Abrí la boca para preguntar dónde habían conseguido el equipo, pero escuché el sonido de alguien que arrastraba los pies y me giré para mirar a Wren tirarse junto a mí. Tenía grandes ojeras, pero cuando entrelazó su brazo con el mío y sonrió, me pareció realmente feliz. Se la presenté a Isaac y ella enseguida le dio la mano antes de apoyarse en mi hombro otra vez.
—¿Todo bien? —pregunté, echando una mirada a la tienda de Micah.
—Sí. Micah sólo quería escuchar la historia completa. Cómo escapamos de Rosa, llegamos a Austin, conocimos a los rebeldes —me dirigió una mirada entre divertida y molesta—. Tenía un millón de preguntas.
Me incliné hacia delante y le quité un mechón de pelo del rostro. Apreté los labios contra su frente fresca mientras bajaba la otra mano por su cuello. El sol apenas comenzaba a ocultarse, pero quería que se acercara más y preguntarle si podíamos buscar una tienda para pasar ahí el resto de la tarde.
—Isaac, cuídamela unos minutos, ¿puedes?
Levanté la mirada y vi a una chica que le pasaba un bebé regordete a Isaac, quien si bien parecía menos que entusiasmado, lo cogió y se lo colocó en el regazo. Deslizó un brazo alrededor de su pequeña barriga mientras la mujer se alejaba caminando.
—¿Qué demonios…? —Wren se separó de mí y se quedó mirando al bebé, con los labios entreabiertos—. ¿Ese bebé está…?
Bajé la mirada y respiré profundo cuando me di cuenta. La niña tenía los brillantes ojos azules de un Reiniciado.
—¿Murió y Reinició? —preguntó Wren.
—No, nació así —dijo Isaac. Cogió el brazo del bebé y lo hizo gesticular—. ¿Espeluznante, no?
—Muy espeluznante —dijo Wren, dando un ligero pellizco al brazo del bebé, como si le diera un mordisco—. Así que cuando los Reiniciados tienen hijos, ¿nacen así?
—Sí.
—¿Se curan? —preguntó Addie.
—Por supuesto que sí —dijo Isaac—. Son completamente Reiniciados.
—Pero… ¿sin número, supongo? —preguntó Wren.
—Sí, sin número, obviamente. Creemos que podrían coger el del padre con el mayor número, pero con el tiempo eso no importará.
—¿Es tuya? —pregunté, tratando de ocultar el horror en mi voz. Digo, los bebés son adorables y todo eso, pero Isaac parecía demasiado joven.
—Dios, no —hizo una mueca—. Sólo la estoy cuidando —echó una mirada alrededor y le tendió el bebé a Wren—. Ten, cógela un minuto. Tengo que ir al baño.
—¿Qué? No —se inclinó hacia atrás rápidamente.
—Sólo un minuto, regreso de inmediato —dejó caer al bebé en el regazo de Wren y luego se levantó de un brinco. Wren cogió a la niña con los brazos extendidos y frunció el ceño. Al parecer, eso no le gustó a la pequeña, pues de inmediato comenzó a sollozar.
—Ten —me la acercó Wren—. Coge al bebé mutante.
Me reí cuando la cogí. Nunca antes lo había hecho, al menos no lo recordaba. Tenía cuatro años cuando nació mi hermano David, pero dudo que mis padres me dejaran cogerlo. Por lo visto lo estaba haciendo mal, ya que el bebé seguía gritando. Le eché una mirada a Wren.
—La has hecho enfadar.
—Ay, Dios mío —dijo Addie exasperada y me arrancó a la niña de las manos. La balanceó en sus brazos y el llanto comenzó a apaciguarse.
Wren le parpadeó unas cuantas veces al bebé y luego se giró hacia mí con una expresión extraña. Apreté bien los labios para no reír.
—No eres una mutante —dijo Addie, cogiendo la mano del bebé y sacudiéndola con suavidad. Se giró hacia Wren. Su rostro reflejaba preocupación. Agachó la cabeza y bajó la voz—. ¿Hay algo que deberíamos saber?
—¿Sobre qué? —preguntó Wren, cubriéndose la boca mientras bostezaba.
—¿Sobre Micah? ¿Sobre todos ellos?
—Sabes tanto como yo —se encogió de hombros mientras echaba un vistazo veloz alrededor—. Pero vaya si saben pelear.
Addie mantuvo la mirada fija en el bebé, mientas se mordía el labio inferior y asentía ligeramente. Me dio la impresión de que quería que Wren la tranquilizara, que le dijera que estábamos a salvo y se podía relajar. Pero Wren se quedó con la mirada clavada en otra parte, mirando a un grupo de Reiniciados reírse al otro lado de la fogata.
Consideré señalar que la gente la estaría buscando para que les ofreciera respuestas, pero se frotó una mano sobre los ojos y volvió a bostezar. Sentí un estallido de compasión por ella. Quizás ahora no era el momento correcto para mencionarlo.
—Oye —bajé mi mano por su espalda—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que dormiste por última vez?
Frunció el entrecejo e inclinó la cabeza.
—¿Hace un par de días? Cuando estábamos en tu casa.
—Voy a ver si podemos conseguir una tienda o algo así para nosotros —me puse de pie—. ¿Tienes hambre? Te puedo conseguir algo de comida.
Negó con la cabeza.
—No, Micah me ha dado un poco.
—Está bien. Vuelvo enseguida.
Me sonrió por encima del hombro mientras me dirigía hacia la tienda grande. Micah parecía el único que estaba a cargo aquí y tenía la sensación de que estaría más que feliz de ceder a cualquier solicitud por parte de Wren.
La puerta de la tienda estaba cerrada, así que examiné la zona, inseguro de qué hacer. Necesitaban poner aldabas o algo así en estas cosas.
—¿Micah? —llamé.
Sacó la cabeza un momento después, con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Por lo visto su amabilidad no se extendía mucho más allá de Wren. Me crucé de brazos.
—Wren no ha dormido como en dos días y está agotada. ¿Tienes algún lugar donde pueda descansar un rato?
Desapareció el ceño fruncido.
—Ah, claro. Se lo tenía que haber dicho. He pedido que vaciaran una tienda de campaña allí.
Me giré para mirar adonde apuntaba, hacia una pequeña tienda estilo tipi que había quedado intacta pese al bombardeo. Me pregunté de quién la había vaciado para hacerle espacio a ella.
—¡Oye, Jules! —gritó—. ¿Has llevado almohadas y mantas y todo a la tienda?
—Sí, ¡todo está listo! —dijo ella desde dentro.
—Gracias —dije y luego di la vuelta para marcharme.
—¡Dime si necesitáis algo más! —señaló.
Medio gesticulé como respuesta, vacilando entre el trato especial que le daba y el agradecimiento por que aquello hubiera sido tan fácil.
Encontré a Wren en el mismo lugar. La luz del fuego titilaba contra su pelo rubio e incluso exhausta era impactante, la chica más interesante que hubiera visto jamás, en muchos sentidos. Sus facciones delicadas y pequeñas contrastaban con la expresión dura, casi aterradora, que solía mostrar. Fue lo primero que noté de ella. Recuerdo haber estado tirado en el suelo, mirándola, sintiéndome medio asustado y medio excitado al mismo tiempo.
Addie estaba tratando de conversar con ella sin llegar a ningún