Rebeldes. Amy Tintera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Amy Tintera
Издательство: Bookwire
Серия: Reiniciados
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788412177961
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      Mis ojos se abrieron sorprendidos y volví la mirada hacia la reserva, casi imaginando que estaría completamente desaparecida. Pero los muros aún estaban ahí (menos la torre). Subía humo desde algunos lugares de dentro, pero no era una destrucción total.

      Estos Reiniciados eran buenos, de dar miedo a decir verdad.

      —¿Quién le da al último?

      Me giré al oír el grito de Micah y vi al último transbordador flotando en el aire no muy lejos. Alguien en el suelo disparó y le pegó justo en el borde. Dio una sacudida y comenzó a dar vueltas. Micah soltó un ruido de aprobación, mientras la nave se estrellaba contra el suelo.

      —¡Hurra, hurra! —al grito de Micah le siguieron más vivas y alaridos de algunos Reiniciados.

      Se giró hacia mí, con el lanzador de granadas colocado contra el hombro y una gran sonrisa sobre el rostro.

      —Nada mal, ¿eh?

      Un rastro de trozos de transbordador cubría el suelo entre nosotros y los Reiniciados que nos rodeaban reían y hablaban emocionados. No sólo le habían ganado a la CAHR; los habían hecho papilla.

      Mi mirada se cruzó con la de Micah, y le devolví la sonrisa.

      Nada mal, nada mal.

      CAPÍTULO TRES

       CALLUM

      —Así que, sí, eso es lo más asqueroso que haya hecho jamás.

      El chico frente a mí resopló mientras le daba palmaditas al brazo que le había ayudado a coserse. La piel ya estaba empezándose a pegar de nuevo y la sangre y el hueso comenzaban a desparecer de la vista.

      —No debes salir mucho.

      Se pasó una mano por el pelo oscuro mientras se ponía de pie de un salto.

      —Gracias.

      —De nada. La próxima vez cuídalo más.

      Se carcajeó; los dos sabíamos que no había mucho que hacer ante la bomba que había estallado apenas a unos metros de distancia de él. Después de que dejara a Wren, había tenido la suerte de quedarme lejos de gran parte de la acción, pero la primera y la segunda oleadas fueron diezmadas considerablemente. No todos los Reiniciados habían sobrevivido.

      Había comenzado a sentir pánico desde que Wren cruzó las rejas con Micah hacía como una hora. Él la escoltó hasta una de las tiendas de campaña grandes con algunos otros Ciento-Veintes y no los había visto desde entonces.

      —Soy Isaac, por cierto —dijo el chico, estrechándome la mano. No tenía código de barras en ninguna de las muñecas. Tenía alrededor de quince años, quizás un poco más. Era varios centímetros más bajo que yo y tenía una complexión delgada; pensé que eso lo hacía parecer más joven de lo que realmente era.

      —Callum —le dije, estrechándole la mano. Señalé la piel oscura de sus brazos, donde le faltaba un código de barras—. ¿Nunca has estado en la CAHR?

      —Nop.

      —¿Cómo llegaste aquí?

      —Sólo tuve suerte, supongo —clavó la mirada en un punto detrás de mí, como si no quisiera discutir más el tema, y se metió las manos en los bolsillos, con los hombros desplomados hacia delante—. ¿Qué número tienes?

      —Veintidós.

      Soltó una breve carcajada.

      —Bueno, estoy seguro de que tienes otras cualidades.

      —Gracias —dije secamente.

      —Sólo estoy bromeando —dijo con una sonrisa grande—. Yo soy un Ocho-Dos. Tampoco es muy impresionante.

      —¿Cómo sabes tu número si nunca has estado en la CAHR? —pregunté.

      —Hay cronómetros de la muerte aquí.

      —No sé qué es eso.

      —Te toma la temperatura corporal y determina cuánto tiempo has estado muerto. La temperatura de un Reiniciado siempre permanece constante, así que podemos usarla aunque haya transcurrido un tiempo desde que ocurrió el Reinicio —Isaac señaló detrás de él, donde los Reiniciados estaban reunidos alrededor de la fogata con platos en las manos—. ¿Quieres comer?

      Asentí y me quité la tierra de los pantalones mientras me ponía de pie. Entrecerré los ojos frente al sol de la tarde, miré hacia la tienda de campaña grande, pero la puerta seguía cerrada. No había señal de Wren.

      —Ésa es la tienda de mando de Micah —dijo Isaac, siguiendo mi mirada—. No puedes entrar a menos que te inviten.

      —¿Qué hacen ahí dentro?

      —No lo sé. ¿Darse palmadas en la espalda por haber permanecido muertos mucho tiempo y ser geniales?

      —En realidad no me puedo imaginar a Wren haciendo eso —dije.

      —¿Uno-Siete-Ocho? Lo más seguro es que todos la estén adulando ahí dentro.

      Suspiré, tentado a entrar a rescatarla. Pero Wren nunca necesitaba que la rescataran. Vendría a buscarme cuando estuviera lista.

      Seguí a Isaac hasta la fogata y cogí un plato de algo que parecía avena, mientras le echaba un vistazo a los Reiniciados que había en torno al fuego. El ánimo era principalmente de alivio, pero había algunos rostros sombríos esparcidos entre la multitud. Antes habían estado emocionados y de celebración, pero ahora que todo había terminado parecían agotados y tristes por los amigos que habían perdido.

      Pasé caminando junto a los rostros desconocidos y encontré un lugar junto a Addie. Isaac se echó junto a nosotros.

      —Addie, Isaac —dije—. Addie ayudó a Wren a rescatar a todos los Reiniciados de Austin.

      Addie asintió.

      —¡Eh! —le pasó su plato vacío a un Reiniciado que se acercó para llevárselo, luego se dio la vuelta y me miró rápidamente—. Aprecio que no te hayas muerto. Me habría enfadado que nos hubiéramos tomado la molestia de conseguirte el antídoto sólo para que te murieras unas cuantas horas después.

      Una sonrisa se crispó en las comisuras de sus labios.

      —He hecho todo lo que he podido —dije con una carcajada—. ¿Te he dado las gracias? ¿Por ayudar a Wren?

      Agitó la mano.

      —No me des las gracias. Sé lo que es tener que tomar esas sustancias —su mirada se cruzó con la mía brevemente y asentí. Luego bajé la vista de inmediato a mi plato. Addie era la única persona además de Wren que sabía que había matado a un hombre inocente mientras estaba medicado por la CAHR, y podía ver una compasión en sus ojos que yo no quería. No estaba seguro de qué quería, pero la compasión me hacía sentir mal, considerando lo que había hecho.

      —¿Así que normalmente lo reconstruís después de esto? —le preguntó Addie a Isaac.

      Miré alrededor, hacia dónde gesticulaba. Las tiendas de campaña formadas por los senderos a mi derecha estaban destrozadas y la tela ondeaba con los fuertes vientos. Muchas de las tiendas más pequeñas habían sobrevivido, en especial las que estaban hacia la parte de atrás del complejo, pero calculé que alrededor de cincuenta estaban hechas pedazos en el suelo.

      El área de baños y duchas había sufrido daños también. Había ido hacía un rato y había visto que había un gran hueco del lado de los chicos. Al menos el sistema de drenaje todavía funcionaba.

      La torre del lado derecho del complejo había desaparecido por completo, así como una pequeña parte de la barda en esa área. Pero en general habíamos sufrido menos daño que la CAHR. Sólo los miré un momento, pero había fragmentos de sus transbordadores