Arquitectura crítica. Lorenzo Rocha. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Lorenzo Rocha
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417866440
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Una vez que el proyecto está terminado, invierten mucho tiempo y esfuerzo en su difusión y discusión en ámbitos académicos, lo cual confiere a su trabajo una relevancia que va más allá de la satisfacción de la necesidad de espacios.

      La arquitectura tiene indudablemente un lenguaje propio, como todas las demás artes, el cual transmite las ideas de su autor a los habitantes y visitantes de los espacios que produce. Dicho lenguaje, que no es verbal, comunica voluntaria e involuntariamente los estados de ánimo, las sensaciones y emociones del arquitecto hacia el resto de las personas. El estudio fenomenológico contribuye a distinguir correctamente entre el lenguaje de la arquitectura, manifestado en la forma construida, y el lenguaje discursivo, mediante el cual el arquitecto expresa sus intenciones y consideraciones críticas respecto de los espacios que construye. Algunos estudios culturales recientes admiten al arte y la arquitectura como medios de expresión poética, que establecen canales de comunicación entre el artista y el espectador (o habitante) en distintos niveles perceptivos y cognitivos. El principal portavoz de dichas teorías fenomenológicas es Alberto Pérez-Gómez, quien fundamenta algunos de sus estudios en textos de Octavio Paz y Maurice Merleau-Ponty.2 Respecto a la pertinencia de la aplicación de la fenomenología a la obra arquitectónica, entendida como un lenguaje de signos, Pérez-Gómez concluye: “El significado de la arquitectura –de un edificio, un jardín o cualquier artefacto efímero que sirva como encuadramiento para los actos humanos– se entiende del mejor modo como una forma gestual del lenguaje”.3 Las figuras presentes en las formas construidas se comunican directamente con las personas, sin necesidad de palabras. Cuando vemos una puerta, inmediatamente pensamos en la entrada de la casa; cuando vemos una cúpula, automáticamente reconocemos que se trata de una iglesia y así, sucesivamente; rara vez se requieren letreros para que la gente sea capaz de identificar una tipología arquitectónica. Estas expresiones simples se van afinando y haciendo cada vez más complejas a medida que se desarrolla la densidad conceptual de cada proyecto. Cierta pérdida de la figuración ocurrida con la abstracción del modernismo ha contribuido a la mencionada crisis de la arquitectura, en cuanto al poder comunicativo de la construcción. Esto se debió en parte a la voluntad de los arquitectos de romper con la tradición de la arquitectura decimonónica, con lo cual se abandonaron muchas tipologías y elementos utilizados anteriormente. Sin embargo, ahora que ha pasado más de un siglo de prácticas arquitectónicas modernistas, los nuevos elementos se han arraigado en la conciencia colectiva y han adquirido mayor capacidad expresiva y comunicativa.

      El autor refuerza su argumento aplicando a la arquitectura categorías que Paul Ricoeur4 desarrolló en su hermenéutica de la figuras poéticas: la prefiguración, la configuración y la refiguración. Si se asimila la experiencia arquitectónica con la lectura de un texto, la prefiguración se encuentra en todas las condiciones contextuales que anteceden a la obra, como la naturaleza y la ciudad; la configuración se refiere al diseño del ambiente físico construido como resultado del proyecto, mientras que la refiguración sería la experiencia del espacio por parte de quien lo habita, es decir, quien recibe e interpreta el mensaje transmitido por el arquitecto.

      El receptor de dicho mensaje, sea un espectador, crítico o habitante, interpreta su experiencia según su propio acervo cultural y también en relación con el momento personal e histórico en el que percibe la obra. “No se puede cruzar dos veces el mismo arroyo”, dice el aforismo atribuido a Heráclito, por lo cual podemos sentirnos conmovidos por una obra en la primera visita, decepcionados en una segunda ocasión y quizá emocionarnos nuevamente en una tercera oportunidad.

      El uso profundo del lenguaje arquitectónico da lugar a la poética del espacio. Según Octavio Paz, el “trabajo poético en la tradición occidental, debe necesariamente ser crítico de su cultura (contexto) para ser auténticamente poético”. Pero la poética es algo mucho más complejo que el simple lenguaje arquitectónico, ya que no es poesía escrita, sino otra cosa que participa de las cualidades de la idealidad, la espiritualidad y la belleza de la poesía. La poética del espacio fue desarrollada por el filósofo francés Gastón Bachelard, con su personalísima forma de dialéctica fenomenológica, concebida como el “estudio del fenómeno de la imagen poética”. En ella no se propone explicar ni describir el espacio arquitectónico, sino la poética de la arquitectura en su materialidad específica que es la construcción, lejos de los relatos que derivan de esta.

      Sin embargo, la arquitectura entendida como “arte de la externalidad”5 es la forma artística más material e inmueble6 de todas. A diferencia de la ligereza de la poesía, la construcción es lo más concreto y objetivo que existe dentro del arte, por ello su manifestación poética no radica en el objeto mismo –el edificio–, sino en su espacio interior y en la luz.

      Quizá por esta razón la arquitectura que es capaz de provocar emociones resulta tan sublime; el espectador está inmerso en ella, la habita, no la imagina. Y muy probablemente por el mismo motivo la mala arquitectura resulta tan insoportable, pues es ineludible y permanente.

      La mayoría de los arquitectos no se preocupa mucho por la capacidad expresiva de su obra ni de su contenido poético. Esto es hasta cierto punto comprensible, ya que las operaciones arquitectónicas son tan complejas, y sus procesos tan lentos y costosos que a los arquitectos no se les presentan muchas oportunidades de cuestionarse el fondo de su trabajo, ni plantearse lo que desean comunicar con él. En la mayor parte de los casos funciona mejor desde el punto de vista comercial que el arquitecto aborde el proyecto superficialmente y se apegue a los cánones de la moda y de las imágenes fácilmente comprensibles y vendibles. Pero el resultado, el objeto construido, desencadena de modo inevitable mecanismos psicológicos que tienen un impacto en el paisaje urbano y en la vida cotidiana de sus habitantes, aunque sea de modo involuntario. Podríamos llamar “poética casual” a estos efectos de la arquitectura comercial en la estética urbana. Si no hacemos distinción entre arquitectura culta y ordinaria, podríamos comenzar a observar los nuevos edificios que aparecen todos los días en nuestra ciudad como piezas que forman parte de un gran texto, que se presentaría, ante quien sepa leerlo, como una obra poética colectiva.

      Los demás profesionales involucrados en los procesos inmobiliarios –urbanistas, abogados, administradores, ingenieros y técnicos, así como los críticos y el público en general– aportan cada uno una pieza importante, pero el arquitecto es quien le da sentido al conjunto. En la actualidad se ha terminado el rol coloquial del arquitecto como “director de orquesta”, ahora debe ser consciente de que su papel depende del resto del equipo de profesionales y del público usuario de sus espacios. La crisis en su profesión no depende de su trabajo como tal, sino de la ignorancia del calado social en la labor que ejerce y la deficiente educación universitaria de la mayoría de ellos.

      Sin embargo, existe otro campo quizá demasiado poco explorado por los arquitectos actuales, que se puede definir en términos generales como la crítica. Esta actividad, que en general pertenece más a las humanidades que a las artes, se expresa principalmente mediante la palabra, de modo oral o escrito. Pero no toda la crítica se expresa a través del discurso, también el lenguaje visual y la experiencia corporal del espacio son capaces de transmitir conceptos críticos, las obras arquitectónicas pueden expresar críticas por sí mismas, mediante los ambientes creados por los arquitectos. El arquitecto que problematiza el propio proyecto desde sus fundamentos estará seguramente en el camino de expresar su crítica, reflejándola en los espacios que produzca; es ahí donde confluyen las ideas y las obras. Los proyectos de arquitectura crítica son los que consiguen expresar la inmanencia del concepto crítico a través de la forma construida.

      Desde la década de 1980 algunos historiadores, críticos y teóricos comenzaron a escribir sobre una manera específica de hacer arquitectura de modo crítico. Casi todos ellos establecieron relaciones entre las ideas de los arquitectos a los que estudiaron y los conceptos filosóficos que se pueden englobar como pensamiento crítico, anclados en escritos filosóficos tanto de Hegel, Kant y Heidegger, como de Ricoeur, Adorno y Horkheimer. La discusión se llevó a cabo principalmente en el ámbito académico de la costa Este de los Estados Unidos, por lo cual su área de influencia fue relativamente reducida y, como sucede en muchas ocasiones, el lenguaje y los conceptos fueron accesibles solamente para unos pocos expertos en la materia. Actualmente es sin duda relevante mantener la discusión abierta, ya que la necesidad de identificación con una