Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Augusto "Chacho" Andrés
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789974863538
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la idea de que la policía era incapaz, como lo era el gobierno en su conjunto. Faltaban 4 meses para las elecciones y el diario, que respondía a los blancos, aprovechaba la ocasión para criticar. Eso explica un cierto racismo de Acción, diario del gobierno y ya en campaña electoral. Sentían la derrota que se venía y ese asalto inesperado e incomprensible, los molestaba.

      Hubo varios días sin novedades. Hermetismo policial, titulaban todos los diarios, sin que trascendieran a la opinión pública las informaciones que recibían de sus colegas porteños descartando la pista argentina. Esto acrecentaba la preocupación al nivel político.

      Una semana después nos enteramos que toda la policía estaba en estado de alerta máxima y que se habían suspendido las licencias. El 7 de julio se produjo una batida gigante en el Cerro, La Teja, Nuevo París.

      «Con los perros hemos revisado casa por casa y hemos dado vuelta todos los ranchos y casillas de esas zonas». Nada, ni una sola pista de las docenas de informantes. Pasan por Jefatura, por lo menos dos veces, todos los delincuentes con antecedentes.

      Los chorros calvos son los que más sufren. En las declaraciones de los funcionarios, se informó que al hombre que llevaba el gran portafolio con la plata, le dijeron 2 veces «pelado».

      En el oeste montevideano hay una especie de «estado de sitio» al pobrerío. El presidente presiona y la policía se pone nerviosa. Sobre fin de año vuelve a la prensa la pista argentina. Se mencionan los nombres de cuatro pistoleros. Son de los más duros y cada uno de ellos es acusado de varias muertes, pero no están a la vista.

      Sorprende un poco esa mirada superficial de la prensa, dejando de lado la profunda crisis social que generaba una violencia creciente en la sociedad. Es que todavía estaban vivos los mitos de las clases medias batllistas: «Como el Uruguay no hay» o «La Suiza de América». Pero los jóvenes del Cerro y La Teja, y también de los vecinos Belvedere y Paso Molino, vivían otra realidad e iban buscando otros caminos.

      El Poder adquisitivo del botín

      Nos llamó la atención, el primer título del diario Acción, que le ponía varios signos de admiración al botín: «$265.000!!!».

      En esos días, la Junta Departamental había subido la tarifa del taxímetro. La bajada de la bandera pasaba a costar $0,70 y la ficha que caía cada 300 metros valía $0,10. Un viaje desde Av. Italia y Bulevar Artigas hasta Av. Italia y Comercio, redondeaba un peso con cincuenta, propina incluida.

      El domingo 13 de julio se anunciaba «el partido del siglo». Sin duda la propaganda era exagerada, pero el match prometía y mucho. Llegaba el Milan Fútbol Club, que había sido campeón de Italia en 1956, para enfrentarse a Peñarol. Se esperaban miles de italianos desde Buenos Aires. Los precios de las entradas subieron bastante. Amsterdam y Colombes $4, Olímpica numerada $8, Tribuna América $10. Peñarol ganó 4 a 1.

      La Caída

      Abril de 1959 entró en la historia como el mes de las inundaciones. Llueve y llueve, y crecen los ríos. Comienzan las evacuaciones y llega el pánico, reflejado en los titulares de los diarios: «Catástrofe», y es verdad. Evacuación obligatoria de Paso de los Toros. El ejército la ocupa. En la operación rastrillo, máuser en mano para detectar habitantes fuera de la ley, son encontrados dos perros aullando, que sus dueños habían olvidado en la disparada y un viejo loco que no quería irse.

      De pronto, el día 18, aparece en los diarios una noticia diferente: «Caen 4 de los asaltantes del paso molino, eran de la teja y no tenian antecedentes».

      Sorpresa total. En febrero, disfrutando del carnaval, habían visto a 2 de los «peligrosos porteños» en Montevideo. Pero en abril, los atracadores verdaderos eran 5 jóvenes de la Teja sin antecedentes, cuatro de 22 años y uno de 17, que habían «equivocado el camino», al quedar desocupados, según sus primeras declaraciones. Desilusión en la prensa policial. De nada valieron los trascendidos hablando de investigaciones de calidad, llevadas adelante con discreción. Nadie les creyó. El tema finalizó con una razzia de grandes proporciones, en búsqueda de electrodomésticos y utensilios nuevos, realizada en casa de familiares y vecinos de los «delincuentes».

      Pero no hubo nuevos procesados. «El silencio de los inculpados», «la ley del hampa» decía la policía.

      Cuenta Enrique Constenla2

      —La cosa la empezamos tres. Al «Pelado» Oscar se le murieron los padres y con el Pocho íbamos a hacerle compañía, para no dejarlo solo en el rancho.

      —Ahí, entre mate y mate, la fuimos craneando. Éramos medio libertarios, sobre todo el Pocho, que era el mas leído. Decíamos que íbamos a «expropiar», no éramos chorros.

      — Después entró el pibe Gadea que tenía 17 años y que siempre estaba dispuesto. Los demás teníamos veinte y pico de años.

      —El 5º fue Juan y lo propuse yo. En el boliche era un tipo callado y tomaba lo justo. Dos condiciones obligatorias. Y era un duro.

      —Sucedió algo curioso. El día del asalto, en la reunión final, el tipo no aparece.

      —Lo vamos a buscar a la casa y empieza a decir que estábamos locos, que él creía que eran fantasías, qué es eso de asaltar un banco. La verdad es que era como planear un viaje a la luna. Lo tuvimos que patotear y decirle que tenía miedo y vino por amor propio.

      —El plan preveía dónde se iba a guardar la plata sin tocarla. Por un tiempo se iban a distribuir 5 pesos por día y por persona, para los gastos personales.

      —Salió todo como habíamos acordado.

      —La plata y las armas fueron para un escondrijo que tenía en mi rancho, en la Cachimba del Piojo.

      A los pocos días del golpe y desvirtuada la pista argentina, los suburbios de la capital son cada vez más inseguros. Los participantes del asalto se van para Argentina, donde serán cobijados por anarquistas.

      Gadea recuerda3

      —Llegamos a Buenos Aires y nos llevan a Córdoba, a un lugar medio apartado. Era un restorán atendido por una pareja de veteranos muy macanudos.

      —Allí estuvimos un mes. Después arrancamos para La Boca, donde alquilamos una casa grande de madera y de chapa por fuera, como eran las casas del barrio. Los dueños y otro vecino eran compañeros. Estuvimos unos meses y volvimos sin problemas.

      Enjaulado

      Es bien gráfico ese término, aplicado a los que están presos. Nos imaginamos a Alberto «Pocho» Cecilio, gorrión de barrio, amigo de los amigos, buen bailarín, peleador con causas, un libertario de 22 años siempre en movimiento, encerrado en una cárcel como Miguelete, superpoblada y ruinosa, con un sistema que educa al preso a ser sumiso ante el más fuerte y a hacerse el tonto frente al abuso y la corrupción.

      El Pocho revive I

      Nila, la hermana mayor y un poco madre, recuerda a su preferido, el más travieso de sus hermanos.

      —Fue Pocholo hasta que una vecina trajo un charabón y le puso el mismo nombre. No podía llamarse igual que un ñandú y decidimos acortarle el apodo.

      —Era un niño silencioso y sus travesuras eran muy elaboradas. Le decíamos Juan el Zorro.

      —Era un «comprador», siempre dispuesto para ayudar en la casa y muy divertido.

      —A los 6 años, la maestra lo agarró de una oreja y lo llevó a la dirección. Se soltó, tomó un tintero y se lo tiró en la ropa.

      —Mandaron buscar a los padres y fui yo. Después de los rezongos de rigor, la directora me dice: «¡Que personalidad tiene su hermanito!», con cierta admiración en su voz.