—Aun así eres más valiente que yo. Nunca tienes miedo a decir lo que piensas. No te preocupa lo que piensan los demás. Yo tengo miedo de teñirme el pelo por el qué dirán.
—Sí, pero el día que le diste una paliza a Selynn no tuviste miedo —intervino Della—. Simplemente lo hiciste. Al final, te acostumbrarás a actuar así. No es para tanto.
Pero para Kylie sí lo era.
—¿Son la mayoría de los protectores de una especie en concreto? —Si lo eran, esperaba que eso la ayudara a descubrir lo que era.
—No —contestó Miranda—. Pueden ser cualquier cosa, pero se les conoce por su pureza y su bondad. Son como la Madre Teresa entre los seres sobrenaturales.
—Algo que yo no soy para nada.
Della y Miranda se miraron la una a la otra y después volvieron a mirar a Kylie.
—Sí, lo eres —exclamaron al unísono.
—¡No, no lo soy! No soy mejor persona que vosotras dos. Quiero decir, mirad lo que les hice a Selynn y a Fredericka.
—Solo porque estabas protegiendo a alguien más, y eso es exactamente lo que los protectores hacen. —Miranda se encogió de hombros a modo de disculpa tras ver el ceño fruncido de Kylie.
—Pero… no soy una santa. El otro día tiré prácticamente de la cama a Calcetines por despertarme y… una vez atropellé a una ardilla.
—¿A propósito? —preguntó Della.
—No.
—Ahí lo tienes —dijo Della—. Apuesto a que incluso lloraste y te sentiste culpable.
Kylie frunció el ceño todavía más.
Della arqueó una ceja en un gesto cómplice.
—¿Ves? Eso es lo que te hace tan buena. Casi nunca te enfadas.
—Me enfado, vosotras me ponéis furiosa constantemente. ¿Os acordáis…?
—Espera, hay algo que no tiene sentido —dijo Miranda—. Nunca he oído hablar de un protector que no fuera cien por cien sobrenatural.
—¿Veis? Esa es la prueba. —Kylie apoyó las manos sobre la mesa, quería creérselo—. No soy una persona tan buena y estoy segura de que soy hija de mi madre. Así que no soy una protectora.
—O quizá eres la primera protectora mestiza que haya existido jamás —dijo Miranda—. Es decir, normalmente solo nace un protector cada cien o doscientos años, pero, eh, ya basta. Vayamos a la parte interesante de lo que pasó esa noche. —Sacudió las manos en el aire como si estuviera apartando el tema a un lado.
—¿Qué parte interesante? —inquirió Kylie.
La sonrisilla de Miranda se convirtió en una de esas enormes sonrisas que aparecen en los anuncios de tiras blanqueadoras de dientes.
—Por favooor… Estuviste allí, en medio de la oscuridad, durante horas, con Lucas, a solas. Que resulta que es el hombre lobo más atractivo de la tierra. A ver, a mí no me atraen los hombres lobo, pero hasta yo soy capaz de verlo. Se parece a un Dios. Así que… —Extendió las palmas de las manos—. ¿Qué pasó? Y ni si te ocurra decir que nada, porque entonces perderé completamente la fe en el amor.
Kylie estaba a punto de contestar cuando vio que Della se inclinaba hacia adelante, con la cabeza ligeramente ladeada, escuchando el latido del corazón de Kylie para comprobar si mentía.
—La brujita tiene tazón —dijo Della—. Esta podría ser la parte interesante.
Kylie miró a Della con el ceño fruncido. Pese a ser una chica que nunca soltaba prenda sobre sus secretos, no le daba a nadie un respiro. Entonces, Kylie miró a Miranda, que contenía la respiración anticipándose a la revelación de Kylie.
—Lo siento —contestó—. No ocurrió nada.
—Uh. —Miranda dejó caer los brazos sobre la mesa y se recostó sobre ellos.
Della seguía mirándola fijamente. Kylie sabía que estaba escuchando los latidos de su corazón, de nuevo tratando de comprobar si mentía. Francamente, Kylie no estaba segura de lo que escucharía Della. En realidad no era mentira, no había ocurrido nada, salvo que… Se había sentido tan a salvo cuando Lucas la había abrazado. Hasta que se convirtió en Wonder Woman cuando escuchó al renegado atacar a Lucas. ¿Qué significaba eso? Kylie no estaba segura, así que ¿cómo podría explicarlo?
Miranda levantó la cabeza de la mesa.
—¿Ves a lo que me refiero? Eres la Madre Teresa. Pura. Sin lujuria.
—No —respondió tajantemente Kylie. No quería que la vieran como una santa—. Yo… sí… siento lujuria.
Della y Miranda intercambiaron una mirada pensativa.
—Lo siento —respondió Della—. Si camina como una santa y grazna como una santa, es una santa que grazna.
—Me abrazó —dijo Kylie—. Me sostuvo junto a su cuerpo. Me dormí sobre su hombro. Era una sensación agradable y también… él estaba caliente. —Aunque se refería a su temperatura corporal, no iba a oponerse a que las chicas sacaran sus propias conclusiones.
—¡Sí! —La enorme sonrisa de Miranda apareció otra vez—. ¿Te besó? ¿Como cuando te dio aquel beso increíble en el bosque el día que llegaste por primera vez?
—No.
Sus dos amigas volvieron a mirarse.
—Madre Teresa —dijeron al unísono.
—Pero me besó cuando regresé aquí —soltó Kylie una vez decidió que prefería contarles lo del beso que ser considerada una santa—. Y antes, en la oficina, ha estado a punto de besarme otra vez.
Miranda lanzó un grito, y Della se rio.
—Así que te plantó un beso, ¿eh?
Kylie observó las caras de risa de sus amigas, incapaz de encontrarle la gracia al asunto.
—Estoy tan confusa. —Dejó caer la cabeza sobre la mesa. Calcetines, ahora de nuevo sobre la mesa, hundió el hocico en su cabeza y le olisqueó el pelo como si estuviera preocupado.
—¿Confusa por qué? —preguntó Miranda.
Kylie levantó la cabeza y apoyó la barbilla sobre la palma de la mano.
—Confusa por lo que siento por Lucas. Confusa por lo que siento por Derek… otro que no hace más que confundirme. Ahora mismo estoy muy cabreada con él. —Calcetines se frotó contra su mano, buscando cariño, como si sintiera que ella también lo necesitaba, y le dio al pequeño unas caricias.
—¡Tienes motivos para estar cabreada! —Della lanzó a Miranda una mirada extraña—. Tiene que saberlo.
—Saber ¿qué? —Al ver que las dos no paraban de intercambiar miradas, Kylie tuvo un mal presentimiento.
No tuvieron tiempo de responder porque se escuchó un golpe, y la puerta de la cabaña se abrió de repente. Entró Burnett, seguido de Holiday. Detrás de Holiday estaba Perry.
¿Tenían noticias sobre los Brighten? A Kylie se le aceleró el corazón.
—Te dije que llamaras a la puerta —le recriminó Holiday a Burnett.
—Y lo he hecho. —Giró la cabeza hacia Holiday.
—Bueno, normalmente, después de llamar a la puerta, uno espera a que alguien le invite a entrar.
Burnett le ofreció a Holiday una sonrisa escueta.
—Supongo que tendrás que ser más específica la próxima vez.
Dirigió