La puerta del otro transbordador se abrió y Addie salió de un salto. Inclinó la cabeza confundida al ver algo detrás de mí. Me giré y vi a dos tipos corriendo hacia nosotros que sostenían algo parecido a una pistola gigante en cada mano. Dos Reiniciados más estaban cerca, detrás de ellos, llevando las mismas cosas.
—¿Qué son? —pregunté mientras se detenían junto a Micah.
—Lanzadores de granadas —apuntó a los Reiniciados en la reja—. Tienen otros lanzadores allí también. Es nuestra mejor defensa antiaérea.
¿De dónde sacaban todo esto?
—Buen trabajo —dijo Micah a Addie—. Ve adentro y te conseguirán un arma. Los Menos-Sesenta están con la tercera oleada, detrás.
Pasó caminando junto a mí y asintió casi imperceptiblemente en mi dirección. Parecía tan poco emocionada como yo de que la metieran en esta pelea.
Micah ordenó a todos que subieran a los transbordadores y me metí en el que había pilotado Addie. Dos de los tipos que llevaban los lanzadores de granadas me siguieron.
—Nunca he disparado éstos desde el aire, pero me emociona probar —dijo Micah, mientras me pasaba uno de los lanzadores. Pesaba más que una pistola, quizá cinco kilos o algo por el estilo, pero no era imposible de manejar. Era como tener un revólver gigantesco con un cañón mucho más largo.
—Va sobre tu hombro —dijo Micah —. Una mano atrás, otra delante.
Cogí el cañón de un punto bajo y de otro detrás del revólver. Me incliné hacia delante para mirar por el tubo negro que tenía encima y vi un círculo más pequeño dentro de uno más grande que ayudaba a apuntar.
—Ésa es tu mira —dijo Micah—. Sé que nunca antes has usado una, pero sólo apunta lo mejor que puedas y tira del gatillo. Tienes seis rondas, luego se la pasas a uno de estos tipos y te dará una nueva, mientras recargan ésta. Tengo la impresión de que serás muy buena en esto —me dio un golpecito ligero en el hombro mientras sonreía de oreja a oreja.
Se basaba sólo en mi número para tener tal fe en mí. Riley le debía haber hablado de mí y supongo que él aprobaba que hubiera liberado a los Reiniciados de Austin, aunque parecía tan obsesionado con mi Uno-Siete-Ocho como lo estaba la CAHR. No sabía si sentirme aliviada o decepcionada.
—¡Elevadla! —gritó Micah al hombre sentado en el asiento del piloto. Apuntó hacia mí—. Échate hacia atrás. Vamos a dejar la puerta abierta para poder disparar.
Me arrimé hasta que me di contra el rincón de uno de los asientos. El transbordador se levantó en el aire con una sacudida y puse la barbilla contra el pecho, al tiempo que un fuerte viento soplaba encima de mí. Miré al Reiniciado que pilotaba el transbordador; parecía tranquilo y cómodo mientras conducía en el aire, pese al clima.
—¿Ya lo ha hecho antes? —grité por encima del viento.
Micah asintió y le echó un vistazo al piloto.
—Tenemos un par de viejos transbordadores de la CAHR que reparamos después de haberlos derribado. Pero sólo uno funciona. Y se nos acabó el combustible.
Tenemos cuatro transbordadores a la vista. La voz salió del aparato de comunicación de Micah. Aferré el lanzador con más fuerza.
Micah señaló y se arrodilló mientras se colocaba el lanzador sobre el hombro.
—¡Ahí están!
Ocupé el lugar detrás de él, mientras cuatro transbordadores negros de la CAHR se distribuían en el transparente cielo azul y volaban directamente hacia nosotros.
—Espera hasta que se acerquen más —ordenó Micah—. Espera… espera… ¡ahora!
Uno de los transbordadores rugió junto a nosotros y el otro se quedó atrás. Los que se quedaron se acercaron a toda velocidad. Apunté el lanzador hacia la amplia ventana del piloto del transbordador más cercano.
Apreté el gatillo. Fallé.
Un fuerte sonido desgarró el aire mientras el disparo de Micah hacía contacto con el borde de un transbordador y los dos chicos junto a nosotros soltaron un grito de alegría.
—¡Más rápido! —me gritó Micah—. ¡Apúntale a la ventana del piloto!
Lo había hecho, pero no era fácil con el viento y el equipo nuevo. Decidí que éste no era el mejor momento para mencionarlo.
El transbordador al que no le di pasó junto a nosotros a toda velocidad y me sobresalté cuando una explosión agitó el suelo. Una de las torres estalló en llamas y cogí aire lentamente.
Concéntrate.
Nuestro piloto dio la vuelta rápidamente y apreté los dedos alrededor del lanzador, mientras me asomaba a ver los transbordadores que acababan de derribar la torre. Apunté a la ventana. Di un respiro. Disparé.
El transbordador dio una sacudida cuando el parabrisas estalló, e ignoré los gritos de alegría mientras volvía a apuntar. La segunda granada voló por la ventana abierta y lo que quedaba del transbordador golpeó el suelo con tanta fuerza que habría jurado que lo sentí.
Micah derribó el transbordador rezagado, pero llegaron tres más rugiendo. Uno de ellos logró pasar junto a nosotros siguiendo al transbordador de Reiniciados que se cernía sobre la reserva. Salía humo de detrás de los muros y el tiroteo era constante. Sentí una punzada de miedo por Callum, mientras descargaba mis últimas rondas contra un transbordador. Quizá debía haberlo traído conmigo.
Un estallido sacudió nuestro transbordador y de repente me gustó que él estuviera en el suelo. Un gran trozo de la parte trasera de la nave había desaparecido, el metal sobre las filas de asientos se rompió y retumbó por el aire.
Centré la atención de nuevo afuera para ver todavía más transbordadores. Al menos diez pasaron zumbando junto a nosotros.
Diez transbordadores de la CAHR. Y nosotros teníamos dos.
Miré a Micah de reojo para ver cómo fruncía el ceño en señal de concentración, con su dedo presionando el gatillo. Otro transbordador cayó del cielo.
—¿Te me vas a quedar mirando o vas a hacer algo? —preguntó mientras entregaba su lanzador y cogía uno cargado. Había desaparecido parte de su emoción, la había remplazado una intensa concentración, quizás con un indicio de miedo.
Apreté el lanzador con más fuerza y apunté. No me había escapado de la CAHR sólo para que me mataran unas horas después.
Disparé. Una y otra vez, hasta que dos transbordadores más cayeron del cielo. Pasé mi lanzador, mientras nuestro transbordador recibía otro golpe; el piloto dio una vuelta a tal velocidad que tuve que cogerme del marco de la puerta para no caerme.
—Es difícil esquivarlos—dijo el piloto.
—Sigue haciéndolo —gritó Micah.
Estábamos perdiendo altura con ese segundo golpe. Disparé tan rápido como pude contra los transbordadores restantes. Ya sólo quedaban cuatro y, mientras miraba, alguien destruyó otro desde el suelo.
Micah logró eliminar uno más, pero estábamos cayendo con tal velocidad que abandoné el lanzador y me eché los brazos sobre el casco. Golpeamos contra el suelo y salí volando por la puerta. Rodé hasta detenerme a algunos metros de distancia.
Tosí mientras me ponía a gatas. Me limpié la tierra de la cara con el dorso de la mano. Tenía un poco de sangre. Mi brazo izquierdo estaba roto en varios lugares y me sentía como si muchas de mis costillas estuvieran rotas o magulladas.
Me levanté rápidamente,