– me gusta leer como escriben la historia