La nueva guerra fría. Rusia desafía a Occidente. Richard Helene. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Richard Helene
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789876145770
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Billion-dollar Aid Business, Macmillan, Londres, 1989.

      6. Francis Fukuyama, La Fin de l’histoire et le dernier homme, Flammarion, París, 1992 (reeditado: 2018).

      7. Le Monde, 24-4-1991.

      8. Ibid.

      9. Financial Times, Londres, 24-7-1991.

      10. En Rusia, el programa económico para el año 1992 estaba explícitamente anclado a las exigencias del FMI.

      11. Jack Kemp, “Houses to the people! An open letter to Boris Yeltsin”, Policy Review, Washington DC, invierno de 1992.

      12. Financial Times, 16-1-1992.

      13. The Christian Science Monitor, Boston, 2-3-1992.

      Amnon Kapeliouk

      Un “acto de perfidia” según Moscú

      El Ministerio de Relaciones Exteriores intentó conservar un lenguaje mesurado y señalar, por momentos, algún elemento positivo de las declaraciones iraquíes. Pero, cuando el presidente Gorbachov se expresó sobre esta crisis regional, lo hizo siempre en un tono claramente condenatorio y duro, en términos que a veces se alejaban de la diplomacia habitual. En su primera reacción pública, el 17 de agosto de 1990, durante una conferencia ante oficiales en Odessa, describió la agresión iraquí como un “acto de perfidia”. Finalmente, fue él quien determinó el tono de las reacciones soviéticas.

      Por primera vez en la historia de la URSS, el Comité de Relaciones Exteriores y de Defensa del Parlamento se reunió para discutir sobre la crisis y escuchar los informes presentados por las autoridades. Se produjo un verdadero debate y se hicieron escuchar diversos puntos de vista. Un hecho simbólico, pero sin embargo revelador, de una práctica democrática que empezaba a instaurarse.

      Sin embargo, los soviéticos tenían muchas razones para temer una acción militar. Se preocupaban, en particular, por los resultados inmediatos y a más largo plazo de una guerra en Medio Oriente, una región situada no lejos de su frontera (algunos miles de kilómetros) al mismo tiempo que una efervescencia esporádica agitaba a las repúblicas musulmanas.

      Coordinar la acción política con Washington era aceptable. Pero apoyar una iniciativa militar de Estados Unidos, era demasiado, aunque estuviera fundamentada por el párrafo 51 de la Carta de la ONU o por cualquier otro argumento. Porque los soviéticos pensaban que, si aprobaban semejante iniciativa, su toma de posición podía provocar conflictos en los países del Tercer Mundo con los que seguían manteniendo buenas relaciones. Por otra parte, la preocupación por mantener estas relaciones no alcanzaba para reprobar la actitud de los estadounidenses, porque había que preservar a cualquier precio una amistad