Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468544885
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me hizo tacto, me metió bien el dedo en el ojete y se ve que necesitaba una segunda opinión, porque después de sacármelo, me metió otro dedo, supongo que para estar seguro –dijo Marcos de manera graciosa.

      Aquiles no pudo evitar reírse.

      –¿Y? –preguntó Aquiles.

      –Me dijo que había un bultito, que para él no era nada, pero que, por las dudas, quería que me hicieran una biopsia –dijo Marcos.

      –Uy, qué mal –fue lo que le salió espontáneamente a Aquiles.

      –Lo llamé a Félix para preguntarle y me dijo que era un estudio medio molesto, fundamentalmente, por la zona en la que deben trabajar –dijo Marcos.

      –Bueno, pero si el urólogo te dijo que para él no era nada, quédate tranquilo –dijo Aquiles.

      –Sí, pero si estuviese tan seguro, no me mandaría a hacer ninguna biopsia –dijo Marcos.

      A Aquiles no se le ocurrió mucho para decir, porque el planteo de Marcos era absolutamente lógico.

      –Ya me metió bien los dedos, ahora se viene el estudio ese, así que solo me falta conseguir el número del negro de WhatsApp –dijo Marcos.

      Aquiles largó una carcajada por la ocurrencia de su amigo.

      –Quizá, hasta lo terminas disfrutando –dijo Aquiles, siguiendo el tren de bromas de Marcos.

      –Sí, ponele que si... ya me veo que salgo cantando como un eunuco.

      Aquiles volvió a reírse.

      –¿Félix te contó bien como se hace la biopsia? –preguntó Aquiles.

      –Si... es hermoso... Primero tenés que tomar un laxante y hacerte un enema como para ir bien limpito. Cuando llegás, si es que en el camino no te cagaste encima, te meten una aguja en el orto para anestesiarte y te mandan una manguera por donde pasan el instrumental para extraer catorce muestras de tejido de la próstata. No sé si el médico también te la mete o no, lo que a esa altura ya resultaría solo un detalle... Creo que al salir te entregan una tanga o un conchero... es a elección –dijo Marcos, riendo.

      A Aquiles se le caían las lágrimas de la risa por la manera tragicómica con la que su amigo relataba lo que le deberían hacer. Al menos se había descargado y había largado lo que le sucedía.

      –Bueno, va a estar todo bien –dijo Aquiles.

      –Eso espero... –dijo Marcos, tras lo que preguntó– ¿cómo lo viste a Alejandro?

      –Lo vi bien, supongo que la semana próxima ya se reincorporará al ritmo normal –respondió Aquiles, pensando en todo lo que había sucedido, cosas que de ninguna manera le contaría a Marcos.

      –¿Y Adrián? raro que se juntaran a desayunar un día de semana –dijo Marcos.

      –Me quería mostrar los diseños de unos barcos en los que está trabajando; de paso me consultó sobre algunas cuestiones impositivas y hablamos un poco sobre el tema de los embarazos –dijo Aquiles.

      Más allá de que, fuera del ámbito laboral, Aquiles tenía más afinidad con Adrián por cuestiones relacionadas con el deporte y con intereses que los unían, se había sumado el hecho de que ambos serían padres primerizos y con más o menos un mes de diferencia uno del otro.

      –¿Tenés idea más o menos hasta que hora te quedarás hoy en la oficina? –preguntó Marcos.

      –No, ¿por? –respondió Aquiles con otra pregunta.

      –Porque necesitaría alcanzarle otros documentos a Alejandro; si pudieses llevárselos estaría bueno, si no podés, veo de que otra manera se los hago llegar –dijo Marcos.

      Aquiles fue agarrado por sorpresa. Luego de los acontecido, de ninguna manera estaba preparado como para entrar nuevamente en el departamento de Alejandro para estar los dos solos. Aún no había podido procesar lo vivido la tarde anterior.

      –La verdad es que aún no se... Marina quedó en confirmarme si nos encontraríamos –fue lo primero que se le ocurrió decir a Aquiles.

      Marina se había quedado trabajando en el departamento y aunque era poco probable, existía la posibilidad de que ella hablase con Paula y que Paula hablase con Marcos, quedando su fachada desparramada por el suelo y con ello, expuesta su mentira.

      –Bueno... avisame así veo como hago –dijo Marcos, mientras que se incorporaba para dirigirse hacia su despacho.

      Despejando su escritorio, Aquiles dejó la bandeja sobre un mueble y se sentó frente a su pantalla para ponerse a trabajar.

      Pensó en que lo ideal sería descartar la excusa del encuentro con Marina y pasar por el edificio de Alejandro para dejarle el sobre al personal de seguridad y pedirle que se lo subiesen a su departamento y así evitar el tener que enfrentarse a una situación incómoda. Eso es lo que haría.

      A través de la ventana se observaba que la copiosa lluvia continuaba cayendo y parecía no tener intenciones de amenguar.

      Capítulo 4

      Noche de viernes improvisada

      Finalmente, Aquiles había procedido tal como lo tenía pensado. Cerca de las seis dejó su oficina, subió a su auto y se dirigió hacia el departamento de Alejandro; utilizó el estacionamiento de cortesía que tenía el edificio; bajó, le entregó el sobre al personal de seguridad, regresó a su auto y ya en camino hacia su departamento, le envió un audio por WhatsApp, avisándole que había dejado los documentos abajo. Prefirió manejarse de esa manera como para evitar llamarlo antes y darle la posibilidad de que Alejandro le propusiera subir.

      El resto de la semana transcurrió de manera rutinaria, sin sobresaltos y el fin de semana resultaría más o menos lo mismo, ya que Aquiles no tomaría su clase de windsurf ni habría partido de fútbol; tampoco tenían nada planificado por hacer junto a Marina.

      Llegó el viernes y el día en la oficina transcurría de manera tranquila, sin demasiado trabajo por delante, cosa que a Aquiles y a Marcos ya comenzaba a preocuparles.

      Siempre habían tratado de mantener la estructura al mínimo posible, absorbiendo ellos el mayor caudal de trabajo que fuese apareciendo. A pesar de eso, llegó un momento en el que no tuvieron otra alternativa más que la de incrementar la cantidad de empleados. No obstante, a excepción de la recepcionista y del cadete que tenían un sueldo fijo, habían convenido con los profesionales colaboradores, que percibirían un porcentaje sobre las utilidades que generara el estudio, como para no verse obligados a desembolsar montos fijos.

      Este sistema les funcionaba a todos, ya que, habitualmente, el estudio generaba ganancias como para hacer que embolsaran más dinero del que embolsarían cobrando un salario fijo y, además, tenían la libertad de manejar sus tiempos de manera flexible.

      Apareció Marcos en la oficina de Aquiles, diciéndole que acababa de hablar con Alejandro, quien le había dicho que el lunes regresaría a trabajar; que había arreglado horarios de kinesiología al salir del trabajo y que ya estaba habilitado como para caminar normalmente.

      Qué bueno, respondió Aquiles, pensando en que, finalmente, el momento de enfrentar lo sucedido había llegado.

      Dejaron la oficina y cada quien emprendió camino hacia su casa.

      Durante el trayecto, Aquiles recibió un llamado de Adrián. Puso su celular en manos libres y lo enlazó con el sistema de sonido del auto.

      –¿Qué haces? –dijo Aquiles, respondiendo la llamada.

      –Qué haces querido.... ¿todo bien? –preguntó Adrián.

      –Todo en orden, regresando a casa –dijo Aquiles.

      –Ah... bien ¿alguna novedad? –preguntó Adrián.

      Aquiles no comprendía exactamente