La chica de ayer. Anne Aband. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Anne Aband
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788494951992
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de la conversación y cada gesto de Nico y después imaginaron la vida fantástica de Eva cuando se casase con él. Decidieron cómo sería el vestido de novia y llegaron a poner nombre a sus futuros cuatro hijos. A Elena no le parecía bien que el vestido de novia fuera transparente y que llevase una cazadora blanca de cuero y tachuelas, pero, total, para qué discutir con Eva si solo estaban soñando despiertas.

      A las siete se fueron de la cafetería. El camarero ya las miraba mal porque hacía rato que habían terminado de merendar. Se dieron una vuelta por la planta de ropa para jóvenes y luego por la de cosmética. A Elena le encantaba todo eso. Decía que quería ser peluquera. A sus padres no les parecía lo mejor para ella, pero lo aceptaban. Eva todavía no había pensado qué hacer con su vida. Aún le quedaba terminar el BUP y hacer el COU, y aunque no sacaba malas notas, no era especialmente brillante en nada. Pero ambas habían aprobado segundo de BUP sin dejar nada para el verano, así que, en ese instante, ¡eran libres!

      Se acercaron a la discoteca Green. El portero, que permitía entrar según la edad, era un antiguo rollo de Eva, así que no les pidió el carné. De todas formas, ella se lo hubiera camelado y seguro que hubieran entrado igual. La discoteca estaba llena de humo y de hormonas. Los más jóvenes estaban aprovechando las últimas horas para bailar y beber, ya que a las nueve tenían que marcharse a casa. Ellas no tenían hora porque ese día dormirían en casa de Elena. O esa era su intención. Echaron un vistazo a la pista central donde adolescentes y otros mayores bailaban a ritmo de Hombres G y su Marta tiene un marcapasos. Algunas chicas se sentaban en los sillones, esperando las canciones lentas para que los que ahora sudaban en el centro de la pista tocando una imaginaria guitarra las sacaran a bailar. Otras bailaban y se movían sabiendo que serían el foco de los comentarios de todos.

      Se acercaron a la barra a pedir la consumición que iba con la entrada. Elena se pidió un vodka con naranja, Eva un Martini blanco. Para el mundo, tenían dieciocho años.

      Se sentaron en dos asientos altos, delante de la barra, mirando el panorama. Había algunos compañeros de clase y una pandilla de niñas pijas que las observaron sorprendidas. Aunque con Eva no había regla fija en lo que se refería a sus pintas, seguro que nunca la habían visto tan arreglada.

      Como siempre, tenían muchas cosas que contarse y se olvidaron un poco de lo que pasaba a su alrededor, hablando de mil cosas. Hasta que se acercó alguien.

      —Hola, Eva. —Nico se acercó y le dio dos besos—. Me alegro de que hayáis venido. Mira, este es Juan —Nico presentó a su amigo. Un chico muy arreglado como él, moreno y con ojos oscuros. Sonrió a las dos.

      —Sí, nos hemos pasado a ver el ambiente. Esta es mi amiga Elena.

      Se dieron los correspondientes dos besos. Eva olió a Nico. Olía a Don Algodón, la colonia que llevaban todos los chicos de la zona, pero en él era algo especial. Una canción comenzó a sonar, la de Michael Bolton How am I suppose to live without you y Eva miró la pista donde las parejas se habían lanzado a bailar bien apretadas. Ella quería a alguien que la abrazara así.

      —¿Bailamos? —Nico ofreció su mano. Ella asintió, mientras Elena se quedaba charlando con Juan y guardando los bolsos.

      Se pusieron en el centro de la pista y él la agarró de la cintura, justo por encima del cinturón. Ella apoyó sus manos en los hombros de él, sin acercarse mucho al cuello, y comenzaron a bailar lento.

      —No te había visto por aquí, Eva. ¿No sales mucho?

      Ella intentó no reírse. Claro que la había visto, solo que con otras pintas.

      —No mucho. —Sonrió subiendo la cabeza un poco. Era más alta que las demás chicas y sus ojos le llegaban a la nariz de él. Con tacones podían ser casi iguales.

      Nico sonrió y la apretó un poco más contra él, dejando solo un centímetro por donde circulaba el aire caliente que salía de sus cuerpos. Ella pensó que nunca se lavaría las manos. Las había acercado al cuello y notaba su calor y su aroma. Le daban ganas de olisquearlo. Miró a Elena cuando giraba y ella dibujó una V de victoria con la mano.

      Él apoyó la cabeza en la suya, lado contra lado, y ella pudo por fin olerlo a discreción. Llevaba una camisa rosa palo con las mangas dobladas hasta el antebrazo y unos vaqueros Levis 501. Desde luego, era el tío más bueno del lugar. Él comenzó el acercamiento hacia su oreja y le mordisqueó el cuello, mientras Michael Bolton seguía preguntándose cómo sería posible vivir sin ti, igual que lo hacía ella. Del cuello pasó a la mejilla y por fin alcanzó sus labios. Ella los abrió y le dejó entrar. Su lengua, desde luego, tenía mucha práctica. Sabía a tabaco y a whisky y le agradó mucho. La canción terminó y las luces subieron un poco, lo suficiente para que los que bailaban «lento» se separasen. La parejita se fue hacia los sillones que habían pillado los otros dos, en una de las zonas oscuras. Estaban muy ocupados dándose el lote tan ricamente.

      Nico se sentó en el sofá y la sentó encima. Resultaba un poco incómodo porque el sofá se hundía hacia atrás y ella era casi tan grande como él, pero él abrió las piernas y el trasero de Eva se deslizó en medio. Así estaban mucho más cómodos y juntos. Siguieron con lo que había interrumpido la canción de Cindy Lauper con chicas que solo quieren divertirse, y aunque se le iban los pies, prefirió quedarse entre los brazos de su conquista, que le recorrían el cuerpo sin ningún problema. De hecho, ya le había desabrochado el sujetador a través de la camisa y sus pechos habían saltado contentos y aliviados de ser liberados.

      —Ey, que vas muy deprisa. —«Vaya con el pijo», pensó Eva, los heavies con los que se había enrollado eran mucho más respetuosos.

      —Sí, perdona. —Se apartó un poco—. ¿Nos pedimos algo? ¿Vosotros queréis algo?

      La otra pareja interrumpió el besuqueo y se pidieron unas cervezas. Nico y Eva se fueron hacia la barra.

      —Y dime, ¿estudias o trabajas?

      Eva se echó a reír. Le había estado metiendo la lengua hasta límites insospechados y ahora le interesaba si estudiaba. De todas formas, tenía que seguir con el cuento.

      —He acabado COU, pero, aunque tengo nota, no me decido. ¿Y tú?

      —Yo estoy en cuarto de Empresariales. La carrera es muy entretenida. Quiero llevar el negocio de mi padre cuando la acabe. Tiene un concesionario de coches.

      —Mi padre es maestro de un colegio en el centro. Puede que al final haga Magisterio, no lo sé todavía.

      Otra mentira. Su padre era camarero en la cafetería Los Espumosos, y no es que se avergonzara de ello, pero, puestos a imaginar, quería construir la vida perfecta que siempre había soñado.

      Nico pagó las copas con un billete de cinco mil y las llevaron entre los dos a la mesa. Lo cierto era que, aparte de que besaba muy bien, mucha conversación no tenía. Quizá era pronto. Cuando se conocieran y hablaran de sus aficiones, todo sería genial. A ella le encantaba la fotografía y su madre se había empeñado en que tomase clases de piano desde pequeña, y aunque decía que lo detestaba, disfrutaba mucho cuando lo hacía. Tal vez fuera aficionado a alguna de esas cosas.

      Ella se sentó junto a él y sin tener nada de qué hablar, comenzaron a besarse. Ya se conocían la boca e incluso él le había metido la mano por debajo de la blusa y había tocado su pecho produciendo unos escalofríos que no sintió con nadie.

      Los pantalones vaqueros del chico ya daban síntomas de excitación, así que hicieron una propuesta: dar una vuelta en el Renault 5 turbo que conducía Juan. Se irían al parque del Cabezo, donde la intimidad de las parejas era lo principal. El Cabezo era una zona apartada del Parque Grande, una zona más alta, oscura y con árboles dispersos con el espacio suficiente para aparcar los coches entre ellos. Ideal para darse unos cuantos arrumacos. Ellas se decidieron. Eva llevaba mucho tiempo deseando estar con ese chico, hasta casi la obsesión, y Elena hacía días que había cortado con su novio.

      Salieron de la discoteca y se metieron en el coche. Estaban a unos diez minutos del parque y a esas horas de la noche apenas