¿Podemos adelantar la Segunda Venida?. Marcos Blanco. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Marcos Blanco
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Религиозные тексты
Год издания: 0
isbn: 9789877981131
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Cristo ascendió a los cielos, pero se fue aún con otro objetivo: preparar lugar para nosotros. Allí, en la Santa Jerusalén, está preparándonos mansiones para que vivamos por la eternidad junto a él. Y así como cumplió todas las promesas dentro de su plan de salvación, y al igual que llegado el tiempo justo vino por primera vez a esta Tierra a morir por nosotros, vendrá en las nubes de los cielos con poder y gran gloria para llevarnos consigo. Sí, su promesa tiene mucho más peso que la del general MacArthur, dado que ha cumplido todas las demás.

      La discusión en perspectiva

      Antes de pasar a analizar conceptos teológicos contrapuestos con respecto a la demora de la Segunda Venida, pongamos esta discusión en perspectiva. Solo estamos discutiendo el cuándo, no el qué. No estamos poniendo en duda si Jesús volverá por segunda vez. No, estamos analizando solo el cuándo, la fecha, el momento (el timing, dirían en inglés), pero en ningún momento me gustaría que quedaran dudas con respecto a ese evento glorioso que pondrá fin a la historia de pecado y sufrimiento en este mundo.

      Jesús lo prometió cuando estuvo en esta Tierra: “Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (Juan 14:3). Los ángeles volvieron a repetírselo a los discípulos: “Jesús fue tomado de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma manera en que lo vieron irse!” (Hech. 1:11). Es la nota tónica de toda la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento: “Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:16, 17). Y es el anhelo de cada discípulo de Cristo: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apoc. 22:20).

      Así como Cristo cumplió todas las promesas dentro de su plan de salvación, y al igual que llegado el tiempo justo vino por primera vez a esta Tierra a morir por nosotros, vendrá en las nubes de los cielos con poder y gran gloria para llevarnos consigo.

      Pero, la Segunda Venida ya estaba mencionada antes, en el Antiguo Testamento. De hecho, toda la escatología (o doctrina del ésjaton, según el término en griego que se refiere a “el fin”) del Antiguo Testamento gira alrededor de la venida de Jehová. Los profetas de lo antiguo mencionan con frecuencia “aquel día” (Zac. 14:9) o “esos días” (Joel 2:29), o sencillamente se refieren a “ese tiempo” en que se materializaría la salvación (Dan. 12:1). Es más, ese evento es referido como el “día del Señor” (Sof. 1:14), o “día de Jehová”, según otras versiones.

      Dado que ese gran día traería tanto salvación para los que esperan a Dios en sus caminos como juicio para aquellos que se han apartado de él, los profetas a menudo instaron a Israel y a las naciones vecinas a estar preparadas y acercarse a Dios. “Busquen al Señor” (Sof. 2:3), era la súplica del profeta.

      Esa necesidad de preparación también es enfatizada por el profeta Amós: “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios en el juicio!” (Amós 4:12). Y en el libro de Abdías se concentra la advertencia contra todas las naciones que no andaban en los caminos de Dios: “¡Se acerca el día cuando yo, el Señor, juzgaré a todas las naciones paganas!” (Abd. 1:15). Pero ese evento traería también el reinado completo de Jehová: “En aquel día […] el Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día habrá un solo Señor y únicamente su nombre será adorado” (Zac. 14:8, 9).

      Algo importante aquí es que, para todos estos anuncios proféticos, el “día del Señor” es un evento real, material e histórico. La venida del Señor irrumpe en la sucesión histórica de imperios mundiales. Y, dado que precisamente interrumpe el curso histórico natural, se trata de un evento culminante. Además, es un evento de dimensiones globales; no se trata de un suceso local o regional del que alguien pueda escapar, sino que toda la Tierra quedará afectada por la venida del Señor (Isa. 2:12–19; Sof. 3:8; Mal. 4:1).

      Por eso, más allá de que los profetas del Antiguo Testamento lo predijeron, más allá de la promesa de Jesús y más allá de que cada escritor del Nuevo Testamento hizo alusión a esa “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13, RVC), toda la Biblia asume con certeza el cumplimiento futuro de esa promesa: “¡Miren! Él viene en las nubes del cielo. Y todos lo verán, incluso aquellos que lo traspasaron. Y todas las naciones del mundo se lamentarán por él. ¡Sí! ¡Amén!” (Apoc. 1:7).

      ¿Y el “cuándo”?

      Si bien Jesús mismo dejó en claro que “nadie sabe el día ni la hora en que sucederán estas cosas” (aludiendo al hecho de que nadie sabe el momento exacto de la Segunda Venida), también se nos dice que los hijos de Dios “no están a oscuras acerca de estos temas, y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga como un ladrón” (1 Tes. 5:4).

      Cierta vez, un padre le dijo a su hijo de cinco años que emprendería un extenso viaje, pero le aseguró:

      –Volveré.

      –¿Cómo sabré que estarás por regresar? –le preguntó el chico al papá.

      –Cuando veas el patio cubierto por las hojas de los árboles, faltará poco para mi regreso –respondió el padre, después de pensarlo un poco.

      A partir de la salida del papá, todos los días el niño corría al patio para ver los árboles. A medida que el otoño se fue aproximando, las hojas comenzaron a colorearse de rojo y amarillo. Una noche, se desató un fuerte ventarrón. A la mañana siguiente, como lo hacía usualmente, el chico salió a dar su paseo y se sorprendió al descubrir que el patio de su casa estaba cubierto de hojas secas. Entonces, exclamó:

      –¡Papá está volviendo a casa!

      La Biblia nos cuenta, en Marcos 13:1 y 2, una historia parecida. Jesús estaba saliendo del atrio del Templo, cuando uno de sus discípulos señaló y dijo:

      –Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.

      La respuesta de Jesús lo desconcertó:

      –¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

      Los discípulos se reunieron a un costado para discutir qué era lo que Jesús había querido decir. Luego de llegar a una conclusión, volvieron a él: “ [...] ‘Dinos, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo?’” (Mat. 24:3).

      Jesús, entonces, pasó a enumerarles una serie de señales que marcarían la cercanía de su regreso. Enumeró señales en los ámbitos político y militar (vers. 6, 7), señales en el ámbito de la naturaleza (vers. 7), señales en el ámbito social (vers. 10, 12) y señales en el ámbito religioso (vers. 24).

      Tomemos, por ejemplo, las señales en la naturaleza. A nadie le quedan dudas de que la naturaleza se está comportando de una manera extraña, alocada. Grandes ciclones y tormentas tropicales, terremotos, tsunamis e inundaciones golpean el globo cada vez con mayor intensidad.

      Después de interpretar las señales de la naturaleza, los científicos colocaron el reloj en las 23:58; ¡sí, a solo dos minutos de la medianoche!, dando a entender que nos acercamos rápidamente al fin. Y no olvidemos que la mayoría de los científicos son ateos.

      El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el organismo de la ONU que quizás haya estudiado con más profundidad los grandes cambios en la naturaleza, en su informe de 2007 ya señalaba: “La advertencia del sistema climático es inequívoca”, y advertía de las “previsibles y devastadoras consecuencias del cambio climático”.

      Cada vez que Jesús habla de las señales en la naturaleza, las vincula con el hambre, y la aparición de pestilencias y enfermedades (Mat. 24:7; Mar. 13:8). Efectivamente, las variaciones en el cambio climático están haciendo que los cultivos de cereales disminuyan drásticamente, sobre