Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Augusto "Chacho" Andrés
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789974863538
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los envases eran de vidrio. Por eso éramos miles de obreros. El trabajo era duro. Ibas aprendiendo el oficio de a poco. Trabajabas con la cabeza pero sobre todo con la habilidad manual.

      —No éramos amigos de los patrones. Hacíamos un sindicalismo combativo, de acción directa, que era la forma de arrancarles cosas.

      —Ganchou era un Taller grande y los patrones dos hermanos, Santiago y Pedro, unos duros que siempre buscaban la forma de sacar ventajas, de hacerse los vivos. Un día los apretamos dentro de la fábrica y se empezaron ablandar con el paso de las horas.

      —Les hicimos firmar «los cuarenta jornales» que era un préstamo que se iba a ir descontando en el futuro. Nos descontaron solo el primer mes... Los patrones eran una seda.

      —Fue el triunfo más grande de la Federación del Vidrio. Me acuerdo que en el Comité de huelga de Ganchou estaban el padre de los Mechoso y sus hijos Polo y Juan Carlos y creo que también trabajaba Alberto, que era el menor. Con Polo jugábamos al fútbol en El Tobogán de La Teja. Todos peleábamos por una sociedad sin patrones ni policías…

      En la Industria de la Carne

      En 1952 El Pocho entró en el Alianza, chanchería y matadero que se especializaba en chacinados. Fue peón en la carga y descarga y el acarreo de cajones de 50 o más quilos a la cámara frigorífica. Se trabajaba sin pausas y con un ritmo acelerado.

      En el año 1954 pierden una huelga por mejorar las condiciones de trabajo y queda desocupado. Hace suplencias en el frigorífico Swift pero no llegó a trabajar seis meses seguidos para quedar efectivo. El truco de la patronal era cortarlos antes.

      A las cuatro de la mañana se hacía la cola. A las seis los capataces con su dedo señalaban a los afortunados que iban a trabajar varios días o semanas. Pocho como desocupado de la Industria tenía preferencia para ser elegido pues la mayoría de los capataces estaban afiliados al gremio. También elegían los baqueanos, que eran obreros con experiencia que enseñaban el trabajo a los nuevos. Era importante el aprender como ubicarse frente a los vacunos para evitar las cornadas.

      La Federación había logrado mejorar las condiciones de trabajo. Los operarios recibían botas y un delantal encerado. Pero cuando había que trabajar en el guano, un fertilizante que se producía con los desperdicios de la faena y los huesos, no había delantal que protegiera del olor a podrido que los impregnaba y que los acompañaba cuando terminaban el turno.

      Carro con caballo incluido

      Se alquilaban por una semana. Había que tener buen ojo para elegir un animal que fuera capaz de trotar unas cuantas horas sin bellaquear.

      Alberto, acompañado por su hermano Juan Carlos, deciden probar otra forma de existencia y cambian la carne por la verdura. Un vecino les enseña el arte de comprar en el mercado a buen precio y vender con un margen de ganancia en los barrios.

      Diversas hortalizas y mandarinas llenan el carro. Más tarde recorren zonas atrás del Cerro ubicando montes de manzanilla y plantíos de marcela que venden en la yuyería La Selva. También ofrecen sus servicios a los quinteros del Montevideo rural para limpiar sus terrenos del hinojo que se vuelve invasivo. El hinojo es comprado como sucedáneo del anís en las chancherías. Para los hermanos fue el momento de cambiar la dieta y darse atracones de frutas en las quintas.

      En 1956, con otros dueños, reabre el Alianza y la Federación logra que tomen los obreros que habían sido despedidos en 1954. Pocho vuelve a tener un empleo fijo. Pero la profundización de la crisis en la industria hace quebrar a la empresa. El año 1957 lo encuentra nuevamente sin trabajo.

      En esos años Pocho se había mudado al Cerro con su familia, pero sigue en contacto diario con la barra del boliche.

      Hace tiempo que viene pensando en hacer algo «grande» para pararse por un tiempo. Que sirva para financiar una fuente de «trabajo sustentable», como se dice hoy, y con el resto apoyar económicamente a organizaciones barriales y políticas.

      Con dos de los compañeros más experientes empiezan a planificar la acción. Definen que «algo grande» tiene que ser un banco de mucho movimiento de caja y de fácil evacuación. La ventaja es que nadie asalta bancos, por lo que no existe un sistema de seguridad en funcionamiento. Pero les falta un modelo uruguayo a seguir, hay mucho a inventar. Muchos detalles a aprender de los buenos filmes policiales. Durante meses van superando uno a uno, todos los inconvenientes que surgen. El bolichero, que es consultado por los «clientes», les aporta valiosa experiencia personal sobre el tema. También proporciona parte del armamento.

      Los Decanos

      Ariel Collazo, fundador del Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) y del Frente Izquierda de Liberación (FIDEL) lista 1001, publicó en el año 2004 Historia de una pasión política. En la pag.59 afirma:

      «[...] la primera expropiación de un banco con fines políticos la realizaron anarcos de La Teja en el año 1958. Fue en La Caja Obrera sucursal Paso Molino. No hay que olvidarse que en 1956 se había fundado la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Tiempo después, al ser detenidos los autores, aparecieron como delincuentes comunes. Según la policía, se encontró una pista al investigarse ayudas económicas, que habían recibido familias necesitadas del barrio. Fueron defendidos por nuestro compañero «Lalo» Cogan. Cabe destacar que se intentó una fuga de Miguelete, pero sin éxito [...]»

      El asalto al Banco La Caja Obrera se realizó el 4 de julio de 1958, por cinco hombres armados que actuaron con la cara cubierta con pañuelos negros.

      Durante semanas, las tapas de los diarios y revistas de Montevideo y Buenos Aires giraron en torno al hecho. En esos tiempos no existía una sección «Policiales» como hoy.

      Se hacía mención de los robos, generalmente sin desarrollar la noticia, en la sección «Informaciones».

      Acción, diario de la noche, demoró su salida para cubrir la novedad. El título, en letras gigantes, decía: «Asaltaron Banco en el Paso Molino. Se llevaron 265.000 pesos!» Más abajo un subtítulo: «Barreras cerradas de 13:08 a 13:12 y de 13:14 a 13:18».

      Como el operativo comenzó a las 13:04 y duró entre 4 y 5 minutos, las benditas barreras, ubicadas a unos 15 metros, producían un embotellamiento gigante, dando oportunidad a que los asaltantes fugaran tranquilamente para el lado del río. Durante semanas se analizó el tema de las barreras hasta el cansancio, para confirmar la capacidad de los delincuentes en «su planificación».

      En esa época no existía el viaducto, que hoy permite al tránsito circular por encima del ferrocarril.

      El Pais del sábado 5, insólitamente, dedica dos páginas al hecho. Una gran foto del exterior del Banco muestra una multitud que llena la esquina de Agraciada y Marcelino Díaz y García. Hay reportajes a cada uno de los ocho empleados, que no pueden creer lo que vivieron.

      «Fuentes confidenciales» de la policía nos afirmaron, que eran delincuentes argentinos por «su profesionalidad». La calma con que actuaron y al mismo tiempo la firmeza de las órdenes, «no se hagan los héroes» gritó el presunto jefe, cuando saltó detrás del mostrador, acompañado de sus secuaces.

      Lo cierto es que el gobierno estaba muy preocupado. El jefe de policía y los encargados de todos los departamentos se hicieron presentes: inteligencia, dactiloscopia y los comisarios de las zonas vecinas.

      El Acción, en los días que siguieron, se inclinó por la pista de los marginales, siguiendo las declaraciones del gerente del banco, que no podía ocultar la indignación. «Atorrantes», «mal entrazados, eran unos muertos de hambre», «a 2 de ellos, le puedo asegurar, que a pesar de sus pañuelos, se veía que le faltaban casi todos los dientes. Era muy desagradable mirarlos».

      Apareció la camioneta usada para la acción, que había sido robada previamente en la estación de AFE. Según El Pais, era una sutileza más de los ladrones, que seguramente no habían tomado un tren para el interior, sino que se habían ido en barco a Buenos Aires.