Pequeño circo. Nando Cruz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Nando Cruz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418282126
Скачать книгу
divertidísimo. ¡Un conciertazo! Y sonamos tan acelerados… Pero nadie nos decía, «qué guay, qué chulo, me encanta esta canción». A mis amigas siempre les dio igual La Buena Vida. No le daban ninguna importancia. A todos nos pasaba lo mismo. A nuestras respectivas cuadrillas les daba igual que tocáramos en un grupo. Y eso relaja.

      DE GIRA POR PUEBLOS Y CASERÍOS

      IBON ERRAZKIN: Fui a ver a Duncan Dhu a la playa, a las fiestas de Donosti. Era en el 88, cuando ya eran muy famosos, y vi que Mikel [Erentxun] tocaba una guitarra acústica y solo en una canción sacaba una eléctrica. Pensé que igual la querría vender y que, además, estaría muy poco usada. Y me la vendió. Fue una buena compra: una guitarra de caja, rollo Edwyn Collins.

      Aventuras no tocamos fuera de Donosti hasta el año 88. Una vez tocamos con La Insidia y 23 Ojos de Pez en un cine de Azkoitia. En el gaztetxe de Cestona tocamos Aventuras y 23 Ojos. Había cuatro gatos, pero fue bien. No hubo hostilidad, pero era difícil salir de Donosti.

      Zarautz es un pueblo costero muy turístico con muchas discotecas de playa. El dueño de una de ellas, Chanela, había decidido que los sábados iba a haber conciertos de grupos locales. El concierto era a la una de la madrugada. Todo el mundo estaba bailando las canciones del verano y, de repente, él cortaba y presentaba a un grupo de Donosti, que éramos nosotros. Empezamos a tocar y cortamos la fiesta a todo el mundo.

      TERESA ITURRIOZ: Las canciones eran cortísimas. Duraban una exhalación. En una, Peru tocaba los bongos; en otra, la guitarra; en otra, el bajo… Tardábamos más en los cambios de instrumentos que en tocar las canciones. ¡Nos parecía que estábamos haciendo algo muy importante! Y eso está muy bien, pero desde fuera debía de resultar muy aburrido.

      IBON ERRAZKIN: Era una situación un poco tensa. Nosotros no éramos conscientes, pero luego nos comentaron que había habido cierta violencia por parte de gente que nos quería tirar cosas. Josetxo Anitua estaba allí y disfrutó mucho. Luego vino y dijo, «¡me ha encantado! Ha sido genial, tan punk, con el público a punto de subir a pegaros, y vosotros tan sonrientes». Nosotros le decíamos, «¡es que no nos hemos dado cuenta!». Pensábamos que todo había ido bien.

      TERESA ITURRIOZ: Cuando Josetxo decía que le parecíamos punk, lo decía porque no teníamos ni idea de tocar, porque teníamos una cara horrible y porque nos poníamos a hacer lo que nos daba la gana.

      A pesar de que no fuésemos punkies, lo nuestro viene del punk. Los grupos que conocíamos eran punks y siniestros. Veías a uno por la calle y decías, «¡ese es el de los No!». Ver tocar a todos estos grupos y que los bares pusieran música de grupos locales nos fue animando. Ibas a los bares a escuchar música tanto o más que a beber.

      IBON ERRAZKIN: Yo quería tocar en gaztetxes porque era la manera de ir a pueblos y porque no veía razón por la cual no pudiéramos gustar a ese público. Imagino que allí nos veían como unos donostiarras absurdos. La música que hacíamos no podía ser más diferente a la de los grupos punks que tocaban en gaztetxes. Siempre había alguien dispuesto a llevarte, y nosotros estábamos dispuestos, pero luego no se concretaba. Cuando hablabas con el tío que lo llevaba, te decía, «yo os traería, pero creo que la gente del pueblo va a reaccionar mal y no vais a ser bienvenidos».

      JAVIER SÁNCHEZ: Era otro ambiente. En Aventuras, Jone cantaba superbajito y eso requería que todos los instrumentos estuvieran a un volumen acorde con eso. Pero en los gaztetxes lo que te pedía la gente era caña. Kaña con ka.

      Fuera de Donosti, La Buena Vida tocamos en Cestona, en Zumaia, en Andoain… cerquita de la costa. Lo que hacíamos era un poco marciano en comparación con lo que se oía por allí, pero el público reaccionaba bien. Venía gente porque era lo que había.

      MIKEL AGUIRRE: Hicimos lo que llamábamos el «baserri tour», que sería como «caserío tour». Pedro tenía una moto, cogíamos unas cuantas maquetas y carteles, llegábamos a la plaza del pueblo de Azpeitia y preguntábamos dónde se podía tocar. Íbamos al bar, le dábamos una maqueta y un teléfono al dueño y le decíamos, «si te gusta, llámanos».

      JAVIER SÁNCHEZ: Así era Pedro. Desde muy al principio, se autoerigió promocionero del grupo y empezó a llevar las maquetas que nos habían grabado Peru y Alejo.

      En uno de esos conciertos se fue la luz y tuvimos que pelar cables y enchufarlos a la red con chicle. Otro bar lo cerraron a los tres días por tráfico de speed. Atractivos de Gipuzkoa…

      MIKEL AGUIRRE: En Euskadi había principalmente rock radical vasco: Hertzainak, Kortatu, La Polla, Cicatriz, Vómito… Y Donosti era como una isla que no tenía nada que ver con lo que había en la provincia o en Bilbao.

      Tampoco todo era malo. Itoiz tiene cosas que estaban bien. Pero yo no he sido muy punkarra. Muchos de esos grupos estaban ligados a la radicalidad política, y yo no sintonizaba mucho.

      Cuando llegué a Donosti, empezaban las clases de euskaldunización. Mis hermanos menores sí hablan euskera, pero yo tengo un déficit. No lo exigían, me agarré a exenciones cuando fui a estudiar a Estados Unidos y por vagancia nunca lo aprendí a hablar. En el grupo todos sabemos un poco, pero ninguno éramos muy euskalparlantes.

      JAVIER SÁNCHEZ: Cuando empezamos a tocar es cuando más fuerte pegaba el rock radical vasco y cuando más igual nos daba. Actuábamos como si no lo tuviéramos al lado. Kortatu era tan potente que parecía una marcianada que no te gustaran, pero no nos afectaba ni para bien ni para mal. Nunca vi a un grupo de esos en directo. Ni fui ni iría.

      Había otra escena en San Sebastián, los de Buenavista: La Perrera, Nuevo Catecismo Católico… Era como si vivieran en Málaga. No teníamos ningún contacto. El rock era la antítesis de lo que queríamos hacer. Nos daban igual los MC5, los Stooges…

      Empiezas un grupo influenciado por lo que hacen tus hermanos mayores y por los grupos de alrededor. Y ni ellos hablaban de esas cosas ni a nosotros nos interesaba nada el rock radical.

      Tampoco los grupos que oíamos eran políticos. Bueno, los Jam y los Smiths sí lo eran, pero nos quedábamos más con las guitarras y las melodías que con el mensaje. Nunca nos dio por ahí. No nos interesaba.

      MIKEL AGUIRRE: Tu tipo de vida te influye. Si me hubiera criado en un ambiente más políticamente involucrado, más conflictivo y más radical, seguramente tendría otros gustos y mi creación estaría tocada por esos condicionantes.

      Inicialmente las letras no eran importantes. Y no queríamos ser un grupo cómico ni un grupo político reivindicativo. La connotación graciosa me llevaba a la Orquesta Mondragón. Pero la vida da muchas vueltas. José Luis Lanzagorta98, que luego fue pianista de La Buena Vida, es miembro fundador de la Orquesta Mondragón.

      IRANTZU VALENCIA: Estas cosas no se sometían a debate, en plan, «nunca vamos a hablar de temas sociales, política, terrorismo…». No utilizábamos la música para eso. ¿Por qué tienes que hablar de la realidad? No veo la obligación ni la necesidad. No se dio y no lo forzamos.

      JAVIER SÁNCHEZ: No me arrepiento. No nos interesaba nada esa onda. Igual es porque aquí todo estaba más polarizado y si no estabas de un lado parecía que eras justo del contrario. Si vives aquí siempre conoces a alguien que ha sido víctima del terrorismo de una manera u otra. Otra cosa es que lo reflejes en las canciones. Puedes tener el impulso de querer hablar de ello. Y puede no pasar. O puedes inconscientemente no querer hablar de ello. Pero esto lo digo pensándolo ahora. En su día, ni se nos pasaba por la cabeza. Son temas en los que no nos queríamos ni justificar.

      RICARDO ALDARONDO: Vivíamos en una ciudad con manifestaciones que a menudo acababan en cargas policiales, asesinatos casi en cada esquina, manifestaciones silenciosas de familiares de víctimas, amenazas… Pero en los 80, 90 y 00, San Sebastián siguió siendo una ciudad turística, alabada por su belleza, con cocineros famosos en el mundo entero y una actividad cultural fuera de lo común en una ciudad de ese tamaño. La realidad era tanto una cosa como la otra,