Dibujos y formas en cobre chileno. Ignacio Villegas Vergara. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ignacio Villegas Vergara
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789560012227
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A todos ellos la artesanía en cobre les ayudó a sortear las dificultades económicas, a la vez que les ayudó –como ya se dijo– a recomponer las estructuras sociales y políticas rotas o interrumpidas con el golpe.

      El resultado de las conversaciones con personas que tienen distintas aproximaciones al desarrollo de esta práctica cultural se refleja en la segunda parte del libro, que recoge las motivaciones personales para iniciarse en la artesanía en cobre y la forma en que se realizó la comercialización de las piezas. En ese sentido, he incluido un apartado que resume el rol de CEMA Chile.

      La tercera parte del libro aborda el diseño de las piezas con énfasis en el dibujo y las formas de los objetos producidos.

       Capítulo I El concepto de artesanía

      La palabra artesanía, dice Sennett, se refiere al impulso natural y humano de realizar bien una tarea, y señala: «[…] la artesanía abarca una franja mucho más amplia que la correspondiente al trabajo manual […] es aplicable al programador informático, al médico, al artista» (Sennett, 12). Artesanía es pues para este autor una actitud del hacedor y no solo la condición folclórica y tradicional de un producto. Lo folclórico de lo artesanal sería entonces un asunto asociado a la costumbre y la tradición de hacer bien las cosas. Artesanía y folclor mezclan entonces, directa y necesariamente, la manualidad y sus concomitancias con las técnicas, con una herencia por el hacer bien las cosas. Al final de este capítulo veremos cómo esta noción ha sido recogida finalmente para establecer una definición del concepto.

      Hacer o crear aparatos, objetos, artefactos, como continuación de una tradición familiar y ancestral implica –por supuesto– una de las posibles definiciones de la palabra artesanía. Es más, pueblos enteros se han volcado a repetir las técnicas productivas heredadas de sus antepasados; la costumbre es también una forma de construir, por lo mismo es también una forma de definir. Pero el asunto tiene una alta cuota de complejidad. También podemos observar que hay formas de producción que siendo artesanales no conducen a la fabricación de artefactos. Entendemos la fabricación de artefactos como la transformación de materias y materiales básicos en objetos: el barro en olla, la piedra en pavimento, el pelo animal en aros o chalecos. Sin embargo, también los procedimientos extractivos elementales pueden ser considerados artesanales, basándonos solo en su forma de producir materia prima; mientras menos tecnología, más cerca quedan de una definición de «lo artesanal». Tal es el caso de la piedra pómez o la sal de mar, cuyos sistemas de extracción se remontan a periodos coloniales tempranos. También la esquila y hasta formas elementales de pesca en pequeña escala pueden ser consideradas artesanales. Otras formas artesanales de obtención de materiales han desaparecido: la grasa animal para la iluminación desapareció como industria básica con la llegada de la electricidad y el uso de combustibles fósiles. En una definición de artesanía incide fuertemente tanto el procedimiento o técnica constructiva como los grados de intervención directa del cuerpo humano y la transformación de la materia.

      Pero, ¿podríamos incluir en la noción de artesanía a otras formas tempranas de actividad laboral? Habrá que poner cuidado a tanto abarcamiento; si no hay transformación de la materia, no hay producción de artefactos artesanales.

      De esa forma, no podemos incluir en la noción de artesanía a los servicios –ya desaparecidos– como los talleres donde «tomaban» puntos a las medias, el cambio de revistas, el zurcido de ropa, etc. Todas eran formas de «servicio artesanal» (la llamaremos así, entre comillas); en tanto la manipulación instrumental, aunque siendo básica, se ejercía mediante una técnica que, sin modificar la materia, era absolutamente manual.

      Hay procesos y actividades que podemos considerar como «artesanal» o que con el tiempo pasan a ser considerados como tales y que en su minuto fueron industrias con procedimientos «de punta». La industria de la imprenta es el espacio donde podemos observar este desarrollo con más nitidez. La tipografía, la prensa plana, antes la xilografía y la litografía, así como la serigrafía, fueron procedimientos que nacieron siendo grandes avances técnico-instrumentales y que con el correr del tiempo, y ya superados por otros mecanismos, procesos y técnicas, fueron añorados por el carácter artesanal, por la sola presencia de la mano. El grabador chileno Pedro Millar (1930-2014)1 deseaba poder imprimir sus catálogos de exposiciones con tipos fundidos e impresos en prensa plana. La textura que deja la presión del tipo sobre la hoja, decía Millar en sus clases, es la evidencia de la mano humana gestionando la reproducción de la imagen, tal como lo hace la cuchara de madera sobre el papel al estampar una xilografía.

      Hay otras industrias y procesos que nunca han dejado de ser artesanales por diversas razones; la principal es el costo de sustitución de una técnica manual por otra más avanzada: el tejido es un buen ejemplo, ya sea la cestería o la lana. Sin embargo, hoy grupos de tejedoras como las de Arica y Parinacota, pueden encontrar un beneficio o ganancia el no sustituir el telar rústico por altas tecnologías, pues ponen en relieve el valor de la manualidad. La caligrafía a pluma se sigue cultivando, pese a las fuentes que traen los computadores: Edwardian Scrip o Apple Chancery suelen ser empleados para escribir diplomas y certificados o invitaciones honoríficas y destacadas. La letra (caligrafía) al igual que los pavimentos de piedra (adoquines) o los tejidos del artesano Kaytu de lana de la alpaca de Arica, cuando son hechos a mano, ofrecen desviaciones por sobre la regularidad de la máquina, de manera similar a la que la naturaleza ofrece como variaciones de un patrón determinado y geométricamente estable. Dichas variaciones, por ejecución de la mano, en una sociedad digital pueden ser más y mejor valoradas. He ahí el sentido de convertir la mano en un bien o un capital, de la misma manera en que se convierte en capital el material sustentable empleado como materia prima. Pero también es necesario saber que con el sostenimiento de los procesos técnicos tradicionales se preserva un conocimiento, a la vez que se transforma no solo la materia sino además la mente humana. No se trata simplemente de crear un objeto, sino de hacerlo comparecer con su destino simbólico. A propósito de la pregunta por la técnica, Heidegger llamó la causa final al objeto terminado en su forma y materia, y causa efficiens a aquella que finalmente produce el efecto. Jesús Martín-Barbero se refiere de manera muy simple a este proceso:

      […] y fue especialmente Engel quien tuvo la visión pionera de que, en su relación con la técnica, la mano se transformó, la mano de los agricultores romanos no era la misma que la del hombre que manejó el arado en el neolítico pues el tipo de arado la cambió. (Martín-Barbero, 2003).

      La artesanía es una actividad que responde también a un fenómeno asociado a la falta de sofisticación de procedimientos por la carencia de reemplazos tecnológicos, a la decadencia de los medios de producción, a la pobreza, pero también es un fenómeno de resistencia procedimental; una resistencia que ejerce un individuo mediante la técnica como recurso de sostenimiento de un conocimiento, una cultura y de una idea ante su reemplazo.

      En Chile la noción de artesanía se ha estudiado bajo la óptica antropológica e histórica que nos presenta la palabra folclore. Acertadamente Dannemann (2007,15) nos propone que la noción de folclore se ha visto afectada por cambios producidos en diferentes áreas de la cultura folclórica chilena, lo cual implica que el estudio del folclore es altamente mutable. Este régimen flexible y cambiante hace que cada cierto tiempo se eliminen de su área de estudio algunas manifestaciones y comportamientos folclóricos y se incorporen (o se reincorporen) otros.

      Los estudios de folclor tienen un fuerte componente vernáculo y abarca a cualquier manifestación propia de un pueblo o de un grupo de personas o comunidad. Así, los personajes populares incluyen a personas que ejercen oficios determinados, y caben dentro de la noción de folclore (chinchinero y organillero, por ejemplo). También incluye romerías religiosas populares como el cuasimodo y otras más paganas; la música y la poesía de campo; medicinas alternativas con tratamientos propios de curanderos y ngutamchefe2; y principalmente los objetos, que podemos dividir en aquellos que tienen relevancia por la relación entre tradición, forma y material, y que generalmente se asociaran a una zona, región o pueblo, y aquellos objetos que no dependen de una tradición. Estos solo pueden considerarse artesanales pero